viernes, 7 de junio de 2013

LA PALMA Y LOS AUARITAS







FUENTES PARA LA PROTOHISTORIA DE LA PALMA
La reconstrucción del pasado insular se apoya en dos tipos de fuentes de información de distinto origen pero complementarias en sus contenidos: los textos etnohistóricos y la arqueología.
Los primeros son todas aquellas referencias y descripciones que nos van dejando diferentes autores desde el siglo XIV hasta el siglo XVII acerca de las costumbres de la población indígena que encuentran los europeos a su llegada al Archipiélago. El valor de estos textos va más allá de la información literal que ofrecen, la mayor parte de las veces, manipulada, mutilada u omitida en función de intereses personales, políticos o de índole religiosa, pues un análisis en profundidad de los mismos revela nuevos e interesantes datos. En este sentido, la descripción más detallada nos la ha dejado Fray Juan de Abreu Galindo, autor que si bien está ya muy alejado de los sucesos que describe, muestra un profundo interés histórico que le lleva a indagar entre los aborígenes supervivientes para confirmar sus datos.
Por otra parte, debemos de tener en cuenta que todos ellos refieren hechos epigonales de la cultura prehistórica, sincrónicos al proceso de conquista. Nos describen los resultados alcanzados tras un largo proceso evolutivo, penoso y original a la vez en sus soluciones, que conforma la peculiaridad cultural prehistórica del Archipiélago. La información acerca de esta oscura y remota etapa nos la proporciona la arqueología.
El interés por los vestigios materiales de los primitivos auaritas arranca desde muy temprano con el descubrimiento de los grabados de Belmaco (Mazo) en 1752. No obstante, no será hasta mediados del siglo XX y especialmente a partir de la década de los setenta, cuando se comiencen a realizar las primeras investigaciones sistemáticas en la isla. Hasta ese momento, el estudio y la salvaguarda del pasado insular estuvo en manos de eruditos y aficionados, que iniciaron el reconocimiento del territorio, algunos de ellos socios o directivos, como Elias Santos Abreu, de La Sociedad La Cosmológica que fue hasta los años setenta la depositaría de los hallazgos arqueológicos realizados en la isla y lugar de obligada referencia para cualquier investigador de la Prehistoria palmera. La visión anticuarista de la arqueología en esta época, interesada sólo en la recuperación de determinados vestigios materiales, incidió negativamente en la conservación del patrimonio arqueológico de la isla, siendo especialmente activa esta forma de proceder en los años cincuenta y sesenta lo que derivó en la formación de importantes colecciones privadas.
Más sistemática será la labor de L. Diego Cuscoy quien en los años cincuenta y sesenta se ocupará del estudio de algunas manifestaciones culturales, como el arte rupestre cuyo interés estaba en alza en esta época tras el descubrimiento del conjunto monumental de La Zarza y La Zarcita, en Garafía. Pero será a través de los sondeos arqueológicos que realiza en Belmaco y en la posterior excavación de la Covacha del Roque de la Campana donde intuya la complejidad de los procesos culturales que se registran en la Isla.
En las postrimerías de los años sesenta, la investigación arqueológica inicia una nueva andadura, auspiciada y potenciada ahora desde el recién creado Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de La Laguna. Bajo la dirección de M. Pellicer y P. Acosta se aborda la excavación de importantes yacimientos de habitación como la cueva de El Humo y la de Los Guinchos, ambas en Breña Alta. En este marco se forma también la primera generación de arqueólogos canarios descollando, para el caso que nos ocupa, la figura de M. S. Hernández Pérez cuya labor profesional sentaría las bases de la futura investigación arqueológica en La Palma, abordando la sistematización de sus manifestaciones culturales -carta arqueológica, grabados rupestres- y la excavación de importantes yacimientos, entre los que destaca la cueva de Belmaco (Mazo), donde reconocerá complejos procesos culturales que le llevan a establecer un modelo diacrónico para explicar el origen y la evolución del poblamiento insular.
En 1980 se inicia un proyecto de investigación, conducido por J.F. Navarro Mederos y el que escribe, que contemplaba, de una parte, el análisis integral de un asentamiento prehistórico -Cuevas de San Juan (San Andrés y Sauces)- y de otra la realización de un completo catálogo de las manifestaciones rupestres de la Isla. La información obtenida en el curso de estos trabajos permitieron matizar el modelo evolutivo establecido por M.S. Hernández Pérez para la prehistoria insular y profundizar en el análisis de determinados procesos culturales hasta ahora poco o nada estudiados. En este sentido debemos destacar los trabajos de B. Galván Santos y A.C. Rodríguez Rodríguez sobre las industrias líticas talladas, de J.F. Pais Pais acerca de los restos de fauna procedente de los yacimientos arqueológicos excavados y, más recientemente, de F.J. de la Rosa Arrocha que realiza un análisis espacial de la comarca de Las Breñas. Tampoco debemos olvidar la aplicación, en el marco del proyecto señalado más arriba, de nuevas técnicas de datación tales como el paleomagnetismo o la termoluminiscencia, que de la mano de V. Soler Javaloyes han suministrado datos esperanzadores para precisar el marco cronológico de la prehistoria insular.
Por todo lo dicho, este libro no será sólo obra nuestra a pesar de tener la responsabilidad de escribirlo, sino también de todos aquellos investigadores que han colaborado con nosotros, así como de los que, de una u otra forma y en distintas épocas, se han preocupado por mejorar el conocimiento del pasado prehistórico de La Pahua.


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