Este último libro de José Miguel Alzóla
encierra un equívoco inicial: el de su títuío. Porque «La rueda en Gran Canaria», tras la aparente levedad de su denominación, no es sólo una
crónica histórica en que se narran los
episodios relativos a la introducción y desarrollo en nuestra isla de
ese adminículo circular que sustenta a todo medio terrestre de locomoción. Es
también, quizás principalmente, una
evocación fiel, rigurosa y ordenada de la vida en esta isla en todos
aquellos múltiples aspectos que de cerca o de lejos, directa o indirectamente, se relacionan con ese factor
socioeconómico tan decisivo como es el transporte interior. Ello quiere
decir que en las apretadas noticias de sus páginas, a las que no falta nunca el
cercano apoyo del documento, se condensa, un poco a modo contrapun-tístico, un serio fragmento de la historia
económica de Gran Canaria en el largo período que va desde fines del
siglo XVlll hasta los primeros años de la centuria actual.
La obra, que es la cuarta importante que publica su autor —«Iconografía de la Virgen del Pino», en
1960; «Domingo Déniz Grek», en 1961;
«Historia del ¡lustre Colegio de Abogados de Las Palmas de G. C.», en
1966— debe su existencia como libro, con lo que ello comporta de empeño
perdurable, de tarea orgánica, de más noble
ambición, al oportuno consejo de un amigo dilecto. José Miguel Alzóla descubrió al azar de sus pacientes trabajos
de investigador de nuestra pequeña
historia unos cuantos datos curiosos sobre la aparición en la ciudad de sus primeros carruajes. Pensó escribir con ellos algunos artículos para un periódico. El
ilustre profesor Enrique Marco Dorta,
a quien la obra va dedicada, conocedor de sus valiosos hallazgos, le argumentó que era una lástima
confiar a un medio difusivo tan
perecedero una copia de noticias que, aparte su cómica y pintoresca amenidad, eran otros tantos forzados
hitos en cualquier intento de
historiar la vida económica de nuestra región. La pesquisa entonces se sistematizó; el modesto cuadro
proyectado hubo de ensancharse. Un abortado serial periodístico se ha convertido en una obra histórica de perfecta justificación, bien
concebida traza, información
abundante, variada diversidad y altas cualidades formales. Como el lector apreciará, uno de los méritos de
este libro, que realza con ello sus
valores intrínsecamente históricos, es la calidad de su texto, es decir, la gracia fina, el estilo
alígero, la sutil y suave ironía
—que es a la postre, como dijera Gustavo Pittaluga, una forma larvada del amor— la elegante y sobria dicción, la
naturalidad y fluencia narrativas,
todo lo cual convierte un trabajo de arranque temático creíblemente
inameno en una verdadera y ajustada muestra literaria.
Sólo un buen arte de escritor es capaz de vivificar unas estampas como éstas,
que pudieran en principio reputarse inatractivas, pero que vemos luego desfilar
animadas y pespuntadas de gracia ocurrente ante nuestra absorta
atención: el estado de los caminos en una isla secularmente abandonada; la vida
física, municipal y espesa de una diminuta
ciudad provinciana corroída de hastío, quebrantada de atraso y pobreza; las rudimentarias comunicaciones entre los
pequeños núcleos habitados, para los cuales la «corsa», una especie de
entramado de madera entre rastra y trineo, casi constituía una supervivencia
de instrumento neolítico; el expectante arribo de los primeros coches y la sucesión de empresas de servicio público, tras las cuales se dibujan personajes de tan vivos rasgos
como ese Mr. Lustre, director de una
«troupe» ecuestre y gimnástica, que acabó en fallido transportista, etc. etc.
R\ hilo de la enumeración estadística
van surgiendo otros tipos y escenas bien diseñados-, el enciclopédico don flntonio Domenech, guarnicionero
republicano, fabricante de ginebra y licores, agente autopublicitario
de mucho donaire y hasta ocasional autor
dramático; las primeras notas del delirio de velocidad entre los carreteros isleños; la tradicional impuntualidad de
nuestros coches de hora; el primer accidente mortal de circulación, ocurrido en 1861, etc. Para dar paso
finalmente al largo reinado de la tartana, que llena ya muchos años de
la vida del autor y para quien la
remembranza del popular vehículo, tan vinculado a nuestro […]
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