AL LECTOR: UNAS PALABRAS
Esta Historia de Canarias de J.M. Castellano
Gil y F.J. Macías Martín es una invitación para
conocer mejor nuestras Islas. No se trata de un texto erudito, aunque esté escrito con profesionalidad y con rigor,
sino de un libro de divulgación histórica. Va
dirigido, además, al visitante, al viajero, al
turista que desea encontrar en nuestras playas y, desde luego, en nuestros montes y en nuestra singular geografía un
lugar de descanso y de regocijo. Por ello
es razonable que haya sido redactado con estilo directo y sencillo y que, en sus apretadas páginas, trate de
sintetizar algunos de los rasgos más
llamativos de nuestra historia canaria.
La tarea no ha sido fácil. Muchos de los problemas
históricos esbozados en este libro han
suscitado, y lo continúan haciendo en la actualidad, un profundo debate entre diversos especialistas, canarios
y foráneos. El origen y la llegada a las Islas
Canarias de la población prehispánica, su
cultura material y espiritual, el proceso de conquista y colonización
cristiana, corno uno de los rasgos de expansión del Viejo Mundo -Portugal y
Castilla- hacia Occidente, precedente glorioso del Descubrimiento de América y
vivero donde se ensayaron multitud de realidades económicas, sociales e
institucionales que se desarrollarían, inmediatamente después, en el Nuevo
Mundo, son aspectos que, como decíamos,
interesan vivamente a los historiadores.
Otro conjunto de hechos que, asimismo, poseen especial relevancia es el que hace referencia al Archipiélago como
enclave o encrucijada internacional, como
punto de encuentro y cruce de caminos. Las islas Canarias fueron, durante
siglos, objeto de codicia entre las potencias europeas. Uno de los monarcas
españoles más "modernos", Felipe II, envió a las Islas, para organizar su defensa, a uno de sus mejores
ingenieros militares, el italiano
Leonardo Torriani, quien, aparte de su meritoria labor técnica, nos dejó un interesante testimonio de las
Canarias del siglo XVI. Pero, a la postre, se comprobó que la mejor defensa
de las Islas era su propio pueblo, las
milicias populares que, similares también a las milicias indianas, orlaron con páginas heroicas la
Historia de Canarias.
Mas, también las Islas conocieron de la penetración
pacífica de los intereses foráneos, en
profundo intercambio, aunque desigual, con los locales. Toda la historia económica de Canarias gira en torno a la
exportación a Europa de un determinado
producto agrario dominante. Nuestros vinos fueron alabados, en diversas ocasiones, por el mismísimo Shakespeare,
el canary sack, dulce y fuerte. Nuestra grana sirvió, durante los años centrales del siglo XIX, para teñir los trajes de las mujeres europeas, y nuestros plátanos, más
tarde y en virtud, al principio, de la inversión económica europea,
especialmente británica, constituyeron el postre predilecto de muchos hogares de Europa.
Pero Canarias también es un poco americana. Uno de
nuestros economistas más enjundiosos,
José Murphy y Meade, de origen Mandes, les recordaba, a comienzos de la década de 1820, a las Cortes
españolas que las Islas se parecían más
a una provincia americana que a una peninsular, aunque pasaban por adyacentes. Se trataba, en aquellos momentos, de buscar una alternativa al viejo sistema de
privilegios del que, desde los instantes primeros
de su incorporación a la Corona de Castilla, había gozado Canarias. Se quería, en 1821, sentar las bases que condujeron
al régimen singular de Puertos Francos (1852), no
como una nueva regalía, sino como una
estrategia de supervivencia.
Canarias también es un poco americana por su
estructural emigración al Nuevo Mundo.
Venezuela, Uruguay, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo..., y tantos otros países hermanos conocieron, y conocen, de
la labor humilde de infinitos isleños que,
a través del tiempo, cruzaron el Océano en
busca de El Dorado. Entre los canarios de América se cuentan, por centenares, personajes ilustres de luenga
historia y, desde luego, muchos, muchísimos más seres "sin
historia", oscuros inmigrantes, que, en el anonimato de su labor, contribuyeron a fundar pueblos y ciudades y a dejar su huella en la cultura americana.
Pero, amable lector. No sería bueno ni conveniente
hacer de estas palabras preliminares, por
demás innecesarias, un estudio profundo de los rasgos dominantes de la historia de nuestras Islas. Canarias, por su privilegiada situación entre tres continentes, por
su origen africano, su cultura europea y
su alma americana, por las singularidades de su clima, su orografía,
su fauna y su flora, con multitud de especies endémicas, ha
interesado, durante mucho tiempo, a infinidad de viajeros y estudiosos
venidos de los más apartados rincones del
Globo. Sin duda, el mejor homenaje que
podamos hacerles a nuestras Islas es contribuir a conservar sus bellezas, que
nos pertenecen a todos.
Este libro y, también, este prólogo, terminan como,
tal vez, debieron haber empezado, hablando de
Canarias en la Mitología. Otro tema hermoso y atrayente que nos hace meditar, entre otras leyendas, sobre La
Atlántida y San Borondón, dos grandes
mitos que tienen en el Archipiélago carta de naturaleza histórica. Basta
recordar, en este sentido, la expedición armada que, desde
Tenerife, se hizo para la conquista de la inexistente San Borondón, en la primera mitad del siglo XVIII. Quizás este viejo espíritu de aventura pueda ser revivido por el viajero al
recorrer los diversos vestigios
históricos que, milagrosamente, han resistido el paso del tiempo.
Estas Islas, siete estructuras volcánicas emergidas
del fondo del Océano, te invitan a
recorrerlas y a disfrutarlas. Con este libro te invitamos nosotros a conocer y a disfrutar algo de su rica y
apasionante historia.
Manuel de Paz-Sánchez Historiador
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