ilustrísimo señor alcalde, magnífico y excelentísimo señor rector, excelentísimos e ilustrísimos
señores, señoras y señores, queridos conciudadanos:
Tengo setenta años, de los cuales he pasado los últimos
cuarenta en La Laguna, unos veinte en Santa
Cruz de La Palma y los diez primeros en
Garafía, aunque Tazacorte, La Orotava y
Puntagorda me acogieron, transitoriamente, como maestro de primera enseñanza. Con sensibilidad generosa para los
males de esta diáspora residencial, el gobierno democrático de la Ciudad de La Laguna ha decidido otorgar a este peregrino de residencias el título de Hijo
Adoptivo, el título de naturalización, el
título de ciudadano lagunero, esto es, el
derecho a integrarme en su historia, en su cultura, de la que me siento partícipe. O, en otras palabras, me han sido otorgados los derechos naturales de ciudadano
de La Laguna.
Durante sesenta años he vivido trasterrado. Pero he aquí que, de pronto, nazco como ciudadano libre de
la ciudad democrática de La Laguna. Y, más allá
del acuerdo de la Excma. Corporación, más
allá de este documento de identidad, lo que
realmente se me confiere es una identidad […]
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