PRÓLOGO
Confieso
que sufrí desconcierto, incluso desasosiego, cuando el autor
me pidió un prólogo para «BARRANCOS DE AÑAZO». No soy geógrafo, ni
historiador, ni mi cultura es enciclopédica: no reúno ninguna de las
circunstancias que pudieran parecer favorables para presentarlo. Sin embargo,
el autor, viejo y entrañable amigo, sabe que hay un fuerte lazo de unión con este libro: mi predilección y preocupación por Santa Cruz de Tenerife, donde nací. Eso bastó para
hacerme el honroso encargo y fue suficiente para aceptarlo.
Al margen de los aciertos que
luego resaltaré, Luis Cola fíen/fez no logra ocultar, ni lo intenta, que el motivo, el
empuje para escribir el libro, arranca de una especie de gesto amoroso
dedicado a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife,
a la idea o a la intuición que él tiene de esta ciudad: es decir, a la
elaboración hecha a lo largo de los años, de las impresiones, sensaciones y vivencias que han llenado su vida en torno a
otros santacruceros, a sus casas, plazas y barrios. Tiene, pues, un concepto de la ciudad y, en lugar de convertirlo
cerrilmente en un ídolo, rompe con
cualquier visión aldeana o de campanario, lanzándose a analizar y comprender cómo se ha construido la
ciudad, con qué aciertos y con qué errores (algunos inmensos y no tan
lejanos). En su reflexión descubre una
constante en la marcha de la ordenación de la ciudad: la existencia de los barrancos. A partir de
este dato, investiga la dicionante
del medio físico. En fin de cuentas, el autor extrae de aquel gesto amoroso lo que mejor contiene: el afán de
comprensión. Comprender la ciudad no
es aceptarla pasivamente o considerarla el ombligo del mundo: es
desvelarla, descubrirla, interpretarla, llegando incluso a fijar su posición dentro de un superior esquema
institucional de convivencia.
Por
mi parte y antes de emprender la tarea de destacar algunas de las
aportaciones o líneas fundamentales del libro, debo afirmar inicia/mente que
el resultado de la investigación emprendida por el autor es muy bueno, en
absoluto superficial y menos aún inútil; asevero lo anterior tanto para testimoniar mi opinión sobre la
obra como para llamar la atención del lector desprevenido sobre la
seriedad del trabajo que va a leer.
La
existencia de los barrancos como elementos definitorios de la ciudad,
da pie al autor para plantearse el problema con un método de triple
perspectiva: una, cómo se ha desarrollado la ciudad a partir de los
barrancos, en lucha constante con ellos; otra, cómo son esos barrancos,
describiendo cada uno de ellos y, finalmente, cómo se han usado esos barrancos
y qué abusos, algunos irreversibles, se han cometido en el tratamiento de esos
tajos que dividen la ciudad. El método descrito podrá parecer poco escolástico
pero, en cuanto se lea, se conviene fácilmente que es a la par de riguroso,
ameno; lo que es de agradecer, pues donde
el rigor es sólo aparente, la pedantería está casi siempre asegurada.
De
atinadas observaciones está, lleno el libro. Así sostiene que «la
ciudad se ha hecho a salto de barrancos ...la topografía ha tenido que
ver con ello». Quien conozca Santa Cruz de Tenerife sabe que esa observación
es quizás el dato más relevante de una ciudad que para hacerse, lucha por
integrar sus barrios, por «coser» sus distintos núcleos. Esta observación va desde
luego mucho más allá de un concepto
urbanístico, acertando de lleno en un elemento sociológico clave en la formación y aún en el futuro inmediato de
Santa Cruz. He aquí, por tanto, un
ejemplo, señero sin duda, de las aportaciones del libro al conocimiento de
Santa Cruz de Tenerife..Todos intuíamos la desverte-bración de ¡a
ciudad, pero pocas veces se habrá visto tan bien explicada en su origen y desarrollo, arrancando casi del
primer poblamiento. El libro logra
por este camino dar una visión de conjunto de la ciudad y, sobre todo, ayuda,
con este conocimiento reflexivo e inteligente, a construir la ciudad vertebrada que ha de buscarse.
relación de los
habitantes y sus respuestas, acertadas o no, con el con
Desde luego, tras la lectura del libro se puede afirmar que
Luis Cola Benítez escoge acertadamente
el tema, desarrolla la investigación con un buen
estilo literario y logra ir extrayendo conclusiones que invitan a la reflexión
posterior y, en todo caso, enriquecen el conocimiento que de la ciudad se
tiene. Si a esto se añade el uso de una bibliografía solvente y bien manejada,
el notable esfuerzo de fichar la prensa, revisar
los archivos municipales y darlo todo digerido y coordinado con sus propias
reflexiones, se debe, sin más, poner de manifiesto que estamos en presencia de un libro que sin duda ocupará un
lugar importante en la bibliografía
sobre Canarias, de tal suerte que, en adelante, constituirá un valioso
instrumento de trabajo para el estudio histórico de la ciudad de Santa Cruz de
Tenerife, cuya Historia está ya escrita, al menos a diez o quince años vista,
en el espléndido trabajo de A. Cioranescu (Historia de Santa Cruz de Tenerife, cuatro tomos, ed. Caja de Ahorros,
1976-1978). El libro que ahora
prologo, como el de Luz Marina García (Santa
Cruz de Tenerife: La formación de la ciudad marginal, ed. Aula de Cultura, Cabildo de Tenerife, 1981), son
magníficas muestras de estudios
concretos que servirán de indudable fundamento al redactor o redactores
de la próxima Historia de la ciudad.
Termina
el autor su obra con la viva sensación de que el problema no está resuelto: Santa Cruz tendrá que seguir
luchando con sus barrancos. Aún
sobre todo queda el barranco de Santos y su integración en la ciudad, de
tal suerte que ese «paisaje natural» forme parte armónica del «paisaje
artificial», aprovechando bien sus múltiples posibilidades. Pero qué hacer con ese barranco, al igual que con las restantes dificultades subsistentes en Canarias, no pertenece
a la Historia, es aún otra historia:
la que nosotros y nuestros hijos seamos capaces de hacer. Pero mejor la haremos sin duda, si por estas
tierras abundan mujeres y hombres
del talante del autor y de su libro: gentes que amen, reflexionen y comprendan lo que les rodea desde la
tolerancia y la solidaridad.
manuel alvarezdela
rosa
Agosto 1985
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