Algunos olieron el negro humo de la pólvora en
verdaderas batallas; los demás lucieron sus
flamantes uniformes solo en las espectaculares maniobras de la Plaza del Adelantado.
Eran pocos, pero queriendo y sin querer, dejaron su
huella en la vida de La Laguna y de la Isla.
Sus victorias fueron obtenidas desde cómodos
sillones, entre libros y papeles, hablando y discutiendo. Y estas victorias
fueron resonantes y definitivas, fiel consecuencia del momento histórico en que se produjeron.
¿Estaban seguros de lo que hacían? ¿Tenían
conciencia del papel que estaban representando?
El hijo de uno de estos paladines escribió: «Murió en lo mejor de su edad, de su esperanza, de su concepto... Mi padre dejó el mundo como lo había encontrado; la
máquina estaba montada de un modo que parecía
que jamás se había de descomponer y que había de ser casi eterna. Ni idea se podía formar entonces de la
espantosa revolución de que somos
testigos...»1.
Y, sin embargo, lo cierto es que, al enjuiciar así a
don Tomás de Nava, su hijo don Alonso proyectaba su recuerdo en un campo muy limitado. Más real hubiera sido decir que su padre y
otros como él, habían trasteado de tal manera en la maquinaria, que había que
reconocer que el estallido fue motivado por tales manejos.
En los capítulos que siguen, pretendo, demasiado
ambiciosamente quizá localizar dentro del
ambiente de La Laguna en el siglo xvm, el movimiento cultural, reflejado en las vidas, hazañas, aventuras y
obras de unos Caballeros que dejaron su huella
imperecedera en la historia de la ciudad.
1. Diario de viaje, alonso de nava-grimón. Inédito. Manuscrito en la Biblioteca de la Real Sociedad Económica de Amigos del
País, de La Laguna. Artículos literarias, Casa
de Nava.
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