viernes, 5 de julio de 2013

GALDÓS DEMOCRATA Y REPUBLICANO (ESCRITOS Y DISCURSOS 1907-1913) PROLOGO





Quienes sigan de cerca el curso de la bibliografía galdosiana no han de verse sorprendidos por la adición de un nuevo volumen a su acervo y puede que hasta esperaran ver compilados algunos de los tra­bajos que ahora se presentan. Quienes no conozcan de Galdós sino sus obras y sepan de su importancia quizá crean exageración profesional fatigar las prensas con una nueva entrega, por mucho que se les enca­rezca el interés de las dos partes que la componen: el estudio prelimi­nar de Víctor Fuentes sobre la biografía política del último Galdós; la impresionante colección de textos del novelista que le siguen. A estos presuntos alarmados convendría saber, sin embargo, que la bibliogra­fía galdosiana no sólo es vastísima sino compleja, fruto de un conoci­miento que ha tenido sus eclipses y sus grados, sus intereses y sus re­flejos de otras realidades, que ha vivido, en fin, su propia «historia». Y que esta «historia» ha tenido, a su vez, relación con otras dos de índole más general: por un lado, la aceptación de un clásico del siglo XIX (siglo que ha suscitado tantos recelos desde la perspectiva española del XX); por otro, la valoración de qué es, para qué sirve, cómo deber ser una novela.
Al principio, tras la muerte de Galdós en 1920, fue el vacío. No el olvido, porque el novelista siguió teniendo lectores fieles que mere­cen una monografía hecha con sensibilidad, aunque alguien la llame «sociológica». Algunos lo fueron de tan alta calidad como Vicente Aleixandre que —lo cuenta el último en Los encuentros1fue apasionado galdosiano en vm momento en que no era moda serlo. Pero Galdós no le gustaba a Ortega ni a Gómez de la Serna, más explícito en su dis­gusto que otros -pensemos en Machado— en su sospechoso silencio. Lo anunció Antonio Espina en una frase desdichada que, no por ca­sualidad, comparece en la primera entrega de Revista de Occidente (1923): «Galdós fue en literatura lo que Letamendi en biología, Sagas-ta en política y Pradilla en pintura. Una enorme medianía, como dijo Clarín de Cánovas del Castillo. Pertece a aquel grupo que, con frase un poco plebeya, podríamos calificar de novelista «rojo».2
De hecho, en la nómina de los grandes escritores de 1920-1939, apenas hay tres excepciones relevantes: Ramón Pérez de Ayala, que tributó a la gloria de Galdós uno de los mejores ensayos que se le han dedicado («El liberalismo y La loca de la casa»)*, Salvador de Madariaga y Gregorio Marañen. Pero todo este desvío había de ser la efímera re­belión del siglo XX contra su padre, el XIX, y, si se quiere, la secuela de aquella significativa consigna lanzada por Ortega, «nada moderno, muy siglo XX» que servía como lema de la pugna entre el brasero y el radiador, entre la mesa-camilla y la mesita de té, entre las arias de Rossini y las piezas de Debussy, entre el coche de caballos y el auto­móvil. Para Ortega y sus epígonos, todo el siglo romántico podía ci­frarse en unas «Vidas españolas del siglo XIX»4, esbozos de biografías de gentes apasionadas y apresuradas, evocación de irrepetibles adema­nes: «Si se quemaran los discursos y los libros compuestos en este me­dio siglo y fueran sustituidos por las biografías de sus autores -había escrito premonitoriamente en Meditaciones del Quijote-, saldríamos ga­nando ciento por uno»5. Para Machado, el legado del XIX había sido la confusa mezcla del individualismo y la epistemología idealista que se plasmó en un afán de síntesis universales edificadas por el intelecto y no por la vida: Darwin en biología, Hegel en la filosofía, Marx en la política, Mallarmé en la literatura6.
La resurrección de Galdós vino tras la guerra civil. Ha recordado Pérez Minik con su habitual sagacidad que fue entonces cuando las […]

«El había aprendido a leer allí, allí. La primera lectura literaria, si puede llamarse así, había sido a los doce o trece años, una novela de Galdós. No un azar, pero un destino. Porque a esta novela (El doctor Centeno, lo recuerdo muy bien) siguió otra y luego, otra. A los quince, a los dieciseis, a los diecisiete años, ayer, el día antes, la gran lectura de fijación de aquel muchacho había sido la masa bullente, cálida, con-tagiadora de humanidad y conocimiento de las Novelas Contemporáneas de Gal­dós», «Don Benito Pérez Galdós, sobre el escenario», en Vicente Aleixandre, Los encuentros, Madrid, Guadarrama, 1958, p. 160.

2     «Libros de otro tiempo», Revista Je Occidente, I. 1923, p. 114.
3     La máscara, Obras completas, ÜT, Madrid, Aguilar, pp. 47-68. El texto es el de una
conferencia pronunciada en la Sociedad El Sitio, de Bilbao, en 1919.
4     Este fue el título luego ampliado a lo hispanoamericano de la colección que impulsó
Ortega y que apareció desde 1930 bajo los auspicios de la Ed. Espasa-Calpe. A ella
pertenecen títulos de A. Marichalar, Benjamín James y el mismo Antonio Espina,
entre otros mosqueteros de la Renata de Occidente.
5     Meditaciones del Quijote (1914), Madrid, Espasa-Calpe, 1976, p. 55. El texto reprodu­
ce, en realidad, un fragmento del famoso discurso «Vieja y nueva política», como
apunta el propio Ortega.
6     CE, por ejemplo, el fragmento «El siglo XIX» en las «Divulgaciones y apuntes so­
bre la cultura» y el esbozo del discurso de ingreso en la Academia (1931), ambos en
Los complementarías, Buenos Aires, Losada, 1957, pp. 47-48 y 110-112.

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