1. AGUA QUE HEMOS DE BEBER
Asistimos en los últimos años a la ceremonia de la
confusión; una administración local
dedicada, en muchas ocasiones, a fuegos de artificio y a lamentaciones hacia
Madrid, y una administración central que nos
olvida y nos margina.
Canarias no aparece en el mapa de la sequía tratado
estos días en Madrid. Aquí hemos perdido estos años gran parte de los cultivos de secano, en uno de los períodos más
secos de los últimos cincuenta;
mientras, cuando visitan las islas los responsables del tema hidráulico, proponen la construcción de la
primera desaladora de agua del mar en
Tenerife para 1995, cuando en buena lógica tendrían que haberla
construido hace diez años, ante la expansión de las urbanizaciones y el empeoramiento del acuífero.
Por otra parte, Madrid sitúa a Canarias como campo
experimental en materia de aguas, ante los
problemas en la costa mediterránea que ya ponen las barbas de
remojo: pozos salinizados, el fracaso del
trasvase Tajo-Segura, etc...
Aquí la administración local tampoco tiene sensibilidad. Lo mismo se extiende un cheque de 400 millones a Vázquez
Figueroa para una película, que se dilapidan quinientos millones para el carnaval. Mientras, en Santa Cruz, consumimos agua no
potable con dos mil mmhos/cm de
conductividad y se es incapaz de tomar la iniciativa en el tema del agua. Problemas como el Sifón del Barranco de Tamadaya, el Canal de Tágara, o las redes
urbanas que pierden hasta el 50% del agua..., y
los alcaldes del sur de la isla más preocupados
por los repetidores de televisión privada, o el templo del Hermano Pedro, o si el Casino de Playa de Las
Américas lo ponen en Adeje o Arona,...
Mientras tanto, los problemas del agua para abastecimiento humano o para la agricultura continúan en el
congelador, con serias dificultades para
los agricultores y hoteleros; no se construyen las desaladoras; se ha pasado de
proponer desaladoras para el verano del 92 a
desaladoras para el 95 ó 96, posteriormente se incorporan otros problemas técnicos y de financiación; así,
acabaremos con el agua que consume la
agricultura del sur y dejamos resuelto los problemas de los plátanos y tomates ante la U.E dedicando el agua a regar turistas y campos de césped ¡La
modernidad y el espíritu de Maastricht!
1.1. TECNOLOGÍA Y BUROCRACIA
Hace algunos años que la tecnología permite desalar
agua del mar; sin embargo los costes son prohibitivos para la agricultura. Por ello defendíamos, desde la década de los ochenta,
que las urbanizaciones turísticas
construyeran sus plantas desaladoras para evitar entrar en una competencia desleal por el agua entre agricultura y turismo, pues mientras al agricultor el coste del
agua le puede significar, con los
precios actuales, hasta el 40 o el 50% del producto bruto de una explotación, a
un hotelero la factura del agua no le suele alcanzar el 5 %, incluso con agua desalada del mar.
La tecnología también tiene color político. Si bien
hemos pasado en veinte años de
consumir 30 kilovatios para desalar un m3 de agua, a fabricarlo con sólo seis, es decir, a producir un metro cúbico de agua con menos de un litro de fuel
(sistema de osmosis inversa) por otra
parte el que se fabrique por osmosis inversa o por vapor en una planta dual (producción de energía eléctrica y agua), o
en pequeñas desaladoras aisladas tiene claras connotaciones políticas, lo que significa planificar o derrochar.
[…]
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