Prólogo
Gonzalo Morales es africano por vencidad, canario
por nacencia y venezolano por querencia, y no es
profesional de la literatura: es éste su primer libro y este libro no es un
fin, ni una vocación, ni una vanidad sino
consecuencia, entre muchas, de un apasionado y
tímido amor a sus tierras, dicha la "tierra" como lugar de personas.
Sabido
es que el amor y el conocer van juntos; y cuando el amor es apasionado y tímido se entiende como una sed, y sed de amar es entonces sed de conocer, y sed de conocer
es sed de amar. No sé si transmito el
sentido radical del término "tímido", que no es el de timorato, apocado, vergonzoso, sino el de concentrado, escondido, denso: en una palabra, en el
término "tímido" pretendo
enviar un mensaje de fuerza; creo que el amor tímido es más fuerte que el
simple amor. Vivió muchos años Gonzalo
Morales sediento de conocer qué fue de los fugados de Canarias; y esta sed no se sacia con tres fechas,
cuatro números y cinco nombres, ni
siquiera con todo lo que narra este libro; después de escribirlo, el autor sigue sediento de saber, sigue amando:
tal es su profesión, no la de escritor. Lo que no supone defecto
literario sino, como severa, merecimiento para ser considerado en adelante legítimo integrante de la
literatura en lengua castellana.
He aquí la primera virtud literaria de Gonzalo
Morales: dice lo que tiene que decir; relata claro y preciso; su narración no
atiende a brillos añadibles sino a datos ineludibles que sustancian la realidad de la aventura. Tal la aventura
del autor:
buscar la
realidad para servirla, profundizar la realidad para serle fiel. Es este libro un prodigio de fidelidad a los
fugados. Así comienza:
Organizar la "fuga" de La Elvira no nos fue nada
fácil.
Podría el autor haber prescindido del pronominal en
bien de la esbeltez de la oración:
Organizar la "fuga" de La Elvira no fue nada fácil.
Pero la "fuga" no es cosa del que la
cuenta sino de nosotros; Gonzalo Morales pospone la
esbeltez a la fidelidad al nosotros: 85 hombres, 11 marineros, 10 mujeres y una niñita de cuatro años.
Paradójicamente,
la sana ausencia de embellecedores innecesarios
produce escuetas expresiones de contenida belleza:
Los recuerdos familiares
reconfortan su espíritu... Y tratando de fijar imágenes tan queridas va cayendo
en una profunda somnolencia, arrullado por el ronco sonido del mástil y el
silbo de la brisa a
su paso por las velas. El vientre de La Elvira está gestando una nueva criatura. Se duerme un
niño, se despertará un hombre.
Como he dicho, la fidelidad al "nosotros",
el sentido de lo colectivo impregna instantes
íntimos:
...se metieron en el vientre
oscuro y hediondo del barco y los marineros acentuaron su vigilancia nocturna. El
timonel enrumba la
proa hacia el poniente, se encienden las luces de posición y La Elvira se hace silencios.
Va a utilizar Gonzalo Morales con cierta frecuencia
el atinado recurso de emplear tiempos
verbales en pasado -se metieron, acentuaron-
como situación de acceso al eterno tiempo presente
-enrumba, se encienden- donde la metáfora rinde amor al nosotros. Podría haberla impersonalizado:
La Elvira se hace silencio
mas no: el silencio
está fabricado por cada uno de los 106 silencios:
La Elvira
se hace silencios.
No
sólo dice el autor las cosas que tiene que decir, sino las nombra con su propio nombre. Otra virtud literaria:
la propiedad. Expresiones coloquiales de los isleños, características
incluso de islas determinadas, canciones,
frases, chistes, artistas vigentes en
el tiempo de la fuga; herramientas y órdenes tal como las usan marineros y patrones; nuevas palabras de
colores, primicia de la Tierra de Gracia:
... los de La Palma estábamos aquellados... Era un hombre medio jodido... Por
fin la faluga salió... Eramos un rancho... Eres un malcriado...
...cazada la vela mayor a la banda, cazadas las
escotas, cazada la vela
trinqueta, llevada la botavara a un largo en dirección de la popa, el velero dejó la estela de amplia curva.
...habia venido a San Juan de Uñare a traer ñame, ocumo, yuca,
jojotos... Llegamos a su conuco al amanecer, entre
palmeras de coco, bucares, ^agrumas y árboles frutales.
Una tercera
virtud literaria es la documentación. La mayoría
de las intervenciones sustanciales de los diferentes personajes reproducen manifestaciones auténticas,
verbales o escritas, recogidas por
Gonzalo Morales a lo largo de años en paciente búsqueda, encuentro y escucha de testigos, generalmente directos.
Aveces estas manifestaciones trascendían el específico tema de la fuga y se referían a cuestiones familiares,
biográficas, socio-políticas,
costumbristas; Gonzalo Morales las transcribe no tanto por su intrínseco interés sino, sobre todo,
porque tales cuestiones, en diálogo o
monólogo, en tertulia o debate, estuvieron
presentes a lo largo de la ruga y constituyeron importante defensa contra la monotonía, el tedio y, sobre
todo, el veneno del cavilar. El autor
es cuidadoso en este punto y no expresa personal simpatía por cualquiera de las diferentes opiniones, tendencias, sensibilidades y creencias de los
pasajeros; sólo se permite la parcialidad
cuando se trata de Venezuela: comparte y potencia entonces el unánime
entusiasmo de los fugados, lo cual no
tiene por qué constituir extremada benevolencia sino legítima gratitud. En este sentido el libro proclama la
alabanza a "la tierra libertada hacia donde se van acercando".
Mas, en definitiva, Fugados en Velero es un poema
épico, tan real el poema como la gesta relatada,
tan atinada su forma como modesto el
bagaje literario del autor. Se trata, dice la portada del libro, de la historia
de La Elvira;
pero fundamentalmente se trata de la historia
de la Esperanza:
Mas de pronto se recuperan los
ánimos, porque un barco es signo de vida, de que vamos en buen rumbo, porque la tierra no puede estar lejos...
...La Elvira deja una gran estela de esperanza: "estamos en el buen camino" es la
frase preferida.
...La tierra no apareció. El marinero
de guardia encendió los candiles de
kerosén con su mecha protegida por un duro vidrio verde a babor y rojo a estribor... Angustias y esperanzas se sumergen con un astro agónico envejecido por el cansancio de los días; de sur a norte cruzan rezagados cirros... La Elvira continúa rumbo a Occidente, f>roa a los últimos rayos violetas
de la tarde moribunda.
. . . Con hambre y sed, con la
botavara caída 31 el timonel roto, con
el mástil resquebrajado, con tempestad tropical y calma chicha, "Si la naturaleza se opone, lucharemos contra
ella y la haremos que nos obedezca..." había
dicho con motivo del terremoto de 1812
el Héroe de la tierra libertada hacia donde se van acercando, y son estos
he'roes añonamos de La Elvira los que van haciendo realidad la temeraria afirmación. Coloreando su esperanza, el
sol traspasa la línea de un
horizonte multicolor y anima la
andadura del velero.
... ¡Vamos, barquito, vamos Elvira, más rábido,
cono!
Desde
<á relato de La
Elvira, Gonzalo Morales trasciende al relato de la
Pobreza y la historia de la Esperanza; de ahí que yo
considere este libro como un
apasionado y tímido poema épico sintonizable con todo tiempo y lugar; y como un
terrible canto de gesta, posible
mientras la Pobreza
hiera y mientras la Esperanza,
surgiendo al final de cada aventura, alivie la herida:
...La aventura terminó. [Ahora] una nueva esperanza y una nueva
ilusión.
Este libro que tienes, lector, entre las manos, termina
con un mensaje a los rugados
venideros que a bordo de La
Nueva Elvira cruzarán el viejo Océano:
...Algunos dicen que vieron trocitos de madera y palitos de la goleta irse mar adentro aprovechando las corrientes para anunciar la esperanza de la tierra cercana a
otros Jugados" que se acercan a esta Tierra
de Gracia.
El libro es un trocito de madera en mar de soledad,
de tormentas y calmas inclementes, sobre todo de calmas
inclementes en esta rica parcela del hemisferio Norte; un trocito de madera que habla de Gonzalo Morales, solo, a bordo de La Otra Elvira, amando tímida y apasionadamente, queriendo
conocer, queriendo conocerte, siendo testigo de que la Tierra de Gracia está menos lejana de lo que su enemiga, la
desesperanza, permite suponer.
Luis Cobiella Cuevas
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