PROLOGO
"¿De quién son estos presentes?", preguntaba Amaro Pargo, Yellugareño, desposeído por él de sus tierras, contestó: "Suyos... y míos, señor".
(DE LA TRADICIÓN PUNTERA)
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Bien es verdad que no está informado este libro de
sólo incomodidades y angustias; lleva también
parte de mi cariño al paisaje y a las gentes con quienes he convivido muchos veranos; lleva mi curiosidad
vigilante por las cosas menudas y también por lo que no
lleva en lo que lleva: instantes de
atardecer en los que alguna vez me prendió una coyuntura de silencio.
Pocos lugares como La Punta ofrecen en tan corto
espacio tan variadas sugestiones: historia
regional, leyendas de diversos tipos, mar, llano, montañas, paisaje vario y
encantador la mayoría de las veces y hasta ruinas
que aluden a un legendario personaje que vive eternamente al pie de "Los dos Hermanos", la cumbre que se ahoga
en la mar, con una vida más real y auténtica
que la suya propia, allá en los siglos XVTI y XVTII.
Interesada por tan inquietante ser, quise averiguar si por el Núñez de
Villavicencio de sus apellidos maternos estaba
emparentada con él, pero mi jerarquía nobiliaria es tan detestable y
deprimente, que mi búsqueda habría de
interrumpirse a cada paso, porque muchos nombres de mis antecesores no estarían ni siquiera consignados en los
folios documentales de los archivos y
registros. No he querido, pues, que mi interesante y posible ascendiente, tan presuroso en fundar mayorazgos y
alcurnia, se pudiera avergonzar de que a
mi persona a secas, sin un "de" ni un "y" tan siquiera, haya venido a parar una rama de su árbol
genealógico; tampoco desearía molestar a otros
descendientes del sugestivo aventurero, más directos que yo y que de cierto tacharían mi pretensión como un
gesto "parvenú", como un afán
desmedido de alternar en sociedad y de codearme con linajes sobresalientes; pero sí he de hacer constar, no
obstante, que hubiera experimentado gran placer en probar que desciendo de tan
ilustre corsario isleño.
Ahí estás, Amaro Pargo, embuchado en el paisaje
invernal de Punta Hidalgo, en los días grises y
oscuros donde tus lugares de acción imponen y atemorizan el alma; ahí estas, suspirando junto a las ruinas vivas
de las "Casas bajas"; ahí
estás paseando, hecho un hombre de bien, frente a la casa de la calle del Agua, esquina a la de San Agustín, donde estuvo
en tus tiempos la tuya; vecino de los
Nava y de los Marqueses de San Andrés y visitando
contrito y agradecido a la venerable "Sierva de Dios" en su convento. .. Ahí estás. Aquí vienes conmigo; yo te
llevo en mis sueños de la mano por la "Piedra del
Navio", quizá de tu navio "Fortuna", al reventar las olas blancas contra la tierra gris, por las
rectas y espaciosas calles de la Ciudad.
Yo te rindo vasallaje, señor de "soga y cuchillo", como un Suárez, un
Ramos o un Morín cualquiera. Yo te
ofrezco tus tierras con tus tierras y esta mi ofrenda mínima -como las frutas, los recentales y las piezas de caza
y pesca- es también "tuya y mía,
señor"...
La Laguna y
Noviembre de 1937
Post
scriptum.- Dormía ya este trabajillo inédito en su totalidad, unos cinco años de sueño cuando leí las bases del
Certamen que la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife
anunció en marzo de 1943, y pensé que
respondía al Tema B) del mismo.
A ello se debe, pues, que sea tal ilustre entidad
quien edite una obra que pensé publicar cuando las circunstancias lo
permitieran. Generosidad y culpa suya es interrumpir un sueño que tal vez debió
haber sido eterno.
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