Leer un libro antes de que sea libro, o sea, cuando
todavía es manuscrito, es un privilegio que
tiene uno cuando el autor es amigo y cuando
quiere que ese uno sea el prologuista. Así que, en
este caso, escribo de un libro —éste que tú, lector amigo, tienes ahora entre tus manos— que no había llegado aún
a la imprenta, cuando todavía era
tiempo de enmiendas, incluso de cambio del
título, cuando es posible que no todo lo leído por mí haya aparecido ahora impreso, o que, al contrario,
esté ahora aquí lo que no estaba entonces
en el manuscrito. Un privilegio adelantado,
en todo caso, pues ahora el privilegio lo extiende el autor, sin limitación, a
todo el que quiera leerlo.
Diré que este libro me es doblemente querido porque conozco bien al autor, Manuel González Ortega, y conozco
bastante al personaje biografiado, Juan
Betancor García. Y a los dos valoro y estimo en mucho por las cosas que diré de ambos. En efecto, llegar a Tuineje de encuesta sobre la tradición oral
—eso que algunos llaman "en busca de
versos y poesías populares"— y preguntar por ello, es abrir el
conocimiento a la existencia de un nombre: Juan Betancor. Todos señalarán en la
misma dirección: "Allí vive". Incluso
cuando la pregunta se hace en cualquier otro pueblo de la isla: "Para eso vaya usted a Tuineje y pregunte por
Juan Betancor" (yo añadiría otro nombre fundamental: Eulalio Marrero). A mí me había ocurrido en 1988. Y
naturalmente hice caso al vecindario. Lo que yo
buscaba entonces eran romances, pero de casa
de Juan Betancor no se podía salir sin décimas. Y de
décimas salí cargado; tantas que ni siquiera he podido contar
las.
Di cuenta de unas pocas en mi Romancero de Fuerteventura, las que por su estilo narrativo se acercan al género
romance, pero quedaron las más en las
cintas grabadas, esperando la ocasión de
salir a la luz. Y la hora llegó de la mano de Manuel González Ortega, cuando todavía es tiempo de que su
autor, para su regocijo y por primera vez, las
vea todas juntitas y en letras de molde, y
cuando ya es hora de dar cuenta de un hombre y de una
obra poética tan original y tan oculta a la mirada general y tan ajena a los intereses de la crítica.
El mundo de la décima popular es realmente
apasionante y se nos presenta como un
territorio apenas transitado. Si ya los géneros
poéticos populares —el romancero, el cancionero, el adivinancero, etc.— están
muy al margen de las preocupaciones de la
filología "académica", el género decimal lo está, a su vez, entre las
de los estudiosos españoles de la tradición oral. Digo españoles, no tanto hispanoamericanos. Y es que la
décima es género poético popular
prácticamente desconocido en España. No así en Canarias que en este terreno —también en éste— está a mitad de camino entre el desierto español y la
selva hispanoamericana, que floresta casi
impenetrable por su proliferación es la décima en Hispanoamérica como expresión poética popular. Y Canarias se encuentra así con un patrimonio cultural
del mayor interés del que apenas se ha dicho nada que haya trascendido los límites locales.
Yo mismo me he sentido muchas veces contrariado en
mis tareas recopiladoras cuando lo que buscaba era
romances y lo que encontraba era sólo décimas,
como si éstas estorbaran la presencia de
aquéllos, o peor, como si las décimas hubieran inundado el terreno que antes
habían ocupado los romances. Entonces no fijé mi
atención en la espinela, obsesionado como estaba
en llegar a tiempo de poder recuperar los últimos vestigios del romancero
canario y convencido de la mayor antigüedad y rango literario de los romances tradicionales.
Un
acontecimiento me hizo cambiar de perspectiva: la celebración de un Festival de decimistas, complementado
con un Simposio de estudiosos de la
décima, celebrado en Las Palmas de Gran
Canaria en las postrimerías de 1992. En el Festival y en el Simposio participaron personas y grupos venidos
de varios países de Hispanoamérica y de
las varias Islas Canarias, y juntos nos dibujaron
un panorama tan espléndido que, por desconocido,
resultó ser mucho más extraordinario. ¿Cómo pudo una realidad
cultural —literaria, musical, histórica, sociológica, etc.— tan notoria estar al margen de los estudiosos de la
cultura?
Bien es verdad que la realidad mostrada por los
decimistas del Festival se reducía sólo a
una manifestación de las varias que la décima tiene como expresión de la
literatura popular, la de ser poesía improvisada,
más asombrosa aun en un mundo tan actual, tan prosaico y tan uniforme, tan alejado ya de las viejas formas tradicionales. Y que la décima se manifiesta
también como poesía elaborada en la soledad
del creador para ser después pregonada por
mil bocas, andando de labio en labio, por los caminos
de la tradición oral. Aquel Festival y aquel Simposio fueron un importantísimo hito para quienes participaron en
ellos, pues tuvieron la capacidad de conmover el interés de muchos investigadores y de enseñar y asombrar a todos los que los
presenciaron. Pues en aquel Festival
participó también Juan Betancor, como
representante más anciano —y mejor— de los decimistas canarios —en calidad de "poeta", no de
"verseador", es decir, de creador, no de repentista—, recitando —y
dramatizando— sus propias décimas. Y en aquel Simposio
participó también Manuel González Ortega con
una Comunicación en la que daba cuenta de las décimas de Juan Betancor. Aquello fue el inicio de lo que hoy
es este espléndido libro. En aquella Comunicación, Manuel González Ortega logró encontrar el tono con el que
mejor dar cuenta del asombro de hombre y de poeta que es Juan Betancor García, metiéndose dentro de él, haciendo que
hablara el propio Juan Betancor, relatando en primera persona, metiendo la
poesía en la vida cotidiana del poeta.
La Comunicación gustó tanto al auditorio que
confirmó al autor el camino que debía seguir.
Resulta así que el libro de Manuel González Ortega
es mucho más que lo que el título dice. las décimas de juan betancor —que es el
título que tenía el original de Manuel cuando yo lo leí— no es sólo las décimas de Juan Betancor; son las décimas, sí,
pero también es la vida de un hombre que, por poeta, resulta ser literaria; y es también un libro de antropología
social, y de etnografía, y hasta de geografía
humana; tan bien están descritos los paisajes y los ambientes en los que la
vida y la obra de Juan Betancor se
encuadran y se han hecho posibles. Y es, además, […]
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