martes, 25 de junio de 2013

RETABLO ISLEÑO




SIGNO

HACE BASTANTES años, el poeta crucificó su corazón en la cruz simbólica de los cuatro puntos cardina­les de la isla. Se asomó a cada uno de los cuatro extremos abruptos que se hunden en el mar, comprendió entonces lo que la isla era, y con una larga mirada hecha de devo­ciones finales fue captando sus virtuales sustancias.
Ante sus ojos desfilaron figuras y cosas: era el pa­sado. Se dio cuenta en tal coyuntura de que aquel pasado demandaba quien lo salvara de perecer definitivamente, y le tendió su mano literaria desde la orilla de las exalta­ciones. Por eso este reportaje no es una simple exposición detallista, sino una revisión emocionada de motivos is­leños. La poesía del reportaje, antes que el reportaje mismo. Y, principalmente, la actitud sentimental de un hombre que contempla el desfile del tiempo mientras con­versa con unos seres que no han acabado —aún en el pre­sente- de salir del cascarón del pasado, que, en cierto modo, representan y sintetizan sus humildes rastros patriarcales.
Ni lamentaciones inútiles ni literatura arrumbada sobre el esqueleto de las cosas antiguas; simplemente, ceremonia y reverencia. Y el ansia, romántica por demás, de que estas cosas sirvan de nostalgia -para los nostálgicos corazones— en lo que tengan de nostalgia. No otra cosa porque, como decía un poeta, no se puede recomponer la espiga de trigo de la que los hombres hacen su pan.
Sin pruritos literarios, sin reglas, al vuelo ingrávido de la mirada curiosa y como resumen del caminar por las sendas y vericuetos de la isla, han sido trazadas estas páginas. Los ojos han tropezado en su recorrido fervo­roso con lo tradicional, costumbrista y pintoresco. ¿Cómo no pensar en el pasado, el presente y el futuro? De aquí ha nacido el poema. ¡Oh, pretensión de ser el cantor de este poema emocionante!
¿De qué se trata?... Sencillamente, de las vidas humildes y su historia; de las vidas humildes y su leyenda. Casi no hay historia en el sentido corriente del concepto; pero elementos legendarios sí que los hay. De todos modos, hay humanidad y, precisamente, humanidad ignorada o sumida en los negros desvanes del olvido. Es, por tanto, una exhumación y un responso, ya que no puede ser una resurrección.

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