PRÓLOGO
La obra que tiene el curioso lector en las manos es
fruto de la pluma del escritor belga Jules Leclercq,
y lleva por título Viaje a las Islas
Afortunadas. Como segunda rúbrica se lee en portada: Cartas desde las
Canarias en 1879- La primera edición se
imprimió, en París, en 1880 y la segunda, en 1898, en idéntica capital.
El libro de Leclercq reúne en sí mismo peculiares
circunstancias, por encima de sus méritos
literarios, dignas de ser destacadas.
Fue el primer escritor que visitó Canarias con
el exclusivo objeto de admirar sus bellezas, establecer contacto con la población, conocer el desarrollo
económico, penetrar en los módulos de
existencia, e indagar en el pasado y el
presente. De todo ello da fe en este admirable libro,
rebosante de simpatía y de "savoir-faire".
Jules Leclercq es, para Canarias, el primer turista
y el primer escritor de turismo. Dada
la importancia que tiene esta actividad para todo el archipiélago, dentro del
sector servicios, bien merece el
recuerdo, el elogio y hasta el homenaje postumo de
una lápida en cualquier lugar o calle de nuestra geografía urbana.
Esta afirmación, que pudiera parecer demasiado
rotunda, exige una debida justificación.
Desde que el archipiélago se integró en el mundo occidental atrajo
las miradas de todas las naciones, por ser punto
clave en las comunicaciones náuticas intercontinentales. Navegantes, exploradores, conquistadores, emigrantes, misioneros, mercaderes pasan sin interrupción por sus
aguas, buscando abrigo donde reparar
fuerzas. Pero esta auténtica riada humana se
desentendió de dar fe de lo que sus ojos contemplaban,
pues fueron contados los hombres cultos que
empuñaron la pluma para dejar un testimonio vivo y palpitante de una naturaleza virginal.
La literatura de viajes nunca ha atraído a
los escritores españoles, apegados, en cambio, a las relaciones de
sucesos, a la geografía y a la historia.
Por lo que respecta a Canarias, son
escasísimos los relatos de viajeros, mientras abundan las descripciones geográficas, las crónicas y las
historias de fuste.
El género literario viajero tentó mucho más a los escritores foráneos, deslumhrados por la sugestión del
escenario y el vivo contraste con el mundo
europeo. Por eso, vamos a dirigir el punto de
mira a los extranjeros exclusivamente.
Son contados los escritos sobre Canarias originados
por una escala, visita o estancia durante los siglos XVI y XVII. Vienen a la
memoria los nombres del navegante veneciano Gerolamo
Benzoni y el mercader británico Thomas Nichols, autores de sendas descripciones geográficas, con ribetes históricos, de relativo interés.
En cambio, el siglo XVIII se
significa por el número y la calidad de los
científicos que vienen al archipiélago, con objeto de
estudiar la geología, flora, fauna y etnografía de las islas atlánticas, sin desdeñar las incursiones por el
resbaladizo terreno del pasado aborigen y el poblamiento hispánico, con todo el abanico de problemas
subyacentes. Los científicos vinieron integrados en Comisiones o con carácter individual, pero, en todo caso, dejaron
como recuerdo relatos de viaje,
cálculos, mediciones, prospecciones y hasta monografías.
La obsesión de todos ellos era alcanzar la cima del
volcán Teide. Véanse los más afamados
alpinistas: Edens (1715), Feuillée (1724),
Heberden (1752), Malouin (?), Van Stein-fort
(1754), Borda, Pingré y Verdun de la
Crenne (1771),[…]
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