JUSTIFICACIÓN
La medicina popular, la llamada "otra medicina", constituye
un hecho real e innegable en nuestro
archipiélago. ¿Quien no ha oído, siquiera una vez, las palabras curandero,
masajista, rezado, u otras similares?.Pero ante esta realidad son pocos los que
se han dedicado a estudiarla en profundidad, a intentar comprender los motivos
de su amplia difusión en nuestra tierra.
Algunos investigadores han intentado con mayor
o menor éxito profundizar en la figura del curandero, en sus prácticas, en la
materia médica utilizada. Otros, en menor
número, han indagado sobre la distribución del curanderismo y de las prácticas brujeras por diferentes
lugares de nuestra geografía. Sin
embargo, prácticamente nadie ha intentado explicar sociológica y
psicológicamente el hecho de que muchos de nuestros paisanos prefieran visitar
al curandero o al masajista antes que al auténtico profesional de las ciencias de la salud. Es nuestra intención al iniciar este trabajo
realizar un estudio del fenómeno
sociológico e indagar sobre un problema de primera línea que, en cierta medida, habla poco en favor del nivel cultural
alcanzado por la sociedad canaria en plena era de la informática y de la telecomunicación. Es indudable asimismo que
estos sanadores, que no dejan de ser
intrusos de la medicina, no se encuentran controlados por las autoridades, aunque en el Código Penal se expresa muy claramente que constituye motivo de
delito el ejercer la medicina sin estar en
posesión de las titulaciones pertinentes. Pero, aunque el nivel sanitario de
estas islas se elevara hasta límites
concordantes con la época que nos ha tocado vivir, y las autoridades aplicaran con rigor la legislación vigente,
¿podría la gente que hoy elige a esta clase de
sanadores como remedio a su males prescindir de éstos?, ¿acudiría a consultar
al auténtico profesional de la medicina,
que, por otra parte, sería en muchas ocasiones menos gravoso para sus bolsillos?, ¿aceptaría de buen grado el remedio que éste le proporcionara para su
enfermedad?. Creemos que todavía tendrá que pasar un tiempo bastante largo para
que en algunos estratos de la sociedad canaria actual se acepte únicamente la llamada medicina científica o técnica. Basamos
esta opinión en el hecho de que todavía existen en nuestra tierra algunos lugares que se encuentran bastante aislados, sobre todo
en las islas periféricas, en los que el acceso a
la medicina científica no resulta del todo fácil, por lo que sus habitantes recurren en no pocas ocasiones al empírico o a la santiguadora por falta de mejores
recursos, por desconocimiento o por simple
comodidad. Por todo ello, nuestra intención es
comprobar si, efectivamente, el medio rural presenta un mayor índice de
prácticas curanderas, valga el término, que el urbano, y comprobar por medio de datos palpables el porqué de este hecho.
Este trabajo puede que sirva de modo efectivo para sacar conclusiones respecto a un hecho, auténtico problema a
veces, intensamente arraigado en ciertas
zonas geográficas y en determinados estratos sociales de nuestra población y
que, por consiguiente, no puede ser ignorado desde ningún punto de vista
(sanitario, socio-cultural, y ético). Lejos está
de nuestro propósito el que este trabajo se presente como una solución definitiva al problema. Solución que, por lo demás, todavía vemos lejana en el
tiempo. Pretendemos tan solo que sirva para concienciar a los auténticos
profesionales de la medicina sobre un tema que
nos afecta a todos y que sólo con el esfuerzo común y con mucha comprensión puede que algún día sea
solucionado completamente. Pero sería un gran error olvidar, como bien indica Inglis (1968), que en ciertos momentos,
y sobre todo en determinadas sociedades, los
métodos diagnósticos y terapéuticos utilizados
rutinariamente por cualquier médico de nuestro tiempo no son los más apropiados para la gente que podría
resultar beneficiada con su uso, por una simple y llana razón: esa gente no
los aceptaría.
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