martes, 7 de mayo de 2013

MISCELANEAS REALEJERAS





PROLOGO
ESTEBAN DOMÍNGUEZ: LA VOZ QUE DIFUNDE Y EL CORAZÓN QUE APRECIA
Ya está la piedra que el sueño edifica, y deja en los siglos su eco de palabra. Con ritmo constante canta la pica, y, obsesión de hierro, el cincel que labra.
Estos versos de Manuel Castañeda creo que, metafó­ricamente, sirven para presentarles a Esteban Domínguez, la voz que difunde, el corazón que valora y aprecia, y la mano que, a las órdenes de un incansable amor a su pueblo, da noticia y glosa, con esta nueva obra, de los valores de los personajes de El Realejo y nos abre las puertas del Parque Museo Castillo, una necesidad en el conocimiento de las Islas, como afirma el autor.
El documento, el relato y una dosis de cariño -las piedras del poeta- han servido a Esteban Domínguez para edificar un tercer sueño literario: Misceláneas Realejeras. Una obra muy importante para conocer una parte de la realidad social de este hermoso pueblo norteño. Tarea relevante la de Esteban Domín­guez, cuyo secreto se basa en el ritmo constante, en la obsesión de hierro que posee y que, como el cincel de los versos que enca­bezan este escrito, labra, con estilo y cualidades investigadoras, esa otra parte de la historia de un pueblo, la de sus gentes, tan olvidada por muchos a pesar de estar referida a los artífices de la prosperidad de un punto concreto de la geografía tinerfeña, como en este caso es El Realejo.
El valor intrínseco de la obra que prologo responde a una inusitada realidad en la que irradia esplendoroso el reflejo de su autor, hombre que, a fuerza de tenacidad y constancia, ha sabido, en solitario, cultivar una inteligencia creadora de una cultura investigadora-literaria que comenzó a germinar en numerosos artículos periodísticos en nuestro querido diario EL DÍA, dándo­nos, en los últimos años, unos frutos que, al probar sus conteni­dos, me han hecho cambiar la simpatía sentida hacia Esteban por un sentimiento de admiración, acrecentado por ser un maestro a la hora de tender caminos de amistad y forjar sueños de alegría.
Esteban Domínguez reúne en su nuevo libro a hombres tan valiosos en el acontecer histórico realejero como, por ejemplo, Bernardo Hernández León, Elpidio Hernández Tosté, Domingo Luis González, Ángel Delgado Martín, Juan Matrero González, etc. La mayoría de ellos alcaldes de El Realejo y otros relaciona­dos con la Química o la Justicia, como puede ser el caso del actual gobernador civil.
Los ojos de Esteban Domínguez, que siempre se han ilumi­nado, en profundo reconocimiento, con el quehacer pirotécnico de los Hermanos Tosté. También en este nuevo libro le dedica unas líneas a Andrés Tosté Pérez y sus coches de primeros de siglo para luego darnos a conocer un sentimiento con el que muchos deberíamos despertar cada mañana hacia el pueblo que nos ha visto nacer: "Hay momentos en que me siento dichoso de haber nacido en esta querida tierra a la que otros han negado su paternidad. Pero para mí, Los Realejos tiene algo muy especial que el poderlo difundir no tendría cabida en las páginas de un periódico. Pero sigo enamorado de este mi pue­blo y por él daría hasta la última gota de mi sangre si fuera preciso".
Decía Francisco Jordán Franchy, en un sonetillo, que cada vez que escribía, aunque se afanara, no sabía cómo empezar. Y esto me sucede pero al tratar de concluir este pequeño prólogo, máxime cuando tantos personajes, con anterioridad, han hablado de El Realejo y de Esteban Domínguez, a quienes uno con los versos de Crosa, relativos a que la copla tiene que ser un poema comprimido con la historia de un querer, profundo, honesto y sentido. Y con profundidad, honestidad y sentido del cariño y el respeto he tratado de presentarles al autor de una obra, nacido en El Realejo, bello punto de la geografía teideana, donde naciera José de Viera y Clavijo, cuyas obras, cargadas de amor a la histo­ria, son la fuente donde beben los que padecen la sed del desco­nocimiento social, cultural e histórico de las Islas.
Me ha encantado prologar el libro de Esteban Domínguez porque nos habla de El Realejo, pueblo que siempre es una invi­tación a vivir su realidad de forma antigua y moderna, ciudadana, rural, cultural y artística, que todo ello es dicha localidad al her­manar la distinción natural, acusado rasgo de todo buen realejero, con las obligadas variaciones de la época, siempre rápidamente acogidas.
Porque El Realejo se moderniza, se adapta sin dejar de ser él mismo, sostiene lo romántico de lo propio antes que lo extraño y acepta el sello de actualidad con solera. Y es lógico porque hay que modernizarse sin desvirtuarse.
Después de conocer a los personajes populares e insignes de El Realejo que del baúl de los recuerdos rescata Esteban Domínguez, me atrevo a decir que hombre, costumbre y paisaje es una trilogía de valores que, con especial delicadeza, se funden en un solo haz sobre esta tierra que tiene sabor hogareño, habita­da por limpias genealogías por las que corre, entre otras, sangre de Nivaria.
Dado que el libro de Esteban Domínguez ve la luz con motivo del V Centenario de El Realejo, aprovecho la ocasión para acometer una esperanzada visión del futuro, pues sólo así se tendrán fuerzas para hacer frente y superar dificultades y cons­truir el pueblo del que nos sintamos honrados, lo cual es ya una realidad. Estoy convencido de que no hay espectáculo más her­moso que ver a un pueblo unido y en paz, seguro de su porvenir y agradecido de su pasado, cuya historia hay que salvar para pro­teger el futuro y cuya detención es detener la vida, lo cual no ha hecho, para gloria suya, Esteban Domínguez, despertando del olvido a unas personas
Soy un amante de lo nuestro, de lo regional, de lo que más hondamente debemos sentir y amar. Como dijo Benito Pérez Ar­mas, "cuanto tienda a exaltarlo es obra de patriotismo, y ahin­cando en él, llegando hasta su cogollo, es como podremos tener aquí arte, verdadero arte con garantías de perdurabilidad", tal y como rezuma la obra de Esteban Domínguez, un enamorado del terruño, concretamente de su pueblo de El Realejo.
Si alguno se pregunta si Esteban Domíguez ha conseguido dar a El Realejo el justo grado de valor y aprecio en que debe ser tenido en cuenta el pueblo, debo decir que lo ha logrado parcial­mente. No totalizo porque creo que habrá nuevas creaciones del autor. Esteban no estará satisfecho hasta que despierte todos los documentos realejeros que duermen en archivos y las historias que viven en las mentes de esas abuelas y personajes que tanto quiere el autor.
Estoy muy de acuerdo con Enrique Roméu Palazuelos al destacar la labor de Esteban Domínguez a la hora de entrar, con sus escritos, por los caminos y vivencias de la tierra, en cuyos personajes más ilustres ha sabido profundizar, porque a mi buen amigo Esteban Domínguez le protegen tres duendes tutelares que a muchos nos gustaría poseer: la fuerza que le confieren los ris­cos de Tigaiga, cerca de los que nació, la dulzura que aflora en sus manos de buen repostero y la luz que, desde hace ya muchos años, encendió el buen quehacer pirotécnico realejero en las profundidades de su alma.
Domingo García Barbuzano



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