FUENTES PARA LA
PROTOHISTORIA DE LA PALMA
La reconstrucción del pasado insular se apoya en dos
tipos de fuentes de información de distinto origen pero
complementarias en sus contenidos: los textos etnohistóricos y la arqueología.
Los primeros son todas aquellas referencias y
descripciones que nos van dejando diferentes autores desde el siglo XIV hasta el siglo XVII acerca de las costumbres de la población indígena que encuentran los europeos a su llegada al
Archipiélago. El valor de estos textos va más allá de la información literal
que ofrecen, la mayor parte de las veces,
manipulada, mutilada u omitida en función de intereses personales, políticos o de índole religiosa, pues un
análisis en profundidad de los mismos
revela nuevos e interesantes datos. En este sentido, la descripción más
detallada nos la ha dejado Fray Juan de
Abreu Galindo, autor que si bien está ya muy alejado de los sucesos que describe, muestra un profundo interés
histórico que le lleva a indagar entre los aborígenes supervivientes para
confirmar sus datos.
Por otra parte, debemos de tener en cuenta que todos
ellos refieren hechos epigonales de la cultura prehistórica, sincrónicos al proceso de conquista. Nos describen los resultados
alcanzados tras un largo proceso
evolutivo, penoso y original a la vez en sus soluciones, que conforma la peculiaridad cultural prehistórica del Archipiélago.
La información acerca de esta oscura y remota etapa nos la proporciona la
arqueología.
El interés por los vestigios materiales de los primitivos auaritas arranca desde muy temprano con el descubrimiento de
los grabados de Belmaco (Mazo) en 1752. No
obstante, no será hasta mediados del siglo XX y especialmente a partir de la década de los
setenta, cuando se comiencen a realizar
las primeras investigaciones sistemáticas en la
isla. Hasta ese momento, el estudio y la salvaguarda del pasado insular estuvo en manos de eruditos y aficionados, que iniciaron el reconocimiento del territorio, algunos
de ellos socios o directivos, como Elias Santos
Abreu, de La Sociedad La Cosmológica que fue hasta los años setenta la depositaría de los hallazgos arqueológicos realizados en la isla y lugar de
obligada referencia para cualquier investigador de la Prehistoria palmera. La
visión anticuarista de la arqueología en esta época, interesada sólo en la recuperación de determinados vestigios materiales,
incidió negativamente en la
conservación del patrimonio arqueológico de la isla, siendo especialmente activa esta forma de proceder en los años cincuenta y sesenta lo que derivó en la formación de
importantes colecciones privadas.
Más sistemática será la labor de L. Diego Cuscoy
quien en los años cincuenta y sesenta se
ocupará del estudio de algunas manifestaciones
culturales, como el arte rupestre cuyo interés estaba en alza en esta época tras el descubrimiento del
conjunto monumental de La Zarza y La
Zarcita, en Garafía. Pero será a través de los sondeos arqueológicos que realiza en Belmaco y en la posterior excavación de la Covacha del Roque de la Campana
donde intuya la complejidad de los procesos
culturales que se registran en la Isla.
En las postrimerías de los años sesenta, la investigación arqueológica inicia una nueva andadura, auspiciada y
potenciada ahora desde el recién creado
Departamento de Prehistoria y Arqueología de la
Universidad de La Laguna. Bajo la dirección de M. Pellicer y P. Acosta se aborda la excavación de importantes yacimientos de habitación como la cueva de El Humo y
la de Los Guinchos, ambas en Breña Alta.
En este marco se forma también la primera
generación de arqueólogos canarios descollando, para el caso que nos ocupa, la figura de M. S. Hernández
Pérez cuya labor profesional sentaría las bases
de la futura investigación arqueológica en La Palma, abordando la sistematización de sus manifestaciones
culturales -carta arqueológica, grabados rupestres- y la excavación de importantes yacimientos, entre los que destaca la
cueva de Belmaco (Mazo), donde reconocerá
complejos procesos culturales que le llevan a establecer un modelo diacrónico para explicar el origen y la evolución del poblamiento insular.
En 1980 se inicia un proyecto de investigación,
conducido por J.F. Navarro Mederos y el que
escribe, que contemplaba, de una parte, el
análisis integral de un asentamiento prehistórico -Cuevas de San Juan (San Andrés y Sauces)- y de otra la
realización de un completo catálogo de las
manifestaciones rupestres de la Isla. La información obtenida en el curso de estos trabajos permitieron matizar
el modelo evolutivo establecido por M.S.
Hernández Pérez para la prehistoria
insular y profundizar en el análisis de determinados procesos culturales hasta ahora poco o nada estudiados. En este sentido debemos destacar los trabajos de B. Galván
Santos y A.C. Rodríguez Rodríguez sobre las
industrias líticas talladas, de J.F. Pais Pais acerca de los restos de fauna procedente de los yacimientos arqueológicos excavados y, más recientemente, de
F.J. de la Rosa Arrocha que realiza un análisis
espacial de la comarca de Las Breñas. Tampoco debemos olvidar la aplicación, en el marco del proyecto señalado más arriba, de nuevas técnicas de datación
tales como el paleomagnetismo o la termoluminiscencia, que de la mano de V. Soler Javaloyes han suministrado datos
esperanzadores para precisar el marco
cronológico de la prehistoria insular.
Por todo lo dicho, este libro no será sólo obra
nuestra a pesar de tener la responsabilidad de
escribirlo, sino también de todos aquellos
investigadores que han colaborado con nosotros, así como de los que, de una u otra forma y en distintas
épocas, se han preocupado por mejorar el
conocimiento del pasado prehistórico de La Pahua.
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