PROLOGO
El ataque de la escuadra de Nelson a Santa Cruz de
Tenerife en 1797 ha ejercido siempre una
poderosa fascinación en el alma isleña. Ello viene avalado por los numerosos estudios ¡levados a cabo en estos casi doscientos años. El que escribe estas
líneas se dejó atrapar también por esos
lazos sutiJes con su ciudad ya desde la adolescencia. Los símbolos de la gesta del 25 de Julio le sedujeron al primer
instante: las banderas capturadas a los ingleses
que se custodiaban en la iglesia de la Concepción; el cañón
Tigre, envuelto en las brumas de una
leyenda que le atribuía el mérito de haber herido gravemente al héroe
británico; los sillares del viejo muelle de Santa Cruz donde se podía aún apreciar el impacto de un proyectil de
aquella fecha memorable; y hasta el
rótulo de una calle dedicada a este ilustre marino y enemigo, circunstancia que no dejaba de sorprender
a más de un viajero.
Luis Cola Benítez, amante y estudioso de sus raíces isleñas, fue
también preso de esta fascinación, y en los ratos libres que le proporcionan sus representaciones comerciales había buceado
con anterioridad en los archivos y bibliotecas locales para explorar parcelas
de nuestro pasado. En 1986 publicaba una
monografía sobre los barrancos de Santa Cruz, destacando así su importancia
decisiva en el nacimiento y
desarrollo del entramado urbano. El rigor histórico y amenidad literaria de
aquel estudio ya fueron alabados en su prólogo por nuestro común amigo Manuel
Álvarez de la Rosa. Pero
el ataque de Nelson le seguía esperando a la
vuelta de la esquina de la historia insular. Pronto constituiría el objeto preferente de su investigación.
El primer resultado de este apasionado interés es el pequeño libro que tiene el lector en sus manos.
La
representación que Francisco Grandy Giraud (1755-1802), Teniente de Milicias de Canarias y Agregado al Real Cuerpo de Artillería, hace a Carlos IV en 1797 es la piedra angular de este trabajo. La publicación
de este documento inédito sobre el ataque de Nelson ha dado pie al autor para
llevar a cabo algunas reflexiones sobre aquel hecho
de armas. Estas consideraciones encierran gran interés pues contribuyen al conocimiento de aquel episodio
bélico desde otras perspectivas
históricas. Estos nuevos enfoques, algunos de ellos meras hipótesis que deberán ser desarrolladas en
trabajos posteriores, apuntan no
sólo a los aspectos militares sino también a los aspectos sociales. En otras
palabras, en los documentos que narran el ataque de Nelson se pueden
encontrar también huellas de los conflictos de intereses que latían en la sociedad canaria del Antiguo Régimen. En el caso
que nos ocupa, se manifiesta la discriminación que existió a la hora de premiar
a los isleños que destacaron en el esfuerzo común por rechazar a los británicos. Veamos estos dos aspectos por separado,
refrescando un poco la memoria del lector sobre los acontecimientos de 1797.
Desde el punto de vista militar, la estrategia
desplegada por el Comandante General Antonio
Gutiérrez durante aquellos días ha sido alabada por distintos autores, contemporáneos y posteriores. Como es
sabido, las medidas defensivas que tomó antes del ataque fueron suficientes para neutralizar el desembarco efectuado por
los británicos en la mañana del 22 de Julio en
el costado nororíental de Santa Cruz. Ello forzó a Nelson a la elección, trascendental para el resultado de la batalla, de un nuevo punto del frente español donde
llevar a cabo su ataque definitivo. El
contralmirante inglés decidió entonces golpear el núcleo principal de las defensas de la ciudad: el muelle y el castillo
principal de San Cristóbal, donde se
hallaba Gutiérrez y su plana mayor. Si hubiese alcanzado su objetivo el frente
se habría partido en dos y la jefatura de las
fuerzas isleñas hubiese caído en sus manos, obteniendo asila rendición de la plaza.
Pero ya en los días anteriores al ataque tuvieron
lugar iniciativas particulares que mejoraron el
dispositivo defensivo diseñado por Gutiérrez. La principal de ellas,
elogiada por protagonistas y testigos de la
acción, fue la apertura de una tronera en el lado nororíental del castillo
de San Cristóbal y la colocación de un cañón en ese punto, cubriendo de esa
manera con sus disparos la playa que existía entre […]
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