jueves, 6 de junio de 2013

LAS ENFERMEDADES DE LOS ABORIGENES CANARIOS





PROLOGO
¿Por qué "ahora" un libro sobre la patología osteo-articular de los aborígenes de Cañarías?
Quizás sea la primera pregunta que se puede hacer el amable lector, que hojee estas pocas páginas de este prólogo, que debe estar destinado principalmente para no ser leído, pues no es importante ni pretende serlo.
Los actuales habitantes de Canarias, son un pueblo joven, si con eso se quiere entender que proceden en buena parte de esos aborí­genes, que hace escasamente 500 años poblaban las islas. Es difícil saber su número, por su nomadismo y trashumancia dentro de cada isla, pero se puede aventurar el número de unos 40.000 en todo el Archipiélago al comienzo del siglo XVI.
En escasas veinte generaciones, contando los venidos defuera y la continuay sangrante emigración hacia América, podemos calcular que en esta década defines del siglo XX, se aproximen a 1.600.000, es decir, que en cinco siglos, en veinte generaciones, los canarios se han multiplicado por 40.
Reflexionaba hace unos años, preguntándome: pero los cana­rios ¿quiénes somos?
Etimológicamente parece no ofrecer ninguna duda: los cana­rios seríamos... los oriundos de las Islas Canarias. Pero, como tantas veces ocurre, "los árboles no nos dejan ver el bosque ". ¿A qué origen podríamos referirnos?
¿Al remoto de los guanches del Cro-Magnon o la otra raza de mediterranoides, a los castellanos de la conquista, o a andaluces, lusi­tanos y extremeños que los acompañaron? ¿Quizá a vascos, catalanes,
gallegos y asturianos que en sucesivas oleadas, durante la inmediata colonización americana, decidieron por diversas circunstancias termi­nar su aventura en estas islas? ¿ O nos tendríamos que referir también a dispares nacionalidades y razas, como holandeses e italianos, judíos o malteses, portugueses, franceses e ingleses, que se sintieron atraídos o necesitados de las florecientes rutas comerciales isleñas? ¿ O al origen, por último, de los miles de peninsulares, funcionarios civiles y milita­res, técnicos y obreros cualificados, comerciantes o vendedores ambu­lantes, soldados que no regresaron al finalizar su servicio militar, que a lo largo y ancho de este siglo han aumentado deforma importante y estable la demografía regional. ¿Cuándo aceptaríamos la denomina­ción de oriundos en tercera, en segunda o en primera generación?
Y si por el contrario los consideramos como residentes, mora­dores o vecinos de las Islas ("no se es de donde se nace, sino de donde se pace ", según dicho popular), ¿a partir de cuántos años se les daría digamos la "titulación"? ¿Dos, cuatro, diez o más años...? Desde otros aspectos, ¿es que podemos aseverar con certeza que son "más" canarios los que sus antecesores se pierden en la bruma de la conquista que los que han nacido aquí en esta generación? ¿O los que entre los primeros se desentendieron por traslado u otras causas de su tierra natal frente a los últimos arraigados deforma definitiva?
Ambos enfoques son ciertos, aunque existe una tercera dimen­sión, además de una genética de mayor o menor pureza o de la de simple morador en lejana o cercana época, y es la vivencial de ser canario. Nuestro entorno insular, de relativa dimensión, de tal modo que en nuestro cotidiano quehacer, azul, verde y marrón, la montaña y el mar, nos envuelven permanentemente, estemos en la ciudad o en el campo, en nuestras casas o en el trabajo, y el clima suave, nos invita y obliga aún más a esta convivencia, a esta identificación con la Natura­leza. Además, nuestras costumbres y el lenguaje, la alimentación y el folklore son sencillos, porque en definitiva el ser canario es una geovivencia íntima, pero simultáneamente comunitaria.
El ser canario es identificarse poco apoco con todo ello y luego
dejarse llevar por su íntima cadencia, al mismo tiempo que estar dis­puesto a desarrollar y defender esta comunidad, abierta permanente­mente, como la Historia lo ha demostrado, a la amistad, convivencia y laboriosidad.
Situados ya en el complejo concepto de la "canariedad" es fácil comprender la razón de un libro de investigación, como el que el lector tiene en sus manos, en busca de huellas claras de nuestros ante­pasados que, valoraciones psico-bio-sociales, sitúan su presencia en un 66% por lo menos, del pueblo canario actual.
Las huellas de un pueblo desaparecido como tal, se buscan en la paleontología, y en las múltiples ramas de esa ciencia que estudia el pasado lejano, destaca la paleopatología, que aborda las enfermeda­des que padeció un determinado grupo humano. Al pasar el tiempo, quedan signos imperecederos en sus restos, en sus esqueletos, material muy abundante en nuestro medio, dado las escasas centurias que nos separan de ese habitat aborigen.
Por eso, el estudio de lapatología osteo-articular, es tanfiínda-mental en la paleopatología, y nadie mejor para abordarlo que un doctor en Medicina y especialista en las enfermedades óseas, tanto infecciosas, tumorales, metabólicas como traumatológicas, que ade­más es un antropólogo y gran historiador de nuestro pueblo, como Carlos García García.
Este campo científico ha sido hasta la fecha escasamente abor­dado con rigor, solamente se puede citar, a los Drs: Verneau, Chil, Bethencourt Alfonso, Bosch Millares, Diego Cuscoy y Schwidetzky.
La investigación de Carlos García García, con gran amplitud de material, estudio estadístico serio, claridad expositiva y gran respe­to a la objetividad, llena un gran vacío y aporta además nuevos conocimientos que no se circunscriben solamente sobre lapatología del "guanche ", sino también sobre aspectos de su "habitat "y sobre las costumbres de nuestros antepasados insulares.
Destaca la comprobación por las huellas óseas, que las extre­midades inferiores, muy desarrolladas, eran el arma poderosa de su propia supervivencia ya que, por la necesidad de la trashumanciay lo accidentado del terreno, el desarrollo muscular era básico.
Por último, los datos sobre la alimentación equilibrada y la ausencia de patología ósea atribuible a la lepra y sífilis, rubrican la brillantez del estudio.
Después de la lectura de este libro de investigación, me siento más canario que antes, independiente de ser morador o con escasos signos genéticos, lo soy vivencialmente, que a la postre significa seguir trabajando con ilusión en defensa de esta Comunidad Atlántica.
Victoriano Ríos Pérez Presidente del Parlamento de Canarias


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