miércoles, 5 de junio de 2013

FRANQUISMO Y TRANSICION POLITICA





INTRODUCCIÓN
El franquismo empieza en Canarias
La Historia Popular de Canarias alcanza con la presente publicación los tiempos actuales. De esta forma, traspasa las fronteras establecidas académica y, por supuesto, convencionalmente para la denominada histo­ria contemporánea, y se transforma, en parte, en síntesis analítica de la realidad canaria de nuestros días. Una realidad que muchos hemos vivido no como historia, sino como biografía personal, y que para muchos supo­ne, en lo que a la etapa franquista se refiere y por variadas y puede que contrapuestas razones, un recuerdo de vivencias dramáticas o, cuanto menos, conflictivas.
Desde tales presupuestos conceptuales, esta obra pretende divulgar lo más importante y significativo para Canarias de los dos períodos anun­ciados en su título. Y quiere hacerlo de forma coherente con los trabajos anteriores de la Historia Popular, desde su condición de aportación crono­lógica última, tanto por la época estudiada como por el tiempo en que el estudio se ha elaborado. Lo cual supone que ha tomado como referencia inmediata los volúmenes anteriores, en particular los dedicados a la histo­ria contemporánea de Canarias.
La exposición se distribuye en partes, que, o bien corresponden dife-renciadamente a las dos etapas que estudia, por tratarse de cuestiones nítidamente separadas, o bien las abordan conjuntamente, debido a su continuidad en el tiempo. Así sucede, por ejemplo, con el golpe de Estado franquista, en el primer caso, o con la cultura, la población o la economía, en el segundo. Por otra parte, el trabajo se fundamenta en un esfuerzo in­vestigador propio, desarrollado prácticamente al mismo tiempo que desaparecía el régimen franquista y se producía la transición política, pero también en un estado de la cuestión, que toma como base las aportacio­nes más relevantes sobre la época analizada en aquellas cuestiones que no hemos investigado directamente, aportaciones que, en todo caso, siempre son citadas en el texto e incluidas en la reseña bibliográfica final, porque la índole del trabajo no nos ha permitido el uso de notas.
En particular, somos deudores del profesor J. A. RODRÍGUEZ MAR­TÍN no sólo en lo referente a la economía, sino en algunas de las ideas que exponemos sobre la problemática económica y social canaria, tanto actual como futura. Los profesores M.C. AROZENA ABAD, A. DÍAZ DE LA PAZ, JA GARCÍA ROJAS, S. PERAZA PADRÓN y R.E. RAPP LUZ, y el licencia­do en Historia del Arte O.S. MEDINA MARTÍN nos facilitaron un material valioso e imprescindible, bibliografía y datos. A todos ellos nuestro recono­cimiento y nuestra gratitud.
Es evidente, y no es necesario recordar a TOYNBEE, que la historia de Canarias, como toda historia, para ser inteligible y explicada tiene que ser continuamente referida a realidades exteriores, influyentes en ella e influidas por ella misma. En este sentido, y como veremos después, el franquismo significó para nuestro archipiélago, entre otras cosas, un avan­ce muy importante de las relaciones sociales y económicas con el resto del Estado, hasta hacerlas comparables a las relaciones políticas que ya existían; y también significó un notable incremento de la influencia ejercida por el conjunto estatal en las islas.
Pero lo anterior no debe hacernos olvidar la referencia exterior inicial que se produce al principio de la etapa. Porque el franquismo, en la mate­rialidad de los hechos, comienza en Canarias. Canarias queda desde un primer momento en la zona controlada por los generales y el ejército gol-pistas, conjuntamente con las regiones españolas social y económica­mente más atrasadas, de menor presencia obrera y fuerza política y elec­toral izquierdista, de mayor peso específico campesino.
Naturalmente, la sociedad canaria de entonces no estaba en condi­ciones de servir de baluarte de la democracia, de resistir a un golpe de Es­tado fraguado impunemente en su territorio y acometido puntualmente con medios sobrados. La errónea política de los dos Gobiernos del Frente Popular, que se suceden desde el 19 de febrero hasta el 18 de julio de 1936, de desplazar del centro, entendido como un escenario estratégico favorable para la subversión armada, a los generales considerados peli­grosos, política que lleva a Franco a Canarias, más cerca del ejército afri­cano, permite que los preparativos del golpe de Estado y los contactos precisos se realicen con absoluta comodidad. A lo que se une la impru­dente actitud de los Gobernadores Civiles, que no atienden las adverten­cias repetidas que se les hacen llegar sobre los indicios golpistas que se detectan en ambas provincias canarias. Todo ello facilita, como señala el profesor O. BRITO, el amplio margen de maniobra de los franquistas, que controlan a autoridades y líderes políticos, someten o eliminan a los inte­grantes del ejército o las fuerzas de orden público que no secundan clara­mente sus propósitos, y hacen inútil cualquier intento de resistencia cuan­do el golpe finalmente se produce.
Porque la resistencia democrática en Canarias en esos primeros mo­mentos es simplemente anecdótica, y es reprimida con una tremenda con­tundencia y eficacia. Y así, una sociedad con niveles significativos de anal­fabetismo y dependiente de poderes sociales de fundamentación económica y religiosa tradicional, una sociedad frágil e invertebrada, con un componente rural muy intenso, que había permanecido en gran parte al margen de los cambios institucionales y la incipiente modernidad social que la segunda experiencia republicana española había supuesto, una so­ciedad con una percepción muy limitada de los beneficios sociales deriva­dos del régimen republicano y muy consciente de la lejanía e incertidum-bre de muchas de las promesas de cambio de este régimen, sucumbe en primer lugar al golpe de Estado y sirve de segura retaguardia a las fuerzas golpistas autoritarias, a las fuerzas de la reacción.
De esta forma, Canarias, junto al resto del Estado, inicia un período autoritario de treinta y nueve años, que da paso, una vez que se produce la desaparición del dictador, a un proceso de transición hacia formas políti­cas de democracia pluralista. Una transición que permite, a su vez, que los procesos de cambio social y económico alcancen niveles de notable in­tensidad, que se produzca la transformación institucional y se fundamente el poder político en elecciones competitivas. Una transición que permite que se manifiesten de nuevo fenómenos sociopolíticos reprimidos en la etapa anterior, tales como el nacionalismo, en su doble expresión de las ideas y de la praxis políticas, pero también que revela la persistente sub­sistencia de un problema canario tan radical como es el enfrentamiento sociopolítico entre las dos islas capitalinas, enfrentamiento que traspasa toda la sociedad y la política canarias y al que, desgraciadamente, es ne­cesario referir parte de nuestra andadura como pueblo individualizado en cuanto tal.
Una transición, en suma, que, a pesar de este enfrentamiento interno, nos permite abrigar fundadas esperanzas de que es posible, y no sólo ne­cesaria, la construcción de un futuro común y solidario para todos los canarios en la libertad y en la democracia. Y de que ahora el pueblo cana­rio, lejos de servir de retaguardia a franquismos vencedores, sabrá resol­ver acertadamente sus seculares problemas y escoger de entre las gran­des opciones sociopolíticas y económicas que tiene planteadas aquéllas que le sean más beneficiosas. Esa es la única conclusión posible de nues­tra Historia Popular y la ilusionada esperanza que nos anima al redactar las páginas que siguen.


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