A MANERA DE PROLOGO
ESPAÑA,
DOMÉSTICAMENTE DESCONOCIDA
Uno
de los temas más graves que aquejan hoy a los españoles
es el profundo desconocimiento de la realidad de
este país al que llamamos —que se llama— España.1 Historia, geografía, cultura común, y no digamos los
problemas específicos y peculiaridades concretas y profundas de cada comunidad histórica de los distintos
pueblos de España, son desconocidos por la inmensa
mayoría de los españoles. Ese mutuo desconocimiento
1. Un elemental e irrenunciable principio de mera
edu-cación-conocimiento, debería impedir la caída en el seudo-progresismo de quienes para no hablar ni escribir la
palabra España, dicen o escriben Estado
Español. (¿Puede haber un Estado español
sin la previa existencia de España?) y a los españoles les motejan de «ciudadanos del Estado» o
de «instancias unitarias». Más que lenguaje propio de personas presuntamente cultas (por tales al menos
podemos considerar a políticos, sociólogos, economistas, periodistas, etcétera) tan exóticas expresiones más parecen
seguir la moda del léxico popular del
«rollo», de un lenguaje berza con
aplicado al mundo político (¿politico-punk?), que no dejaría de ser una simple horterada, si no
implicase una enciclopédica
ignorancia. España no fue bautizada tal por Franco, ni por los Austrias o
Borbones, ni por los Reyes Católicos.
España (Hispania) es el nombre con el que nos cupo entrar a formar parte —y a ser conocidos— en la Historia, ya antes de Cristo.
están falsificados el resto de la construcción histórica es
una verdadera ruina.
Cuando escribo que a los naturales de cada país o región
no sólo no se les ha enseñado la verdadera Historia general de España ni la de
sus respectivos lugares de nacimiento no me refiero tan sólo a la historia política de las mismas. Estoy señalando, por igual, que
no se les enseña la cultura
autóctona, las costumbres, tradiciones,
usos, la propia peculiaridad física, geográfica, etc., etc.
Antonio Carballo Cotanda3 pone en la
picota al uni-formismo
educacional, indicándolo como uno de los peores males que padecen tanto canarios como peninsulares. Y advierte: «tanto dentro como fuera de España, se han alzado voces que preconizan la
vinculación de la enseñanza no sólo a
fenómenos genéricos o abstractos, sino a
realidades circundantes —regionales— de los sujetos educandos. La sociedad canaria no ha tenido
el necesario acceso a la instrucción y ésta, en la mayoría de los casos, ha estado desligada del hecho físico, humano y social que entorna las vivencias
del isleño».
Cuando menos, resulta paradójico que los canarios
aprenden de memoria la lista de los reyes godos y no se les explique quién fue Bencomo. Se les gloría el
nombre del conquistador normando
francés Juan de Bethen-court o del
limiado Gadifer de la Sale y nada saben de Guardafia o de Tinguaro, conocen quién fue Benítez de Lugo e ignoran al mencey Bentore. Saben, pues, con
mil lujos de detalle tan sólo una de las ramas de los ascendientes que
han dado origen a su actual etnia, pero nada
saben —o muy poco— de quiénes eran los pobladores aborígenes de las islas antes de la conquista. En el mismo
orden de contrasentidos habría que situar la enseñanza
de las ciencias naturales, donde los canarios son impuestos en unas
características imperantes en la Península
que absolutamente nada tienen que ver con la goelogía, la flora, la fauna, el clima, etc., etc., de su tierra situada junto al Trópico de Cáncer y al
costado del África sahariana. […]
3. Canarias, región polémica. Edicusa,
Madrid, 1972. 10
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