DESMITIFICANDO
ALONSO FERNANDEZ DE LUGO VERSUS VALERIANO WEYLER NICOLAU -V
(El esqueleto de Alonso Fernández de Lugo)
Eduardo Pedro García Rodríguez
CAPITULO V
Algunos antecedentes de la familia Lugo en
España
La familia Lugo se estableció en Sanlucar de
Barrameda (España) en el primer tercio del siglo XV. Era gente muy ligada al
tráfico con Canarias.
En él archivo de Provincia de los
franciscanos de Andalucía, hay unos documentos relacionados con la fundación
del convento de San Francisco de Sanlucar, uno de los que formaron la Custodia Observante
de Canarias, otorgados en 1443; y en ellos aparece, como uno de los fundadores
de la casa, Alonso Fernández de Lugo. En el más antiguo Sanlucar, 26-V-1443
Mencía Muñiz, vecina de Sanlucar. En presencia de Pedro Bernal, escribano
publico por el Duque de Medina Sidonia D. Juan de Guzmán, concede licencia a
“Sancho de Vera e Fernando Martínez Bachicao y Alonso de Lugo e Lope González
escribano publico y Antón Pérez vecinos que sodes de la dicha villa que vuestra
voluntad es por amor de Nuestro Señor de dar a gastar de vuestros bienes para
facer e fabricar una casa o casas para donde fray Joan de Bilbao e fray Diego
de Limpias e sus compañeros cuales ellos quisieren moren e sirvan a Dios...
quiero e consiento de mi deliberada voluntad que vos los dichos Sancho de Vera
e Fernando Martínez e Alonso Fernández e Antón Pérez fabríqueles e fagades
facer e fabricar en la dicha mi arboleda... desando para mi Della los árboles
cerezos que están al un canto Della una casa o casas por la vía e manera que a
vosotros bien visto fuere para ende estén e moren los dichos fray Joan y fray
Diego que dichos son e los que después dellos vinieren e estuvieren en servicio
de Nuestro Señor Dios de la dicha observancia e regla”.
En Jerez, en unos cuadernos de escritura
notariales de 1483 y 84, autorizados en El Puerto de Santa Maria por Hernando
de Carmona, figura un Alonso de Lugo residente en Jerez que obtuvo una
juradería vacante, por haber sido quemado su propietario por los primeros
inquisidores. En una de las notas de Hernando Carmona, Alonso de Lugo aparece
debiendo a Juan Piloto 35 mil maravedies; dicha nota es exactamente del 21 de
Octubre de 1483. No aparece en sitio alguno la cedula de concesión del
juradazgo que podría dar mucha luz al exponerse los motivos de la gracia, pues
hay lagunas históricas en los cuadernos capitulares de estos años. Pero el
cronista Benito de Cárdenas, contemporáneo de los hechos, dice que la concesión
se hizo en Enero de 1483.
Fernández de Bethencourt en el tomo 1, pág.
53, de su Nobiliario y Blason de Canarias, hace a Alonso Fernández de Lugo,
fundador de la Iglesia
de la Santísima
Trinidad de Sanlúcar de Barrameda, tío del Adelantado y no su
padre. El mismo Fernández de Bethencourt cita como hijos de Alonso Fernández de
Lugo, fundador de la Iglesia
de la Santísima
Trinidad y de Catalina Martínez de Luna, a otro Alonso
Fernández de Lugo, Regidor de Sanlucar y a Juan de Lugo, jurado de Sevilla.
Este último Fernández de Lugo pudiera ser el que obtuvo la juradería de Jerez
en 1483. Queda definitivamente demostrado que Alonso Fernández de Lugo,
fundador de la Iglesia
de la Stma. Trinidad
de Sanlucar de Barrameda, fallecido en 1450 no pudo ser el conquistador de
Tenerife.
La
supuesta tumba de Alonso Fernández de Lugo en Sanlucar (España.)
Es
frecuente que las zonas más deprimidas cultural y económicamente del Estado
español con frecuencia recurran a la invención histórica con objeto de elevar
su autoestima, así tenemos que extremeños y andaluces alardeen y glorifiquen a
los masacradotes de pueblos surgidos de sus solares. San Lucar de Barrameda, en
el pasado puerto esclavista que alcanzó cierta notoriedad bajo el yugo de los
Medinasidonia, no ha podido sustraerse a esa corriente, y a falta de un “héroe”
patrio más significado optan por crear un sepulcro en honor del traficantes de
esclavos Alonso Fernandez de Lugo, tal como podemos leer en una página oficiosa
del aquel municipio español.
“Un
sanluqueño tendría un protagonismo importante en la misión: Alonso Fernández de
Lugo participó en la conquista de Gran Canaria. Más tarde Pedro de Vera
lo nombró gobernador a Agaete. En 1491 llega a un acuerdo con la corona para
conquistar la isla de La Palma.
Entre
1494 y 1495 conquista Tenerife. Llegó a ser Adelantado de Canarias. Fue acusado
de injusto y arbitrario. Colaboró en la construcción de la iglesia de San
Francisco. Su sepulcro se encuentra en la Iglesia de la Trinidad de Sanlúcar.
Actualmente se conserva la imagen del Cristo de La Laguna que llegó a Canarias
con el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Es una pieza de excepcional valor
artístico, tallada en madera de roble de Flandes, de estilo gótico. Antes de
que el Duque de Medina Sidonia se la obsequiara al adelantado era venerada en
la ermita de la Vera Cruz
en Sanlúcar de Barrameda. En 1520 el conquistador la donó a su vez al convento
franciscano de San Miguel de las Victorias, en cuya iglesia aún se conserva.”
Ningún honor dedicaron sus contemporáneos en la colonia a la figura de
Alonso Fernández de Lugo, excepto los propios mortuorios habituales, ni
siquiera su hijo Pedro se preocupó en cumplir de manera diligente con las
mandas testamentarias del Adelantado relativas a la construcción de su
sepultura en el convento franciscano en Eguerew (La Laguna), quien había dejado
dispuesto: “Otrosí mando que de
mis bienes, frutos, rentas y alogeros de ellos, ante todas las cosas, se acabe
de hacer la capilla que yo tengo mandado, que es de San miguel de las
Victorias…"
El
silencio documental relativo al Adelantado después de su muerte es ciertamente
significativo, es como si la sociedad de su tiempo hubiera experimentado un
notable alivio con su desaparición física, su recuerdo se desvaneció, los
historiadores y estudiosos guardaron silencio sobre este personaje hasta que
fue rescatado del anonimato por el cronista Núñez de la Peña.
La
sociedad colonial tinerfeña no había prestado mayor atención a la figura del
conquistador hasta que un general español de nefasta memoria para la humanidad
el mallorquín de ascendencia alemana Valeriano Weyler Nicolau, a quien la
corona borbónica española tan dada a dispensar honores y prebendas a sus fieles
servidores en tanto que no afecte a las arcas,
le adjudicó el virreynato y la capitanía general de esta colonia canaria
(1878-1883).
Asolador de los campos de Cuba y precursor de los centros de exterminio
nazis en los patriotas cubanos durante la guerra de independencia de aquel
país, decidió rescatar del olvido la figura del también masacrador de pueblos y
traficantes de esclavos Alonso Fernández de Lugo.
Para
ello decidió impulsar un viejo proyecto de la burguesía dependiente criolla
lagunera la cual en sus deseos de resaltar su condición de supuestos
descendientes de conquistadores en un momento histórico en que el imperio
colonial español se desmoronaba inevitablemente en América y el Pacífico, y la
extrema miseria en que se encontraba el pueblo español obligaba al Estado de
ese país a distraer la atención popular invadiendo parte de nuestro continente.
Para hacer aflorar los sentimientos patrióticos y patrioteros hispánicos de la
población criolla y del ingente número de funcionarios destinados en esta
colonia el general Weyler ordenó
desempolvar dicho proyecto.
Si
creyera en la reencarnación del alma tal como lo entienden algunas religiones
hindúes estaría obligado a sumir que la
de Alonso Fernández de Lugo en
una de sus múltiples reencarnaciones abría encontrado su sosías en el general
español Valeriano Weyler Nicolau, y que aún continua reencarnándose en busca de
la purificación a juzgar por las
actitudes de determinados políticos y militares españoles y españolistas
quienes hacen ingentes esfuerzos por continuar manteniendo los preceptos
ideológicos coloniales de tan destacados desalmados hasta el presente siglo
XXI.
Veamos unas breves pinceladas de este personaje digno y genuino
representante de las tradiciones castrenses españolas.
Según expone el investigador canario Miguel Leal Cruz: “Sus primeros
pasos en el ámbito castrense los dio en el Colegio de Infantería de Toledo y,
en 1861, una vez terminados los estudios militares, fue nombrado capitán del
Estado Mayor. Dos años más tarde pidió el traslado a Cuba, donde participó en
la campaña de Santo Domingo, que le mereció la Laureada de San Fernando
por sus muchos méritos. En 1868, ya con el rango de coronel, volvió a Cuba para
dirigir el Batallón de Cazadores de Valmaseda.
Con
la proclamación de la
Primera República, Weyler luchó contra los carlistas. Derrotó
a Santés en diciembre de 1873, lo que le valió el ascenso a mariscal de campo.
Durante la Restauración
su ascensión prosiguió, fue nombrado teniente general y se le adjudicó la Capitanía General
de Canarias, que ocupó durante el período comprendido entre 1878 y 1883. Años
más tarde, en 1888, dirigió la Capitanía General de Filipinas, hasta 1893.
En
su vuelta a España sirvió en Cataluña, tratando de sofocar los numerosos
atentados anarquistas que se producían en aquella ciudad.”
El
24 de febrero de 1895 se inició la última guerra por la independencia de Cuba.
El Capitán General español, Arsenio Martínez Campos fracasó en su intento de
vencer a los cubanos, incapaz de ordenar una guerra de exterminio recomendó se
le sustituyera por el General Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife.
Weyler se hizo cargo del mando en la
Isla el 10 de febrero de 1896. Al tomar el mando contaba con
200.000 hombres, de los cuales 80.000 eran voluntarios, españoles y criollos,
en tanto que las fuerzas cubanas no pasaban de 30.000.
En
los planes de Weyler estaba acabar con la insurrección en dos años. Su primer
objetivo en la isla era aislar al rebelde Maceo, al que consideraba el más
peligroso para los intereses españoles al tener este el apoyo de los negros. De
esta manera fortificó una línea que atravesaba la isla de norte a sur.
Pero
su plan de aislar a Maceo fue un fracaso. La presencia de Weyler hizo, además,
que la Junta de
Nueva York decidiera mandar más material y armas a la isla en apoyo de los
insurgentes.
Ante
los triunfos de las fuerzas insurrectas en varios puntos de la Isla, Weyler dispuso los
denominados Bandos, específicamente, el bando de reconcentración, dictado el 21
de octubre de 1896, obligaba a los habitantes de los campos o fuera de la
fortificación de los poblados a reunirse en el plazo de 8 días en los pueblos
ocupados por las tropas españolas. De no hacerlo, se les consideraba rebeldes y
eran juzgados como tales. La medida se hizo cumplir levantando alambradas y
fuertes en ciudades y campos, donde vagaban hambrientos y plagados de
enfermedades niños, mujeres, ancianos, todos, como medidas represivas para
aislar a la población y a los rebeldes, privarlos de alimentos, medicinas y otros
recursos. También declaró el cierre de los establecimientos comerciales, la
confiscación de los caballos encontrados en los caminos y la incautación de las
cosechas de maíz.
Estos campos de concentración y de exterminio en 1896 llegaron a
albergar a más de 400 mil cubanos y las víctimas de los mismos llegaron a ser más de 750 mil constituyendo
la tercera parte de la población cubana de la época.
Crónicas locales dan fe de que los reconcentrados morían en las calles y
a bordo de los trenes que los transportaban. Otros andaban desnudos por las
plazas en busca de comida que no existía, pues todos los víveres iban a parar
al ejército metropolitano. Sólo en la localidad de Vueltas hubo 1572
defunciones en menos de medio año.
España apostaba al terror y a la barbarie y para ello Valeriano Weyler
haría gala de su crueldad, la misma que exhibió sin límites en 1868 con el
fusilamiento a diestra y siniestra de civiles inocentes, incluyendo menores de
edad, y al arrasar caseríos y sembrados.
Los
efectos de aquellos métodos macabros fueron apocalípticos. Sin amparo ni hogar,
hambrientos, desprovistos de medicinas o ropas, miles de mujeres, niños y
ancianos hormigueaban alrededor de las fortificaciones españolas. No pocas
personas estaban hacinadas alrededor de alambradas en torno a las ciudades o
vagaban errantes por las calles procurando misericordia.
Además de las epidemias que por entonces proliferaban -malaria y fiebre
amarilla- se sumaron otras como el beri beri, la disentería o males desconocidos,
debido a la alarmante depauperación alimentaria y la ausencia de condiciones
higiénico-sanitarias.
La
sustitución del genocida Weyler con el propósito de evitar el desastre, provocó
la ira de sus seguidores, civiles y militares, en Cuba y en España. Al grito de “Viva Weyler, mueran los Estados
Unidos y la Autonomía”
tomaron las calles. Para los españoles y españolistas en Cuba la masacre cubana
era vista con alegría cristiana y fervorosamente apoyaron a Weyler.
Los
republicanos españoles, tan integristas como los monárquicos, preferían la
pérdida del resto de su imperio, que reconocer el derecho de los cubanos a ser
libres e independientes.
Cuando tras el fracaso de su política de horror y la muerte del ministro
Cánovas el tristemente célebre Weyler una vez sustituido por el general Blanco,
retornó a Madrid, un poeta de la zona escribió acerca del barco que lo
conducía: “si supiera el horror que lleva encima, contra las duras rocas se
estrellara”. De esta nueva aventura en Cuba, Weyler regresó a la metrópoli con
su patrimonio personal aumentado con 600.000 pesos oro fruto de la rapiña
siguiendo las más puras tradiciones
castrenses españolas, pues su salario durante su total mandato fue de
80.000 duros.
Una
vez que el buitre español se vio desposeído de su presa por el Águila
norteamericana de cabeza calva –que es
calva precisamente porque también es carroñera-, decidió aprovechar lo posible de los resto de
su caduco imperio en América y Asia, vendiendo Cuba, Puerto Rico, isla de Guam y Filipinas por 20.000.000 de
dólares, mediante el tratado de París de 1898.
Síndrome del colonizado
Como
he dicho mas arriba la sociedad criolla colonial hizo un ejercicio de
voluntaria desmemoria histórica en torno a este nefasto Alonso Fernandez de
Lugo. Es bien sabido que tanto individual como colectivamente el ser humano
tiene mecanismos psicológicos que le impulsa a
olvidar los sucesos desagradables de la vida, tales como las tragedias,
el dolor, el sufrimiento ocasionado por la tortura o la enfermedad etc., sentimientos que con el transcurso del
tiempo se van desvaneciendo en los individuos y en los pueblos, motivando que
las victimas acaben perdonando a sus verdugos e incluso convivan con ellos
apaciblemente.
Por
otra parte, el colonizador impone sus estrategias desde el poder y descubre en los colonizados, un
comportamiento mimético, híbrido y ambivalente, donde el colonizador participa
junto con ellos, en una operación mimicrética (donde el colonizado remeda e
imita), de camuflaje, un comportamiento ambivalente del colonizado (entre el
remedo y la esperanza de ser como ellos) y la del colonizador (entre el miedo
de perder autoridad ante la imitación y el deseo de ver su “grandeza” desde los
ojos del vencido).
El
sentimiento experimentado por el criollo de que “todo lo que viene de fuera es mejor” -actitud que es propia de
todos los pueblos sometidos- supo plasmarla en una curiosa anécdota el
españolista y sacerdote católico profundamente comprometido con la oligarquía
canaria, José de Viera y Clavijo, quien nos narra el hecho de la manera
siguiente: “Hubo un Comandante General cuya mujer cojeaba ligeramente de un
pie, pues bien, las damas de la buena sociedad de Santa Cruz entendieron que la
moda en Europa marcaba el caminar cojeando ligeramente, por consiguiente en las
recepciones, reuniones y saraos las encopetadas damas andaban todas cojeando
como signo de elegancia y distinción”.
Además, la influencia ejercida sobre los colonizados y criollos por la Pléyade de empleados de la
metrópoli, funcionarios, militares y clero, sobre la sociedad colonial es
ciertamente decisiva en el desarrollo de los acontecimientos políticos
dirigidos desde la metrópoli con el fin de perpetuar la situación colonial, uno
de los métodos empleados consiste como
he dicho en inducir en el colonizado sentimientos de gratitud hacia el
colonizador, para ello no dudan en falsear la historia creando héroes ficticios
supuestos salvadores de los sometidos. Esta táctica empleada en nuestra matria durante siglos por la iglesia
católica, fue retomada en plano político y militar por Valeriano Weyler sirviéndose para ello de la figura del
desalmado Alonso Fernandez de Lugo, creando con ello una tradición en los
estamentos militares en esta colonia.
Como
ejemplo de lo anteriormente expuesto tenemos la parafernalia que han creado en
torno a la expedición en corso llevada a cabo por una escuadrilla británica
contra el puerto de Añazu (Santa Cruz) con animo de apoderarse del tesoro
proveniente de las rapiñas españolas en América, y que se suponía que estaba
resguardado en la plaza de Añazu, esta escuadrilla venía al mando del
vicealmirante Horacio Nelson, este intento de golpe de mano, los españoles lo
convierten en una invasión, al virrey y capitán general de turno Antonio Miguel
Gutiérrez González, (el lector interesado puede consultar una biografía de este
personaje en www.canariastelecom.com/benchomo/) hombre ya
anciano enfermo y decrepito cuya mayor hazaña frente al desembarco de los
ingleses fue el desmayarse ante la presencia de los cuerpos de los asaltantes
mutilados por la metralla de los cañones en el “martillo” del muelle, desde
donde hubo de ser trasladado a hombros de dos oficiales españoles hasta la seguridad
del sótano del castillo de San Cristóbal.
Pues
bien, el colonialismo ha entretejido todo un entramado de falsificaciones
históricas e interpretaciones tervirgersadas al objeto de presentarnos a
este manipulado personaje como un héroe
salvador de Canarias. Así mismo, se le atribuye la toma de la bandera y caja de
guerra (tambor) a los ingleses a un oficial español, otra apropiación de
méritos pues el verdadero artífice de tal acción fue el cabo del Regimiento de
Milicias de Güímar don Diego Correa, el cual estaba destinado en la batería de la Concepción, éste en el
momento del desembarco de los ingleses por la playa de la Caleta, animó a sus
hombres, y descalzándose sobre la playa, arremetió contra los invasores y en
breves minutos, cautivó a 17 soldados ingleses, que entregó personalmente en el
castillo de San Cristóbal, además de varias armas, un cañoncito de campaña y la
mencionada caja de guerra, arrebatados a los enemigos. Es posible que fuese el
cabo Correa, quien se hizo con la bandera ya que fue precisamente en el sector
de playa defendido por Correa donde desembarcaron las tropas provenientes de la
fragata Emerald, al mando del capitán Thomas M. Waller. Esta bandera que
lleva grabado el nombre del navío de donde procedía, trofeo del que tan
justamente nos sentimos orgullosos los canarios, hoy en día, se exhibe en un
museo militar español, con otros objetos ganados por nuestras milicias
verdaderas defensoras de la plaza a ante los invasores ingleses a los cuales se
enfrentaron con poco mas que palos y rosaderas. Pero en fin, hasta aquí la
historia colonial siempre la han escrito los españoles y españolistas… Ruego al
paciente lector disculpe esta digresión…
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