PROLOGO
la literatura de viajes, singularmente la de tiempos pasados, goza hoy de un creciente interés por parte de los lectores. Por ello, cabe preguntarnos sobre
el origen de este interés —y,
paralelamente, sobre lo que pretendieron
los autores— para averiguar si, a pesar del tiempo que separa aquéllos de éstos, hay algún punto de coincidencia entre la
expectativa que atrae el interés de los primeros y
la intención que motivó la inspiración
de los segundos. De existir tal
coincidencia, resulta vital para la supervivencia de la obra, porque el sostenido interés del lector, y no otra cosa, es lo que confiere permanente vitalidad al impulso creador del que escribe. Por encima
del tiempo, se mantiene una especie de tensión
entre lo que espera el lector y lo que ha ofrecido el autor. Posiblemente, en ningún otro género literario se produce, de manera tan clara, esta
relación que nace, fundamentalmente, de actitudes profunda e ineludiblemente humanas, definidas,
quiérase o no, por ideas
preconcebidas de una y otra parte, ya
que la plena y pura objetividad es casi inalcanzable virtud sobrehumana.
Hay, claro está, viajeros y viajeros; pero, casi sin
excepción, todo el que viaja siente en su
interior el recóndito afán de contar, más tarde, lo que ha visto. La mayoría no pasa de ahí; pero una minoría, selecta minoría, plasma por escrito sus
observaciones y, aún mejor, sus
descubrimientos. El viajero escritor —y, mucho más, el
escritor viajero— sale de su casa predispuesto a
descubrir algo nuevo en su punto de destino,
pero sólo los verdaderos y raros descubridores, movidos de positivo interés, de penetrante curiosidad, de
aguda visión y de libérrimo espíritu crítico y
analítico, logran genuinos descubrimientos. Los más, llevan, a
priori y dentro de sí, sus futuros
"descubrimientos", ven lo que
otros han visto y descubren lo que otros
han descubierto.
Estos últimos son los que defraudan las expectativas del consciente lector de relatos de viajes
que, en el mejor de los casos, desea
apagar su sincera sed de objetividad, especialmente cuando se trata de descripciones pretéritas de su propia tierra. Busca este
lector la desapasionada visión ajena, la crítica ponderada,
el análisis justo, el cómo y el por qué de
cada hecho, en un intento de
precaverse contra sus pro-[…]
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