1. Introducción.
Así murió, colmado de sólida gloria militar, aquel héroe salvaje, después de haberse hecho un lugar tan
distinguido entre los suyos por sus bríos,su capacidad, sus hazañas y aún por sus delitos.
(VIERA Y CLAVIJO, Joseph de, tomo I, p. 515).
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ucho y mal se ha
escrito y hablado de la batalla de
Acentejo: reivindicada por unos como
sentimiento patrio, vilipendiada por otros
por formar parte quizás de la leyenda y desmitificada por los que han querido
ver en ella uno más de los numerosos
episodios de la resistencia de los guanches a la conquista de Tenerife, ha tomado forma dispar a lo largo de los siglos hasta confundirse en sí misma y ser
imposible de saber lo que aconteció realmente aquel día de mayo de 1494. Desde
los textos más antiguos que hacen alusión a la misma, como los de Torriani,
Gaspar de Frutuoso, Alonso de Espinosa o Antonio de Viana, ya se observaba la falta de datos
históricos fehacientes sobre la misma
y el resultado final es una mezcla entre realidad y excesiva ficción, entre lo
que pudo ser la batalla en sí misma y el componente de leyenda que viene
asociado a la misma. Esto nos permite
afirmar que ya desde ese mismo momento lo que se contó sobre ella estaba en cierta medida desvirtuado,
pero no porque así lo pretendiesen
los autores de esos textos -salvo el poema de Antonio de Viana- sino porque carecían de fuentes documentales que hubiesen dejado constancia de la misma y
porque las orales no lo eran de carácter primario, sino que recogían a su vez
una tradición oral. El resultado final
condicionó el propio hecho histórico,
desvirtuado con el paso de los siglos hasta llegar un punto en que realidad y ficción se dieron la
mano. Eso ha perjudicado cualquier
análisis serio que se haga de este tema y de la conquista de Tenerife en general, pero ineludiblemente debemos
recurrir a esas fuentes históricas e historiográficas para poder dar a conocer lo que sucedió en esa zona
del norte de la isla y separar de
ellas todo ese componente de leyenda que reduce aún más la información fiable sobre la batalla.
Es harto conocido lo que sucedió ese día de mayo: Alonso Fernández de Lugo, capitán de la conquista,
emprendió la de Tenerife en 1494,
encontrándose con la oposición de los denominados bandos de guerra, encabezados por Bechomo, mencey de Taoro; tras edificar su campamento en
Añaza, que pasó a denominarse Santa Cruz de
Tenerife, probablemente a finales del mes de
mayo partió de él hacia al menceyato de Taoro con el fin de entablar batalla a aquél, en el cual se plasmaba la resistencia
de la isla. Pero en vez de enfrentarse a él,
decidió apoderarse de un gran rebaño de cabras abandonado intencionadamente por el mencey en el denominado llano de Acentejo,
decidiendo regresar para acampar en
Agüere, en cuyo trayecto de vuelta fue sorprendido en el barranco de Acentejo,
donde se dio una lucha desigual que terminó con la derrota de los
conquistadores, hasta el punto de que el
ejército quedó casi aniquilado mientras los guanches conseguían su primera y única victoria. Pero de ahí en adelante todo se confunde y se arroja poca luz
sobre lo que verdaderamente pasó ese día.
El tiempo se convirtió en el mejor aliado de
los conquistadores y sobre todo de Alonso de Lugo, pues la batalla prácticamente quedó olvidada. Sólo encontramos alguna referencia a ella en las datas y la
residencia que Lope de Sosa, gobernador
de Gran Canaria y juez de residencia, le hizo a
Lugo por su abuso de poder y gobierno, pero simplemente son términos alusivos a la misma que efectivamente
demuestran que hubo un enfrentamiento de grandes magnitudes pero que de ningún modo nos permiten saber en qué medida se
desarrolló aquélla. Diversas crónicas, la
historia escrita y la oral -ésta con […]
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