lunes, 3 de junio de 2013

VIAJE A LAS ISLAS AFORTUNADAS





PRÓLOGO
La obra que tiene el curioso lector en las manos es fruto de la pluma del escritor belga Jules Leclercq, y lleva por título Viaje a las Islas Afortunadas. Como segunda rúbrica se lee en portada: Cartas desde las Canarias en 1879- La primera edición se imprimió, en París, en 1880 y la se­gunda, en 1898, en idéntica capital.
El libro de Leclercq reúne en sí mismo peculiares cir­cunstancias, por encima de sus méritos literarios, dignas de ser destacadas. Fue el primer escritor que visitó Canarias con el exclusivo objeto de admirar sus bellezas, establecer contacto con la población, conocer el desarrollo económico, penetrar en los módulos de existencia, e indagar en el pasado y el presente. De todo ello da fe en este admirable libro, rebosante de simpatía y de "savoir-faire".
Jules Leclercq es, para Canarias, el primer turista y el primer escritor de turismo. Dada la importancia que tiene esta actividad para todo el archipiélago, dentro del sector servicios, bien merece el recuerdo, el elogio y hasta el homenaje postumo de una lápida en cualquier lugar o calle de nuestra geografía urbana.
Esta afirmación, que pudiera parecer demasiado rotunda, exige una debida justificación.
Desde que el archipiélago se integró en el mundo oc­cidental atrajo las miradas de todas las naciones, por ser punto clave en las comunicaciones náuticas intercontinen­tales. Navegantes, exploradores, conquistadores, emigrantes, misioneros, mercaderes pasan sin interrupción por sus aguas, buscando abrigo donde reparar fuerzas. Pero esta auténtica riada humana se desentendió de dar fe de lo que sus ojos contemplaban, pues fueron contados los hombres cultos que empuñaron la pluma para dejar un testimonio vivo y palpitante de una naturaleza virginal.
La literatura de viajes nunca ha atraído a los escritores españoles, apegados, en cambio, a las relaciones de sucesos, a la geografía y a la historia. Por lo que respecta a Canarias, son escasísimos los relatos de viajeros, mientras abundan las descripciones geográficas, las crónicas y las historias de fuste.
El género literario viajero tentó mucho más a los es­critores foráneos, deslumhrados por la sugestión del es­cenario y el vivo contraste con el mundo europeo. Por eso, vamos a dirigir el punto de mira a los extranjeros exclusivamente.
Son contados los escritos sobre Canarias originados por una escala, visita o estancia durante los siglos XVI y XVII. Vienen a la memoria los nombres del navegante veneciano Gerolamo Benzoni y el mercader británico Thomas Nichols, autores de sendas descripciones geográficas, con ribetes históricos, de relativo interés.
En cambio, el siglo XVIII se significa por el número y la calidad de los científicos que vienen al archipiélago, con objeto de estudiar la geología, flora, fauna y etnografía de las islas atlánticas, sin desdeñar las incursiones por el resbaladizo terreno del pasado aborigen y el poblamiento hispánico, con todo el abanico de problemas subyacentes. Los científicos vinieron integrados en Comisiones o con carácter individual, pero, en todo caso, dejaron como recuerdo relatos de viaje, cálculos, mediciones, prospecciones y hasta monografías.
La obsesión de todos ellos era alcanzar la cima del volcán Teide. Véanse los más afamados alpinistas: Edens (1715), Feuillée (1724), Heberden (1752), Malouin (?), Van Stein-fort (1754), Borda, Pingré y Verdun de la Crenne (1771),[…]


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