domingo, 2 de junio de 2013

EL VIAJE DEL ASTRONOMO Y NATURALISTA LOUIS FEUILLÉ A LAS ISLAS CANARIAS






PRÓLOGO
Nos llena de satisfacción que el precioso e interesante manuscrito del segundo viaje de Feuillée (1660-1732), a las Is­las Canarias en 1724, vea finalmente la luz, después de trans­curridos más de dos siglos y medio de su redacción, gracias a la labor investigadora de Miguel Ángel Puig-Samper y Francisco Pelayo, que con rigor y exactitud han llevado a cabo su traduc­ción y los comentarios correspondientes, contando con la impres­cindible colaboración de la Biblioteca Central del Museo Nacional de Historia Natural de París, donde se halla depositado dicho manuscrito, parcialmente reseñado con anterioridad en la ilustrativa obra de A. Herrera Piqué (1987).
Por otra parte, hay que destacar que la curiosidad de su autor, junto a sus inquietudes científicas y viajeras hicieran de­rivar sus pesquisas y obligaciones a variados campos de la his­toria y naturaleza de las islas, combinando sus matemáticas observaciones astronómicas, con un perfil insular, la vestimen­ta de un pescador, animales y plantas..., todo lo cual ha dado la posibilidad de poder disponer, hoy, de información de primera mano acerca de la situación y características del Archipiélago en el primer cuarto del siglo XVIII, período escaso en noticias e informaciones científicas.
Sus peripecias por América, Europa, el Mediterráneo o las Islas Canarias, nos llevan a pensar en otros ilustres e inquietos personajes, como G. Fernández de Oviedo (1478-1557) o el pa­dre Acosta (1532-1599), que en pleno siglo XVI llevan a cabo una apasionante actividad intercontinental, particularmente el primero de ellos, con notables contribuciones a la historia de las Indias, en especial a la Natural.

A Feuillée podemos considerarlo uno de los precursores de la actividad científica en las islas, donde ya se había generado, desde el mismo momento de la definitiva Conquista (1402) una importante bibliografía local, que supera rápidamente las esca­sas noticias escritas antes del siglo XV, de variado contenido, pero predominando las históricas y las referencias al mundo aborigen, mientras que escasean las noticias relacionadas con la historia natural del Archipiélago. Destacan entre otros tra­bajos anteriores a Feuillée, los de Bontiery Le Verrier, Espinosa, Abreu Galindo, Viana, Cairasco,... con la notoria salvedad, en cuestiones científicas, de los resultados del viaje de Torriani a Canarias, a fines del siglo XVI, motivado por la necesidad de fortalecer las distintas islas frente a los ataques piráticos. En el manuscrito redactado a raíz de dicho viaje se incorporan im­portantes apuntes de carácter más "científico" (erupción de Tacande, en La Palma y la identificación del árbol santo o garoé, de la isla de El Hierro entre ellas). El resto de información cien­tífica anterior a Feuillée, aparte del citado cremonés Torriani, es fragmentario, o de carácter iconográfico especialmente en re­lación al drago (Durero, c. 1503; I' Ecluse, 1576), descriptivo y con notables alusiones al paisaje (Fructuoso, fines del s. XVI), herborizaciones (J. Cunningham, 1698), taxonómico-iconográ-fico (Plukenet, 1690 a 1694),... mientras que con posterioridad a su viaje y en relación con el creciente interés que han despertado las colonias americanas para diferentes potencias extranjeras, se incrementan notablemente las visitas científicas a las islas, casi siempre con escala, pero que no obstante van aportando notables contribuciones a diversos aspectos, entre los que a modo de ejemplos pueden indicarse: astronómicos (Borda, 1771), bo­tánicos (Humboldt & Bonpland, 1799), etc..., actividades que se continúan, en los siglos siguientes, hasta la actualidad.
Este nuevo documento, que hoy podemos disfrutar, viene a llenar un vacío significativo en la historia del Archipiélago y servirá de trabajo a futuras investigaciones por la riqueza de matices e informaciones que nos brinda.
Aunque Feuillée realizó una importante contribución a la botánica canaria, al dibujar del natural algunos de sus nota­bles endemismos, entre los que destaca la violeta del Teide, posteriormente publicada válidamente según las normas científi­cas por Humboldt y colaboradores, no fue el primero en hacerlo como se le ha querido atribuir. Varias decenas de dibujos, de plantas canarias, en su mayoría endémicas, fueron dadas a co­nocer por Plukenet en su notable Phytographia (Francisco-Or-tegay Santos, 1994), Commelin (1697y 1701) e incluso antes de estas fechas contamos al menos con un dibujo, realizado en Ca­narias, único pero de importantísimo valor documental como fue la rama del árbol "garoé", ejecutado por Torriani, que nos permite asegurar sin ninguna duda, su identificación con el til o tilo (Ocotea foetens), siendo aun más antiguos algunos dibujos de dragos, entre ellos el de Ch. de I'Ecluse (1576).
Lamentablemente, a pesar de que nuestro protagonista estuvo varios meses en el Archipiélago, parece que sólo realizó los dibujos de plantas canarias que se muestran en esta obra, muchos de ellos correspondientes a endemismos (cerraja, verodes, violeta del Teide...), otros a plantas nativas (beleño, tedera...) y otros a especies exóticas como la papa o el amor seco, perfecta­mente identificables por su fidelidad y calidad. También llevó a cabo algunas herborizaciones, conservadas en su mayoría en los herbarios parisinos. Es probable que igualmente contribuye­ra a la introducción de algunas plantas canarias en los jardi­nes reales, cuya popularidad, en esas y anteriores fechas, está documentada para diversos establecimientos (jardines botáni­cos, colecciones privadas) de otras ciudades (Londres, Leiden, Amsterdam, Montpellier...).
Contribuciones como ésta, que nos brindan la oportuni­dad de poder acceder a manuscritos largamente olvidados o casi inaccesibles, son siempre bienvenidas y disfrutadas, cosa de agra­decer a quienes las han hecho posibles en beneficio de un mejor conocimiento de nuestra cultura.
Amoldo Santos Guerra


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