A MODO DE INTRODUCCIÓN
Nuestras islas Canarias siempre han recibido del mar lo bueno y
lo malo, casi siempre más de lo segundo, quizás por ello, nosotros que dependemos de él, hemos vivido -vivimos-
de espaldas al mismo.
Lo dicho viene a cuento entre
otras cuestiones, porque siendo las nuestras
unas islas donde han tenido lugar extraordinarios eventos históricos protagonizados desde o hacía el mar, que han dado excelentes marinos y no menos destacados
corsarios y piratas, es quizás el único país marítimo que no cuenta con un
museo específicamente dedicado a temas marítimos, y
en cambio existen -por ejemplo- grandes
monumentos en forma de faraónicos coli-seums dedicados a la música clásica para
uso y disfrute de un reducidísimo sector de la sociedad, y en los que se han
invertido ingentes cantidades de recursos
económicos que rayan en lo mítico, mientras proliferan las situaciones de
injusticias sociales. Esta situación me hace pensar que a un sector
importante de dirigentes de nuestra
sociedad actual, no le mueve ningún interés en rescatar o mostrar sus raíces, y mucho menos
enmendar situaciones de anacronismo social heredadas y sostenidas, por
quienes afirman luchar por los intereses
del pueblo.
Quizás esta paradoja se deba a que, a pesar de estar
rodeados por este mar que nos aprisiona,
al tiempo es nuestra vía para la esperanza.
Desgraciadamente, este mar no es nuestro, quizás ello motiva nuestra secular indiferencia hacía el mismo.
Indiferencia que solo es equiparable a la que
puede sentir un propietario de un bien que le
tienen embargado, y del cual es un simple depositario, estándole vedado el
usufructo del mismo.
Por este mismo mar, nuestros antepasados han tenido
que buscar una vía de escape a la endémica pobreza que siempre ha imperado en nuestro pueblo; por ello, queremos
rendir un modesto homenaje a quienes
arriesgaron su vida cruzando el inmenso
Océano tras la quimera de un bienestar para sí y para los suyos que su patria le negaba. A ellos, a los
emigrantes ilegales y a los legales, queremos dedicar estas modestas
páginas. Al mismo tiempo, queremos hacer un
recordatorio de los hombres y barcos que, por una causa u otra han
finalizado sus días y sus vidas marineras en
nuestras costas o en «nuestras» aguas.
Por
otra parte, no es ajeno al hecho migratorio el que no se nos haya permitido el diseñar un sistema de economía
propio, por el contrario, todo intento
de crear un tejido industrial o financiero
netamente canario se ha visto inmediatamente seccionado
por los poderes económicos españoles y europeos. Como ejemplo tenemos el desmantelamiento del sector
tabaquero canario por el Monopolio español
Tabacalera; todo intento de crear una banca canaria y compañías
aseguradoras, así como compañías de
transporte netamente canarias, han sido cortadas casi de raíz. El pequeño y mediano comercio -verdadero creador de
puestos de trabajo estables esta siendo desmantelado en favor de las grandes
multinacionales, empresas extractoras de beneficios que revierten al exterior, siendo además grandes productoras
de residuos, que los canarios tenemos que eliminar o reciclar a nuestra costa, claro está que esto será hasta
que las basuras alcancen un determinado valor económico, en cuyo caso, serán otras multinacionales las que se encargarían del
tema. Tengamos en cuenta que en la
actualidad las recogidas de residuos y la administración del agua en los núcleos de población importantes son gestionadas por empresas españolas,
negándonos incluso la posibilidad de
administrar nuestra propia agua potable, algo que como la Sol,
procede de la naturaleza.
En resumen: somos un país de mas de dos millones canarios o «residentes», como se nos denomina en estos
tiempos, más los doce millones de turistas que
nos visitan anualmente, que estamos al servicio de un reducido grupo de
empresas españolas, entre las que cabe destacar a las
siguientes: Telefónica; Unelco-Endesa;
Trasmediterránea; Iberia, Cepsa y todo un entramado de empresas constructoras y de servicios; bancas;
aseguradoras y financieras, y sobre
todo, la hacienda pública española.
Rogamos al posible lector que nos disculpe esta
digresión, pero creemos que los factores
apuntados, acompañados de otros muchos,
(según las épocas) han sido determinantes en las causas
de la masiva emigración del pueblo canario.
Necesariamente, nuestros relatos han de ser cortos y
solamente exponemos unos pocos de los muchos que en
este campo recoge la historiografía canaria y
nuestras investigaciones personales, así nos
lo exige nuestro editor, y nosotros somos obedientes, pues para ello nos han
venido educando desde hace más de quinientos
años.
Esta librito que hemos titulado Veleros en
Canarias, Naufragios y Hundimientos, conforman un volumen en el que se recogen
las peripecias de algunos de los míticos y endebles barcos de vela en que muchos de nuestros conmatriotas se vieron obligados a
abandonar la Matria
en busca de un pedazo de pan y una bocanada
de aire de libertad.
Entiendo que es mi
obligación hacer participe a mis conmatriotas
de una visión de nuestra historia reciente, no manipulada ni mediatizada por los intereses coloniales, no
pasando por el tamiz de la censura de los
comisarios culturales del Estado español en Canarias, generalmente canarios de
servicio quienes se ocultan bajo el eufemismo de «Consejo de
Asesores», obstá ca culo que deben superar las empresas editoras en
Canarias si quieren acceder a las
subvenciones que como medidas de control conceden los organismos públicos. A
pesar de lo expuesto, aún existen
ingenuos que creen que en nuestra sociedad se practica la libertad de expresión en igualdad de condiciones, y lo que es
peor, también los hay que creen que viven en democracia por el simple hecho de
que les permitan gritar o protestar
fuera de los recintos de los campos de fútbol.
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