PRÓLOGO
TIEMPO AL TIEMPO: UNA HISTORIA DE CARNE Y HUESO
En el solar largo de la memoria brillan nuestros
particulares recuerdos, esos que de tan
ínhúmos a menudo escondemos en las gavetas del
secreto, esos que casi nunca confesamos porque pensamos que a nadie atañen, que
no interesan. La historia puede contarse en
esos gruesos libros en los que parece, en demasiadas ocasiones, que el mundo lo han hecho personajes de novela, héroes, casi inalcanzables mitos tocados por el dedo
de dios o los cuernos del diablo. Es esa
historia de los voluminosos tomos que no nos
parece de carne y hueso sino hecha por ilustres, por las famosas personalidades que después nombrarán las calles, la que el
lector no encontrará en las páginas de este libro hermoso, El Hierro, memoria viva del pueblo.
Porque a Cirilo Leal le han interesado más las
historias particulares, las individuales
vidas transcurridas en la llaneza de la cotidianeidad, en el día a día que tantas veces pareciera intrascendente pero que a poco de ponerse uno a escarbar
encuentra sabias historias que contar,
secretos que compartir, un pasado que ya sólo
habita en las memorias de quienes se están yendo ya, pensando, incluso, que poco o nada tienen que decir. Acertada disposición a escuchar la que luce en estas páginas
este periodista, escritor, dramaturgo
inquieto que es Cirilo Leal. Acertada también no sólo por los grandes tragos de oralidad que rescata en
boca de quienes hicieron, miga a miga, la historia de un siglo, sino
por la sabia elección que ha supuesto preferir la isla de El Hierro para
extraerle sustanciosa parte de sus personajes populares. El Hierro
por su misterio, por sus tiempos particulares, por su respiración inequívoca; El Hierro porque a nadie escapa que es
una de las islas del Archipiélago que, debido a múltiples circunstancias (aislamiento, lejanía), mejor ha
conservado los olores del pasado, el
latido añoso de lo antiguo que explica el presente y ayuda a aventurar el
futuro.
Saber de este manojo de vidas, más allá de lecciones
y enseñanzas, nos pone además en el pensamiento la vital importancia que tenemos todos y cada uno de nosotros. Que no
es más, para la historia, el presidente del gobierno que el pastor de cabras, el alcalde de turno que el pescador que contra
viento y marea sacó del mar el sustento con
que aplacar hambre y miserias.
De la oralidad que somos extraer las varias
vicisitudes de nuestro pasado, del cómo se
vivía entonces; del alma de un pueblo anciano
sorber el sudor de la memoria que nos une, generación tras
generación, en el solar largo del tiempo que pasa, en demasiadas ocasiones, sin dar tiempo al tiempo. Ése es el trabajo valioso que nos brinda Cirilo Leal en este libro,
espacio donde aprender de quienes nos
precedieron, lugar donde escuchar las voces
ricas de la memoria, espejo en el que descubrir las más recónditas verdades de nuestras pieles
finiseculares, páginas donde aprender
a conocernos mejor y leer lo que fuimos, lo que aún somos, lo que todavía estamos siendo.
Víctor Álamo de La Rosa11
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