sábado, 20 de julio de 2013

EL MOTIN DE AGÜÍMES




INTRODUCCIÓN
La conquista de las Islas Canarias se caracteriza por la falta de fondos que los conquistadores tuvieron para financiar los cuantio­sos gastos de las operaciones. Recordemos, que Juan de Bethén-court dejó de improviso Fuerteventura para conseguir en Castilla hombres y recursos; mientras que su compañero, Gadifer de La Sa­lle, arrebataba a los indígenas lanzaroteños, los cuatro granos de cebada que tenían reservados para la siembra. Recordemos, asimis­mo, a Juan Rejón, más de tres cuartos de siglo después, que pasa de Las Palmas a Lanzarote en la búsqueda de alimentos y a Fernán­dez de la Guerra que, durante la conquista de Tenerife, se traslada a Gran Canaria para vender, parte de sus propiedades, con la mis­ma finalidad.
No obstante, hay historiador, que asegura, fundamentado en numerosos datos, que Juan de Bethéncourt dispuso de mucho capi­tal para financiar la conquista de las Islas menores o de la primera conquista. Y, aunque así fuese, no se vislumbra igual impresión cuando se profundiza en los temas relacionados con los teatros de operaciones isleños ni siquiera en los cortesanos codiciosos para disputar la presa a los indígenas o para solicitarla del Monarca de Castilla Enrique III. Esto, por su interés, merece discusión. Como también la pueden motivar, los que se relacionen con las otras con­quistas como expondremos paso a paso en el tercer libro próximo a publicarse.
No es razonable, en cambio, que personas doctas consideren a la Historia de Canarias de los primeros tiempos como un arma po­lítica que quisieran moldear con arreglo a sus concepciones. Y no es razonable, porque pretenden sustituir la Historia actual del Pue­blo Canario de hondas raíces unitarias e indivisibles, por la quimé­rica de sus abuelos los aborígenes y los conquistadores. Tal parece ser la dinámica que imprimen en sus publicaciones, hasta en algún monumento, surge, siempre, la reprobable estampa de las represio­nes, de las matanzas o de la desgarradora figura del aborigen que se precipita al vacío o la madre que con una piedra se defiende entre caballeros blandiendo espadas. ¿No ha llegado la hora de pensar en el futuro y no en lo que pudo ocurrir hace 500 años entre nuestros antepasados comunes? Estas actitudes parecen un contrasentido, máxime, cuando tales obras y algún monumento podrían erigirse con más exactitud y veracidad, en elogio del Pueblo Canario que quiso ser español tanto en Las Palmas y La Gomera expulsando a los holandeses a pedradas al faltarles las armas o por no tener mu­niciones como en Santa Cruz rechazando a Nelsqn o en La Palma a "Pata de Palo" el temible pirata o a los hugonotes franceses ase­sinos de 64 jesuítas a la salida del Puerto de Tazacorte (La Palma) o en todas las islas veremos alzarse al Pueblo entero con igual deci­sión y frente a poderosísimas escuadras de aplastante superioridad numérica y armamentista sobre-escasos defensores. Ese solapado enemigo que responde al nombre de piratas y corsarios sí fueron los demonios que vinieron a esclavizar y a robar a los isleños de­jándoles en la tragedia o en la ruina; cuyas acciones han sido per­sistentes y de envergadura. Y contemplen a los conquistadores como son en la realidad. No vinieron a esclavizar ni a robar. Vi­nieron a fundar con los aborígenes un nuevo pueblo descendiente de ambos. Y esa verdad, es indestructible. ¿Qué hubo actos repro­bables? Los menos diría yo y como en todas las guerras o simple­mente en todas las partes, los hay, aunque haya paz. Incluso, de mayor envergadura moral y material.
Otros historiadores, algunos del máximo prestigio, alaban a los conquistadores con los más encendidos elogios o con las críticas más acerbas siguiendo la tradición implantada por Fray Bartolomé de las Casas en las Indias Occidentales como Fray Alonso Espinosa y Abreu Galindo en Canarias y tantos de España que simplemente por un complejo de culpabilidad o por no confiar plenamente en nuestras propias instituciones o por diversas causas, están dispues­tos a responsabilizar a nuestro Pueblo de todo lo acontecido en las épocas pasadas sin más análisis de la situación. Y esto, da origen a posiciones comprometidas para quien así se pronuncia. El avance espectacular de la investigación en estas últimas décadas, ha pro­porcionado las bases para el esclarecimiento de los hechos más en­revesados y complejos de la conquista de Canarias.
Por ello, hoy ya no se puede dejar ningún interrogante sin res­puesta o sin la debida documentación o indicios que lo avalen. Los supuestos, no tienen cabida en la Historia de la conquista de Cana-[…]

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