lunes, 6 de mayo de 2013

EL HIERRO: MEMORIA VIVA DEL PUEBLO





PRÓLOGO
TIEMPO AL TIEMPO: UNA HISTORIA DE CARNE Y HUESO
En el solar largo de la memoria brillan nuestros particula­res recuerdos, esos que de tan ínhúmos a menudo escondemos en las gavetas del secreto, esos que casi nunca confesamos porque pensamos que a nadie atañen, que no interesan. La historia pue­de contarse en esos gruesos libros en los que parece, en dema­siadas ocasiones, que el mundo lo han hecho personajes de novela, héroes, casi inalcanzables mitos tocados por el dedo de dios o los cuernos del diablo. Es esa historia de los voluminosos tomos que no nos parece de carne y hueso sino hecha por ilustres, por las famosas personalidades que después nombrarán las calles, la que el lector no encontrará en las páginas de este libro hermoso, El Hierro, memoria viva del pueblo.
Porque a Cirilo Leal le han interesado más las historias par­ticulares, las individuales vidas transcurridas en la llaneza de la cotidianeidad, en el día a día que tantas veces pareciera intras­cendente pero que a poco de ponerse uno a escarbar encuentra sabias historias que contar, secretos que compartir, un pasado que ya sólo habita en las memorias de quienes se están yendo ya, pensando, incluso, que poco o nada tienen que decir. Acertada disposición a escuchar la que luce en estas páginas este periodis­ta, escritor, dramaturgo inquieto que es Cirilo Leal. Acertada tam­bién no sólo por los grandes tragos de oralidad que rescata en
boca de quienes hicieron, miga a miga, la historia de un siglo, sino por la sabia elección que ha supuesto preferir la isla de El Hierro para extraerle sustanciosa parte de sus personajes popu­lares. El Hierro por su misterio, por sus tiempos particulares, por su respiración inequívoca; El Hierro porque a nadie escapa que es una de las islas del Archipiélago que, debido a múltiples circunstancias (aislamiento, lejanía), mejor ha conservado los olo­res del pasado, el latido añoso de lo antiguo que explica el pre­sente y ayuda a aventurar el futuro.
Saber de este manojo de vidas, más allá de lecciones y en­señanzas, nos pone además en el pensamiento la vital importan­cia que tenemos todos y cada uno de nosotros. Que no es más, para la historia, el presidente del gobierno que el pastor de ca­bras, el alcalde de turno que el pescador que contra viento y marea sacó del mar el sustento con que aplacar hambre y miserias.
De la oralidad que somos extraer las varias vicisitudes de nuestro pasado, del cómo se vivía entonces; del alma de un pue­blo anciano sorber el sudor de la memoria que nos une, genera­ción tras generación, en el solar largo del tiempo que pasa, en demasiadas ocasiones, sin dar tiempo al tiempo. Ése es el trabajo valioso que nos brinda Cirilo Leal en este libro, espacio donde aprender de quienes nos precedieron, lugar donde escuchar las voces ricas de la memoria, espejo en el que descubrir las más recónditas verdades de nuestras pieles finiseculares, páginas donde aprender a conocernos mejor y leer lo que fuimos, lo que aún somos, lo que todavía estamos siendo.
Víctor Álamo de La Rosa11

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