lunes, 3 de junio de 2013

LAS ISLAS CANARIAS:UN DESTINO DE INVIERNO



PROLOGO
SITUACIÓN POLÍTICA
La vida política española del siglo XIX conoció una guerra civil, dos monarquías absolutas, una República y una monarquía parlamentaria. Canarias, a pesar de encontrarse alejada geográficamente del continente, no fue ajena a todos estos cam­bios; además, vivió los inicios de lo que luego se llamaría pleito insular.
La situación política que nos interesa, la que conoció el autor cuando arribó a estas tierras, tiene su origen en la Revolución acon­tecida en septiembre de 1868.
España estaba inmersa en una política absolutista, al frente de la cual se encontraba Isabel II y que había llevado al país a una profunda crisis económica. Muchas provincias españolas, hartas del trato al que eran sometidas por parte del régimen Borbón, se alza­ron en contra de la dinastía y la derrocaron. Estos hechos (sep­tiembre de 1868) fueron conocidos en las islas el 5 de octubre de aquel año, cuando llegó el vapor mercante Cádiz a aguas canarias. Inmediatamente, se construyeron nuevos gobiernos autónomos que seguían medidas liberales y revolucionarias. Pero pronto se obser­vó que el partido liberal estaba divido en dos tendencias: una que asociaba las ideas de libertad y progreso con la institución monár­quica, y otra que soñaba con implantar un organismo republicano. Esta segmentación lo hizo débil frente al ministerio provisional cen­tral que intentaba contener tales tendencias progresistas. A esto hay que añadir que los políticos que gobernaban en las islas antes de la Revolución se resignaban a perder influencia, de modo que no desaparecieron de la escena política.
A principios de 1869, se convocó al pueblo a unas eleccio­nes generales, que ganaron los moderados quedando excluidos los candidatos republicanos. Este resultado fue fruto de la incapacidad de éstos de hacer entender al pueblo que ellos eran los auténticos artífices de la naciente democracia; y así, las gentes, temerosas aún del régimen cacique imperante en la época, se decantaron por la sección más conservadora.
De regreso en el poder, los moderados eligieron a un nuevo rey, Amadeo de Saboya (tercer hijo del rey de Italia), que, lejos de imponer un autoritarismo, intentó aunar las distintas comentes ideo­lógicas. Viendo que sus esfuerzos chocaban con una nobleza hostil y con un pueblo ignorante, renunció a su cargo el 11 de febrero de 1873.
Ante esta inesperada decisión, las Cámaras no tuvieron otra opción que proclamar la República como única forma de gobierno en aquellos momentos. Pero ésta tuvo una corta vida. En 1874, la división de opiniones en el seno del bando liberal llevaba al país a la debacle. Algunos jefes políticos se convencieron de que su uto­pía de federalismo era imposible entonces en España y de que sólo podía aspirarse a una república unitaria, que sustituyera a la figura del rey con un presidente electo. Otros, por el contrario, defendían la postura del triunfo del cantonalismo, de la disolución del Estado y el fraccionamiento de todas las provincias. Ambos argumentos se llevaron a debate ante la Asamblea de representantes el 2 de enero de 1874. Ese día, el general Pavía irrumpió en el salón del Congre­so con sus soldados y dispersó a los allí presentes empleando la fuerza argumentando que se trataba de personas incapaces de re­presentar a la nación, dispuestas a cometer actos de verdadera demencia. Al día siguiente, auspiciado por el general, se formó un nuevo gobierno formado por políticos escogidos de entre las frac­ciones liberales, pero dejando de lado a anarquistas y a federalistas. La noticia fue acogida con enorme desconsuelo en Canarias, don­de el partido republicano había avanzado enormemente en las prin­cipales ciudades de las islas. Avergonzados del fracaso de su pri-[…]


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