A
nuestra juventud llega con insistencia quién fue Juana 'La Laca, o qué hiyfl el
Cid Campeador (...). Con carácter individualizado y suficiente no le llega
quiénes fueron sus Menceyes, qué representaba un Bencomo o por qué se desarrolló la conquista en los
términos en que se produjo.
Carballo Cotanda A. («Canarias, región
polémica»)
PROLOGO
Prologar un libro,
obra de otro, suele producir un confuso sentimiento mezcla de miedo, satisfacción y adhesión, que aunque se dan en mí en
este caso concreto quedan mucho más matizados, diría que enmascarados,
por el de la necesidad de hacerlo. Necesidad a nivel personal, como gomero «por
pacto de enlace» -que se convierte en
sangre en mis hijos- y gomero por propia
adopción. Necesidad a nivel colectivo, orgánico, como presidente que tengo el honor de ser del Centro «Amílcar
Cabra/» que organizó, por primera vez
en la historia gomera, un acto de homenaje a Hupalupa y Hautacuperche,
simbolizando en ellos toda la resistencia de nuestro pueblo a la represión foránea,
a su propia trasculturación y, en suma, a su desaparición como gomeros, pueblo diferenciado.
¿Por
qué planeó y realizó el Centro «Amilcar Cabral» éste acto? y ¿por qué
piensa seguir impulsándolo? ¿Qué pretendemos? En última instancia ¿por qué
este libro?
Cuando
los españoles conquistan y colonizan nuestro Archipiélago comienzan a
desarrollar y aplicar un patrón que luego aplicarán todos los poderes coloniales que
en el mundo son o han sido. No se limitan a implantar un sistema económico
determinado y su correspondiente apoyatura política. Quieren conservar —y acrecentar— la relación de poder y para ello
necesitan
introducir
un factor ideológico que sirva de aglutinante de toda la función social; que legitime la dominación.
Para lograr este objetivo se precisa, previamente, la destrucción no
sólo de la organización social y política
preexistente y su sustitución por la exóge-na,
sino, además, la radical supresión -o al menos la minimÍ2ación— de la cultura
del pueblo a dominar. En palabras de Amflcar Cabral con frecuencia repetimos: «i^a práctica de la dominación imperialista exige, como
factor de seguridad, ¡a opresión cultural y la tentativa de liquidar, directa e
indirectamente, los elementos esenciales de
la cultura del pueblo dominado».
Se tratará de introducir en el pueblo dominado todas
las concepciones y asunciones producto de la
metrópoli, desde la religión a la cocina, desde la moral a la danza, desde los
vestidos al idioma o desde los conocimientos al arte, esto es, todo lo que
antropológicamente se conoce como cultura. Es la «Kultura»
del colonizador frente a la Cultura del colonizado. La burguesía criolla, desprovista
de sentido nacional y principal sub—beneficiaría de las nuevas formas y
relaciones de producción establecidas, será el vector preferido de esta
kultura al tiempo que su más fiel receptor. Su papel, fundamental para el poder
metropolitano, será el infravalorar todo el horizonte cultural autóctono que pasarán a ser «las cosas de magos» frente al patrón
cultural eu-rocéntrico, objeto de la
veneración que le profesan a «lo sublime inalcanzable».
Todo conspirará contra el colonizado, desde la
escuela que reproduce para él una
historia, una literatura, una geografía que no son las suyas, hasta esa ambigua y especial «situación astral» en que se
coloca a la misma tierra en que nació. Aquí los
vemos impulsar, incluso glorificar, la criminal figura de Beatriz de Bobadilla
y tratar de borrar la memoria de Hautacuperche. Hemos llegado, en nuestro
complejo de colonizados, a no saber con exactitud en que lugar del planeta nos
encontramos y ofrecemos oídos receptivos a los «cuentos metropolitanos» que
tanto hacen de Canarias «La antesala de América» como «un puente entre tres continentes» (e
incluso, preferiblemente entre dos, precisamente aquellos a los que no
pertenecemos) o «la punta más avanzada de Europa»,
«región periférica europea» y
otras sandeces por el estilo del tipo de «el Teide, el pico más alto de España», al tiempo que cerramos los ojos a la inexorable
verdad geográfica de nuestro permanente —y forzoso aunque no les guste— anclaje en el noroeste del continente africano. Tal
parece que en casi cinco siglos no
nos hemos dado cuenta que la distancia que separa Arrecife o Puerto de Cabras
de la costa del continente africano es menor que la que los separa de San Sebastián de La Gomera.
Europa nos ha querido cortar
las alas. Durante siglos nos ha inculcado,[…]
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