jueves, 6 de junio de 2013

GRAN CANARIA Y LOS CANARIOS





INTRODUCCIÓN
La prehistoria de Gran Canaria ha gozado de un dilatado interés durante más de cien años, sin que la rentabilidad de sus postulados teóricos y metodológicos haya sido objeto de una profunda y necesaria revisión.
Ante este conservadurismo perseverante, huérfano de principios científicos actualizados, un balance crítico revela hasta qué punto el continuismo ejercido por la antropología física, desde el último cuarto del siglo XIX, y la enfermiza manía de sacar tierra vaciando los registros de la conducta humana, propiciada por una arqueología carente de un marco de referencia en la teoría general del conocimiento, han perpetuado el riguroso corsé de la investigación, reiteradamente embarcada en un viaje sin retorno a la captura del edén más remoto de los primeros pobladores. De ahí la recurrencia constante al "trauma por los orígenes".
No es extraño que, en este ambiente, el interés exclusivo por la invertebrada procedencia racial del indígena propiciase el coleccionismo de cráneos sin cuerpos, incrementando el esperpéntico desfile con los elementos más cotidianos de una cultura extinta, no exenta de exotismo.
Cerámicas, molinos, punzones, pieles, esteras, pintaderas e idolillos, secuestrados de sus contextos espaciales, culturales y temporales, fueron conminados al más absurdo de los mutismos, el más inerme de los silencios.
Así, el repertorio coloquial consiguiente puede escenificarse en una auténtica retórica de sordos entre el investigador y su oscuro objeto del deseo: no te preguntaré de qué estás hecho, de dónde procedes o cuándo y por qué surgiste, que yo te diré cómo te llamas y para qué sirves. He aquí el triunfo enunciativo de una tipología engarzada en la contemporaneidad y el presentismo por encima de textos, contextos, modos y maneras científicas.
De este proverbial modus operandi deriva un panorama persistente, descriptivo y reiterado hasta el abuso, sin más aportaciones -con alguna notable excepción en los últimos tiempos- que hallazgos esporádicos y, a ratos, sorprendentes. Este es el colofón y el drama: tenemos muchos restos, pero seguimos careciendo de un cuerpo de datos sistematizados y extraídos conforme a un programa investigador de largo alcance.
Si hace algunos años la población, en general, estuvo conminada a plantearse las preguntas heredadas del tipo ¿quiénes eran los antiguos pobladores?, ¿de dónde procedían?, ¿cuándo, cómo y por qué llegaron a la isla?, hoy en día las formulaciones pueden despuntar en torno a otros aspectos menos habituales.
¿Sabe usted quiénes eran los Canarios, de dónde proviene el error de adscripción de su nombre, qué isla del océano Atlántico habitaron, cuál fue su ancestral residencia, y cómo y hasta cuándo desarrollaron su cultura? ¿Ha pensado por qué los actuales habitantes del archipiélago heredaron esta denominación y se reconocen hoy como tales?
A estas y a otras preguntas intentaré responder en el primer capítulo de este libro, con la esperanza de deshacer malentendidos clásicos de nuestra historia, suscitar nuevas incógnitas y, en consonancia, futuras y enriquecedoras respuestas.
¿Conoce usted la forma de subsistencia, reproducción y supervivencia de los primeros Canarios, dónde y cómo vivían y enterraban a sus muertos? ¿Se ha interrogado sobre el tamaño, configuración y distribución de sus asentamientos, el aprovechamiento económico, los aspectos de organización social, las relaciones entre las distintas familias, las formas de contraer matrimonio, de tener hijos, de cambiar de residencia, de hacerse guerrero o pasar por villano, de gobernar o ser gobernado, de delinquir y sufrir castigos, de rezar o ayunar, cantar o danzar en el ritual de la lluvia?
Estos son también algunos de los interrogantes planteados y explicados en los sucesivos capítulos de esta obra, cuya finalidad no es

otra que el establecimiento de un modelo de interpretación sociocultural de los antiguos habitantes de Gran Canaria, hacia los siglos XIV-XV, cuando las poblaciones europeas irrumpen en la escena insular, desde una perspectiva metodológica que agrupa diferentes disciplinas.
Puede considerarse un trabajo de Arqueología Antropológica, en el que se da prioridad al establecimiento de explicaciones e interpretaciones socioculturales, partiendo de un amplio cúmulo de datos documentales, etnohistóricos y arqueológicos. Esto es, una arqueología interesada más allá de la descripción enunciativa, en la interpretación de la sociedad extinta que nos ocupa.
El supuesto teórico inicial parte de que el aprovechamiento económico de un territorio por un grupo humano determina, de forma probabilística y en último extremo, la organización de una sociedad dada. En consonancia, a través del predominio causal de los elementos materiales de la existencia humana, puede explicarse de forma satisfactoria una gran diversidad de manifestaciones y conductas. Entonces, resulta comprensible que la interacción de las manufacturas y herramientas con los procesos productivos y reproductivos y el medio ambiente en que se inscriben los asentamientos abre una puerta estimativa del impacto de la sociedad sobre los ecosistemas y nichos ecológicos circundantes, en un proceso de adaptación que normalmente tiende al equilibrio con el medio y a la supervivencia de un óptimo poblacional que permita la viabilidad de los sistemas socioculturales.
Todo esto explica, en una secuencia progresiva y dinámica, aspectos tan variados como las preferencias alimenticias y dietéticas, las cotas demográficas, el control poblacional mediante diferentes mecanismos, el acceso a los recursos entre las distintas unidades familiares y grupos socioeconómicos, el tipo y forma de sus asentamientos, las relaciones pacíficas o de hostilidad entre sus miembros y con otros grupos vecinos, las sanciones coercitivas y solidarias, y -en último extremo- sus ideas y creencias religiosas.
En pocas palabras, el desarrollo sociocultural de un grupo dado, como los indígenas de Gran Canaria, puede explicarse desde las variables conductuales materiales de su existencia, a través de los restos arqueológicos significativos y los datos etnohistóricos contrastados, recogidos por cronistas, historiadores, escribanos, religiosos y soldados. Esta información se complementa con datos climáticos, botánicos, faunísticos, hidrológicos, geológicos, geográficos, biomédicos, etc., posibilitando inferencias socioculturales relevantes. De esta manera, puede articularse un conjunto de teorías en estrecha consonancia con la antropología cultural de cara a la configuración de un modelo global cronológicamente acotado.
El lector poco versado en el tema cuenta con un glosario de términos al final de la obra, con el que podrá introducirse en el vocabulario más especializado sin excesivos esfuerzos de comprensión.
Finalmente, la bibliografía recogida es meramente referencial, atendiendo a los requisitos de la presente edición. Si fuese preciso un mayor aporte en este sentido, es recomendable acudir al trabajo más amplio citado del autor de este libro.


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