miércoles, 3 de julio de 2013

LA REVELACION DE LOS TEMPLARIOS




INTRODUCCIÓN
Leonardo da Vinci puso en marcha la búsqueda que ha llevado a este libro. Nuestro estudio sobre el papel del fascinante y misterioso genio del Rena­cimiento en la falsificación del Sudario de Turín desembocó en una inves­tigación mucho más amplia y más comprometida sobre las «herejías» que ha­bían impulsado sus ambiciones en secreto. Fue preciso averiguar en qué participó, lo que supo y creyó, y por qué recurrió a ciertos códigos y sím­bolos en la obra que dejó a la posteridad. A Leonardo hemos de agradecer, por consiguiente (aunque sea un agradecimiento algo dolido), los descubri­mientos que se condensan en este libro.
Al principio nos pareció raro el vernos sumergidos en el mundo compli­cado, y en muchas ocasiones algo tenebroso, de las sociedades secretas y las creencias heterodoxas. Por mucho que Leonardo, según es creencia común, hubiera sido un ateo y un racionalista: pero nosotros descubrimos que nada más lejos de la verdad. En cualquier caso, al poco dejamos atrás este perso­naje para hallarnos a solas frente a algunas implicaciones profundamente in­quietantes. Lo que había empezado como una modesta averiguación sobre algunos cultos interesantes, pero que en modo alguno harían tambalearse el mundo, se convirtió en una investigación sobre las propias raíces y creencias originarias del mismo Cristianismo.
En esencia ha sido un recorrido a través del tiempo y del espacio: primero, de Leonardo a la época actual; luego, retorno al Renacimiento y más atrás toda­vía, pasando por la Edad Media y hasta la Palestina del s. i, el escenario donde se sitúan las palabras y las acciones de nuestros tres protagonistas principales, Juan el Bautista, María Magdalena y Jesús. De paso hemos tenido que detener­nos muchas veces para examinar numerosos grupos y organizaciones secretas con una mirada del todo nueva y objetiva: los francmasones, los caballeros tem­plarios, los cataros, el priorato de Sión, los esenios y el culto de Isis y Osiris.
Estos temas naturalmente se han discutido en otros muchos libros recien­tes, en especial The Holy Blood and the Holy Grail, de Michael Baigent, Ri­chard Leigh y Heinspiración para nosotros, The Sign and the Seal, de Graham Hancock, The Temple and the Lodge, de Baigent y Leigh, y el último, The Hiram Key, de Christopher Knight y Robert Lomas. Quedamos en deuda con todos estos autores por la luz que han arrojado sobre nuestro común terreno de investi­gación, pero creemos que todos ellos fracasaron en la empresa de hallar la clave esencial que va al corazón de estos misterios.
Lo cual no debe extrañar a nadie. Toda nuestra cultura se basa en ciertas premisas acerca del pasado, y más especialmente del cristianismo y el ca­rácter y motivos de su fundador. Pero si esas premisas son erróneas, enton­ces las conclusiones que basamos en ellas andan lejos de la verdad o por lo menos ofrecen una imagen deformada de los hechos.
Cuando nos vimos por primera vez ante las inquietantes conclusiones que establecemos en este libro nos pareció que estábamos equivocados. Pero luego llegó el momento en que se imponía tomar una decisión: o con­tinuábamos con nuestra investigación y publicábamos nuestras conclusiones, o tendríamos que olvidarnos de que habíamos realizado unos descubrimien­tos cruciales. Optamos por seguir: al fin y al cabo, este libro prolonga de una manera natural la relación de los que hemos citado anteriormente, como si hubiese madurado su tiempo.
Al reseguir las creencias propugnadas por miles de «heréticos» de dife­rentes siglos, hemos descubierto un panorama de notable continuidad. En las tradiciones de muchos grupos muy diferentes en apariencia subyacen siempre los mismos o muy parecidos secretos. Al principio nos pareció que esas sociedades se habían mantenido secretas por mero atavismo, o tal vez por afectación, pero luego comprendimos que la prudencia aconsejaba man­tener aquellos conocimientos bien lejos de las autoridades, y sobre todo le­jos de la jerarquía eclesiástica. La cuestión principal no estriba en saber lo que creyeron, sin embargo, sino si esas creencias tenían una base sustancial. Porque, si la hubo y la clandestinidad herética guardó efectivamente la cla­ve que falta en relación con la cristiandad, entonces sí que estamos ante una perspectiva verdaderamente revolucionaria.
En este libro describimos nuestro viaje de ocho años por tierras mayor­mente incógnitas, pues si bien hemos contado con la guía de los mapas tra­zados por otros expedicionarios anteriores, ellos se detuvieron antes de llegar adonde nosotros teníamos que llegar.
22 de julio de 1996
nry Lincoln, que desde el principio ha sido de particular

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