miércoles, 3 de julio de 2013

LAS PIRAMIDES DE CANARIAS Y EL VALLE SGRADO DE GUIMAR




PROLOGO
Las Pirámides de Canarias y el Valle Sagrado de Güímar, es un trabajo apasionado sobre el cual, los autores me han invitado a que sobre él, escri­ba el prólogo. Un prólogo es dar al lector la noticia de una obra, y esta acción histórica, etnográfica y toponímica que invito a leer es producto de la ansiedad de Emiliano Enrique Bethencourt Miranda, de Francisco Pa­blo De Lúea López y de Francisco Enrique Perera Santana. Ansiedad por nuestra identidad. Lo escrito es una crónica que recorre al hombre desde su cuna africana, desde Lucy y los Suyos: Australopithecus afarensis, con una edad aproximada de 20 años y de uno veinte m. hallada en Hadar (en el Afar, al noroeste de Etiopía). El primer homínido erguido. Tres millo­nes de años. ¿Y después qué? La lenta evolución. El largo caminar. ¿Por qué el hombre? Todavía no lo sabemos ¿Fue el hombre siempre hombre o meramente un proceso evolutivo? ¿Es suficiente la teoría del cazador-depredador y de ahí el crecimiento de su cerebro y el salto cualitativo como manipulador de instrumentos? la cultura. ¿Es suficiente y nos deja plenamente satisfechos? Tal vez no. Lo que sí es cierto es que el hombre como hombre ha estado, ha vivido en estado de ansiedad. Sin fuego vivió en la oscuridad y sin escritura, no pudo dejar huella de su quehacer, de su experiencia, pero allá ente el III y IV milenio antes de nuestra era, apren­dió a escribir. Antes había recorrido un espacio enorme, un tiempo extraordinario, con su revolución neolítica, para no "vivir al día"o en pre­cario. Se hizo agricultor, domesticador de animales, artista con la cerámi­ca, dibujante. Se organizó y comenzó a fijar sus conocimientos por escrito. Constancias grabadas y crónicas de lo que aprendía para dejarlas como huellas fundamentales tras de sí. Recopiló datos. Algo más trascendente que la mera memoria. La escritura, pues, fue un instrumento técnico para sobre él levantar una jerarquía: sociedades con individuos que mandan y con otros que obedecen, y sobre este dilatado proceso de centenares de milenios, de complejos y extraordinarios acontecimientos, de orden y des­orden, descansa nuestra civilización occidental. "Primitivo y civilizado". Jefes y esclavos. Colonizadores y colonizados. Constructores y destruc­tores.
Esta crónica de la prehistoria y de la historia que tenemos delante, está escrita, narrada con la pasión razonada por saber qué somos, de dónde venimos y qué nos queda. Los primitivos pobladores de las islas Cana­rias, no pudieron escapar a la dinámica de la historia porque el devenir de los pueblos "está escrito". Las sociedades humanas están sometidas al imperio del más fuerte, sometidas a aquellos que acumularon más expe­riencia y más objetos prácticos. Las sociedades humanas también se so­metieron a la Naturaleza: los cambios climáticos que marcaron los gran­des desplazamientos de los pueblos, que les obligó a cambiar de aires, a ser navegantes y nómadas. El hombre es Naturaleza, sol y agua. No hu­bieran sido posibles las grandes civilizaciones sin agua. El culto al Sol y a la lluvia: los mitos. Lo sagrado. La elevación de formas para adorar, sacri­ficar y pedir a los dioses piedad y clemencia. La Naturaleza como madre con sus secretos. La Naturaleza como obediencia. Vivimos en plena so-fisticación pero la tecnología por sí sola no es suficiente desde el punto de vista "utilitario". Alejarse de la Naturaleza es un "suicidio masivo", y en eso andamos. Tal vez se nos haya dado la última oportunidad. Hay serios avisos que reclaman nuestra atención: la tala masiva de bosques. El ozono protector. El calentamiento de la Tierra. Vivimos sin mitos y sin leyendas. Los ancianos "no tienen nada que decirnos". Estorban. La materia cuyo símbolo es el dinero se ha convertido en el' Valore máximum''. Tener y no ser.
La Tierra es un préstamo y no un dominio. Lo queremos todo hoy. Acabamos con todo hoy. El Planeta Tierra es nuestra única morada posible y está siendo devorado por el progreso precipitado y depredador. ¿Que­da algo para mañana? ¿Cuántos Valles Sagrados quedan en Canarias? ¿Qué identidad nos queda? ¿Quedaría algo de las Pirámides de Güímar de no ser por la pasión "loca" de unos cuantos? Afortunada pasión "loca", la que no ha tenido ese Valle fértil de La Orotava, reserva vital de una isla minúscula. ¿En aras de qué ha sido sacrificado implacablemente esa tie­rra de mieses. Islas de un equilibrio precario en las cuales acumulamos toneladas de basura. ¿Cuántos espacios vitales serán pasto del asfalto? ¿Hasta cuándo resistiremos la presión del automóvil? ¿Nos podemos per­mitir el despilfarro inmenso de energías derivadas de la combustión del petróleo?
¿Cuántas joyas botánicas como el Drago milenario de Icod de Los Vinos existen en el Planeta? Su contemplación de los siglos ha sido y está perturbada por unas obras demoledoras a sus pies y en su entorno. Su "sacro" recinto ha sido demolido en pro de su "protección" con una bar­barie de muralla, un "himno" a la potestad de la piedra y el cemento. Una aberración concebida para sostenerlo económicamente. Para convertir cada ojo que quiera verlo en dinero. El muro que encierra al milenario vestigio de nuestra flora, produce rechazo inmediato y no va a ser dinero la conse­cuencia de esa jaula que asfixia al Drago. Va a ser soledad.
Esto es simplemente un prólogo, una invitación a leer un libro, una crónica de África en sus aspectos físicos y antropológicos. Los autores la definen "Aprica", de latín, salado. Exenta de frío, del griego "Aprike".
Rindo homenaje a esas multitudes sin agua, sin pan, sin sal. Rindo homenaje a esas multitudes que andan y arrastran el hambre entre el pol­vo y el barro. Que vagan sin saber dónde van y para qué. Herencia de las sociedades coloniales tecnificadas que irrumpieron en los mitos y en las leyendas y que erosionaron profundamente modos y sistemas de vida. Sociedades que impusieron su "superioridad" y su "civilización". Me rin­do ante el frío de África y su padecer. Me avergüenzo desde mi condición
humana de la política y de los políticos que deciden la suerte, la vida y la muerte de millones de seres, desde sus poltronas de caoba empapadas de sudor negro. Siento un no se qué en mi estómago ante el floreciente mun­do que rodea a los mercaderes de armas que apuntan a toda esa desgracia­da gente envuelta en la absoluta miseria. Me duele todo ese mundo primi­tivo que no podrá jamás entrar en los Clubes de Bolsas, Brutos Productos Interiores, Serpientes Monetarias, Fluctuaciones y Deflaciones. Me rindo ante los Estados del Bienestar y sus Organizaciones en aras de la Coope­ración Internacional. ¿Y las soberanías de esos Estados trazados por la geopolítica de los dominadores del Planeta cuyos instrumentos de inter­vención rápida están concebidos para garantizar y salvaguardar los "vita­les intereses de Occidente"?
Me rindo ante el anti-Cristo que hurga en los ordenadores que ordenan y contabilizan los miles de niños cuyos huesos se exhiben entre las luminarias televisivas como "noticias internacionales". ¿Qué hay bajo los pies mojados y empolvados que soportan las cruces de todos los padeci­mientos? ¿Petróleo? Si lo hubiera, sin duda habría "Tormenta". Hay pies mojados, ojos hundidos. Rostros que no saben a quién mirar y para qué. Nunca en esta Aldea Planetaria, la comunicación ha sido tan inmediata y las distancias tan cortas pero todo ese acontecer que contemplamos desde aquí, nos parece un hecho lejano, "que no va con nosotros". Que no afec­ta nuestra cotidiana programación. En realidad, los africanos empolva­dos, tullidos y arrastrados por el hambre y la desolación, son de "otra galaxia".
El prólogo ha terminado.
Una plegaria por África, por favor.
En la Ciudad del Drago, a 22 de Noviembre de 1996. Francisco Díaz Hernández






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