PRÓLOGO
Nos llena de satisfacción que el precioso e
interesante manuscrito del
segundo viaje de Feuillée (1660-1732), a las Islas Canarias en 1724, vea finalmente la luz, después
de transcurridos más de dos siglos y
medio de su redacción, gracias a la labor investigadora de Miguel Ángel Puig-Samper y Francisco Pelayo, que con rigor y exactitud han llevado a cabo
su traducción y los comentarios
correspondientes, contando con la imprescindible colaboración de la Biblioteca Central del Museo Nacional de Historia Natural de París, donde se halla
depositado dicho manuscrito,
parcialmente reseñado con anterioridad en la ilustrativa obra de A. Herrera Piqué (1987).
Por otra parte, hay que destacar que la curiosidad
de su autor, junto a sus inquietudes científicas y viajeras hicieran derivar sus pesquisas y obligaciones a variados campos
de la historia y naturaleza de las islas, combinando sus
matemáticas observaciones astronómicas, con
un perfil insular, la vestimenta de
un pescador, animales y plantas..., todo lo cual ha dado la posibilidad de poder disponer, hoy, de información
de primera mano acerca de la situación y características del Archipiélago en el primer cuarto del siglo XVIII, período escaso en noticias e informaciones científicas.
Sus peripecias por América, Europa, el Mediterráneo
o las Islas Canarias, nos llevan a
pensar en otros ilustres e inquietos personajes, como G. Fernández de Oviedo (1478-1557) o el padre Acosta (1532-1599), que en pleno siglo XVI llevan a cabo una apasionante actividad
intercontinental, particularmente el primero de ellos, con notables contribuciones a la historia de las Indias,
en especial a la Natural.
A Feuillée podemos considerarlo uno de los precursores de la actividad científica en las islas, donde ya se
había generado, desde el mismo
momento de la definitiva Conquista (1402) una importante bibliografía local, que supera rápidamente las escasas noticias escritas antes del siglo XV, de variado contenido, pero predominando las históricas y las referencias
al mundo aborigen, mientras que escasean las noticias relacionadas con la
historia natural del Archipiélago. Destacan entre otros trabajos anteriores a Feuillée, los de Bontiery Le
Verrier, Espinosa, Abreu Galindo,
Viana, Cairasco,... con la notoria salvedad, en cuestiones científicas, de los resultados del viaje
de Torriani a Canarias, a fines
del siglo XVI, motivado por la
necesidad de fortalecer las distintas islas frente a los ataques piráticos. En
el manuscrito redactado a raíz de
dicho viaje se incorporan importantes
apuntes de carácter más "científico" (erupción de Tacande, en La Palma y la identificación del árbol
santo o garoé, de la isla de El
Hierro entre ellas). El resto de información científica anterior a Feuillée, aparte del citado
cremonés Torriani, es fragmentario, o
de carácter iconográfico especialmente en relación al drago (Durero, c. 1503; I' Ecluse, 1576), descriptivo y con notables alusiones al paisaje
(Fructuoso, fines del s. XVI), herborizaciones (J. Cunningham, 1698), taxonómico-iconográ-fico (Plukenet, 1690 a 1694),... mientras que con
posterioridad a su viaje y en
relación con el creciente interés que han despertado las colonias americanas para diferentes potencias
extranjeras, se incrementan notablemente las visitas
científicas a las islas, casi siempre con
escala, pero que no obstante van aportando notables contribuciones a diversos aspectos, entre los que a modo de ejemplos pueden indicarse: astronómicos
(Borda, 1771), botánicos (Humboldt & Bonpland, 1799), etc..., actividades
que se continúan, en los siglos siguientes, hasta la actualidad.
Este nuevo documento, que hoy podemos disfrutar,
viene a llenar un vacío significativo
en la historia del Archipiélago y servirá de trabajo a futuras investigaciones por la riqueza de matices e informaciones que nos brinda.
Aunque Feuillée realizó una importante contribución a la botánica
canaria, al dibujar del natural algunos de sus notables endemismos, entre los que destaca la violeta del Teide, posteriormente
publicada válidamente según las normas científicas por Humboldt y colaboradores, no fue el primero en hacerlo como se le ha querido atribuir. Varias decenas de
dibujos, de plantas canarias, en su mayoría endémicas, fueron dadas a conocer por Plukenet en su notable Phytographia
(Francisco-Or-tegay Santos, 1994),
Commelin (1697y 1701) e incluso antes de estas fechas contamos al menos con un dibujo, realizado en Canarias,
único pero de importantísimo valor documental como fue la rama del árbol "garoé", ejecutado por Torriani, que
nos permite asegurar sin ninguna duda, su identificación con el til o tilo (Ocotea foetens), siendo aun más antiguos
algunos dibujos de dragos, entre
ellos el de Ch. de I'Ecluse (1576).
Lamentablemente,
a pesar de que nuestro protagonista estuvo
varios meses en el Archipiélago, parece que sólo realizó los dibujos de
plantas canarias que se muestran en esta obra, muchos de ellos correspondientes a endemismos (cerraja, verodes, violeta del Teide...), otros a plantas nativas
(beleño, tedera...) y otros a
especies exóticas como la papa o el amor seco, perfectamente identificables por su fidelidad y calidad.
También llevó a cabo algunas herborizaciones, conservadas en su mayoría
en los herbarios parisinos. Es probable que
igualmente contribuyera a la introducción de algunas plantas canarias
en los jardines reales, cuya popularidad,
en esas y anteriores fechas, está documentada
para diversos establecimientos (jardines botánicos, colecciones privadas) de otras ciudades (Londres, Leiden, Amsterdam, Montpellier...).
Contribuciones como ésta, que nos brindan la
oportunidad de poder acceder a
manuscritos largamente olvidados o casi inaccesibles, son siempre bienvenidas y disfrutadas, cosa de agradecer a quienes las han hecho posibles en beneficio
de un mejor conocimiento de
nuestra cultura.
Amoldo
Santos Guerra
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