INTRODUCCIÓN
Para
plantear en Cananas el problema de los libertos es necesario hablar del
poblamiento insular, y del por qué de la existencia de un grupo
de población marginal con un status que se imbrica entre los esclavos
y los hombres libres.
La
conquista de Canarias significó la apertura y el camino hacia una nueva tierra
que poblar, en donde debía y había de organizarse una vida
similar a la que imperaba en Castilla. La llegada de los colonos permitió
estructurar una nueva sociedad y crear unos entes urbanos
y rurales para acogerlos. Bien pronto comenzaron los repartimientos
de tierras y aguas a los conquistadores, castellanos o no, y a los
indígenas que se habían mantenido al margen de la lucha o habían pactado
con los conquistadores1. De este modo se empezó a explotar una
tierra que hasta entonces había permanecido virgen. Se roturaron prados,
se rozaron bosques y se plantaron malpaíses. La tierra dio fruto
y en poco tiempo cambió la fisonomía del paisaje.
Al
mismo tiempo se repartieron solares en las zonas elegidas para
levantar las incipientes villas y ciudades. Tirados sus planos a cordel,
se ubicaron en lugares seguros, a orillas de pequeños arroyos, cerca del mar o
a su abrigo. En un breve espacio de tiempo las islas, con
el avance de las nuevas técnicas, pasaron de una economía y una sociedad
neolítica a otra renacentista. Sus sistemas de gobierno se asemejaron a los
europeos; se crearon concejos al frente de los cuales estaban los gobernadores
y adelantados, bien se tratara de Gran Canaria o de Tenerife; con estos
cabildos o regimientos se reguló la nueva vida y se dictaron leyes y ordenanzas
que permitieran adecuar la sociedad.
Junto
a los gobernadores llegaron los obispos y órdenes religiosas.
Los obispos, nombrados por la corona, trasladaron la sede desde las islas de
señorío -Lanzarote y Fuerteventura- a la realenga de Gran Canaria.
A su amparo se creó y edificó la catedral y con ella apareció su
cabildo y acuerdos para regular la vida religiosa y las rentas eclesiásticas.
Las órdenes religiosas con su afán de catequización y de vida
contemplativa, fundaron sus monasterios e iglesias en terrenos cedidos
dentro de las recién creadas ciudades.
El
problema religioso planteado por los judíos, las malas conversiones de los
indígenas y de otros grupos humanos, hace que se cree en
el archipiélago el tribunal del Santo Oficio con sede en Las Palmas, que
ya desde 1 493 empieza a funcionar como tribunal sufragáneo de Sevilla2.
Años
más tarde, en 1 527, se crea la Audiencia con sus jueces de apelación
para entender en los pleitos y litigios que se plantearan en Canarias3.
Al
amparo de este vertiginoso crecimiento que se operaba en Canarias,
con las primeras ciudades que Castilla creó en ultramar, llegaron
los diferentes grupos humanos que iban a conformar la incipiente sociedad.
Cada uno con su particularidad en función de sus intereses.
No
todos los pobladores llegaron de fuera, pues ya en las islas existía
un grupo numeroso, los indígenas. Estos, esclavizados unos y liberados
otros, los que pudieron quedarse y no fueron trasladados a los mercados
peninsulares, se dedicaron a sus antiguas costumbres, en
especial a la cría y cuidado del ganado menor; otros aprendieron el arte
de cultivar la tierra y colaboraron con los demás pobladores a arrancarle
su fruto en beneficio y provecho de la nueva república. Entre
ellos existían diferencias; las mujeres mezcladas con los conquistadores
alcanzaron un status social más elevado; los que permanecieron apegados a sus
anteriores pertenencias vivían alejados en zonas donde no había poblados por lo
cual su integración fue más difícil4.
El
resto de los pobladores tenían un origen diverso y por ello debe matizarse
el por qué de su llegada. Unos llegaron con afán de conquista y lucro; otros
atraídos por la explotación de nuevas tierras y cultivos; los
más llegaron con objeto de comerciar, intercambiando materias primas por
productos manufacturados; también los hubo a quienes las
islas se les presentaba como un refugio providencial en su […]
1. SERRA
RAFOLS, E.: ¿as datas de Tenerife, La Laguna, 1976.
LOBO CABRERA, M. Y RODRÍGUEZ, A.: La
Inquisición en Canarias, (en prensa).
2. LA ROSA OLIVERA, L.: La Real Audiencia de Canarias. Notas para su
estudio, en
«Estudios Históricos sobre las Cananas Orientales», Las Palmas, 1978, pp.
51-107.
«Estudios Históricos sobre las Cananas Orientales», Las Palmas, 1978, pp.
51-107.
3. SERRA
RAFOLS, E.: La repoblación de las islas Canarias, «Anuario de Estudios
Me
dievales», 5, Barcelona, 1968, pp. 409-428 LOBO CABRERA, M.: Los indígenas
tras la conquista. Comportamiento y mentalidad a través de los testamentos, (en
prensa).
dievales», 5, Barcelona, 1968, pp. 409-428 LOBO CABRERA, M.: Los indígenas
tras la conquista. Comportamiento y mentalidad a través de los testamentos, (en
prensa).
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