domingo, 23 de junio de 2013

EL PRESA CANARIO





EVOCACIONES A MODO DE PROLOGO
Unas veces, lo que hoy constituye nuestra pasión o parte inseparable de nuestra vida surgió de forma inesperada y por sorpresa, sin nexos ni antece­dentes vitales que lo justifiquen. Otras veces lo debemos a un encuentro casual, o a un reencuentro que despierta antiguos atavismos que están en nosotros, sin advertirlos. Esto suele suceder en el mundo de la presa, como explicaré a través de las siguientes evocaciones.
La Laguna, mi ciudad de adopción. Años cincuenta. Un barrio de las afueras, más rústico que urbano. Las fincas y las haciendas, las explotaciones agrícolas, los establos, el ganado y los perros entremezclados con los pequeños talleres artesanos, las tiendas, el escaso tráfico, el tranvía y los chicos que vamos y venimos del colegio a los juegos más diversos. Inviernos fuertes y veranos calurosos.
Frente a mi casa, junto a mi calle, un extenso huerto labrado y cuidado por los medianeros de la familia Pinto. Trabajo enteramente dedicado al campo y al ganado basto de la tierra. Acompañando siempre a don Manuel "el medianero", labrador y administrador de la finca, su perro "Sultán". Un perro de presa, de manto verdino-gris, que nos causaba a los muchachos tanta curiosidad como temor. Era un perro extraño para nosotros, pues sus orejas estaban recortadas en punta y era diestro, obediente y contundente. Siempre tuvo don Manuel un perro, que yo recuerde. Fue "Sultán", inadvertidamen­te, mi primer contacto y conocimiento del mundo del presa.
En el extremo de la calle, colindando con el barrio vecino, se hallaba el molino o "molienda de gofio" de don Pedro Palmero, personaje de amplia familia que compartía su trabajo de molinero con las tareas agrícolas. Hombre de carácter y buena mano, andaba siempre acompañado de un perro corto, robusto, cabezudo e invariablemente de color leonado. Al igual que el[…]

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