viernes, 5 de julio de 2013

ALVARO DE BAZAN






Eduardo Pedro García Rodríguez


1580 Septiembre.
La cuarta estancia de don Alvaro de Bazán, almirante y capitán general del mar Océano y primer marqués de Santa Cruz en Canarias. Sabíase en Lisboa por septiembre de 1580 que se hallaba en camino hacia Portugal, costeando el sur de África, la flota de la India, cargada de riquísimos tesoros, y sabíase también que el pretendiente don Antonio, necesitado de aquellas riquezas, había enviado aviso a las islas Terceras para su detención y captura.

Comprendiendo Bazán cuánto contribuiría a la pacificación general el estorbar esta presa, decidió anticiparse en el camino y salió al encuentro de la flota. Como las islas Azores y la de la Madera no se hallaban todavía sometidas a Castilla decidió apostarse para este efecto en las Islas Canarias, visitando con tal motivo La Gomera. La suerte le acompañó en su difícil tarea, y dando alcance a la flota de la India la protegió con sus diez galeones de guerra y la condujo empavesada y triunfante a Lisboa, donde el duque de Alba hizo entregar los caudales a sus propietarios, reservando la parte perteneciente al rey.

Pero si la metrópoli lusitana había quedado sometida al soberano español, tras de la brillante campaña de 1580, quedaban todavía por sojuzgar las islas del Océano, Azores, Madera y Cabo Verde y los inmensos dominios coloniales de Portugal. Ello fué obra de tiempo, de sagacidad y de hábil táctica o de enérgica acción militar, que atrajo lentamente a la unidad imperial hispánica las diseminadas factorías, posesiones y vastos dominios de Portugal.

Esta acción se vió contrarrestada por la intromisión armada de Francia, que trató por todos los medios de impedir la sumisión de las colonias o proyectó sublevarlas tardíamente en favor del pretendiente don Antonio.

Está probado que los navíos franceses visitaron en 1581 el Brasil, las islas de Cabo Verde y el castillo de Elmina, y tal dispersión de buques explica la alarma ininterrumpida en que se vivió durante ese año en Canarias y los constantes avisos que recibieron sus autoridades sobre el paso de embarcaciones y escuadras con el estandarte de las lises por entre las aguas isleñas.

Destacaron por su resistencia a admitir la dominación española-quizá por su misma cercanía a la metrópoli y la esperanza de recibir socorros de Inglaterra o Francia- la isla de la Madera y las islas Azores.

La ocupación de la primera se puede considerar como un episodio de la historia militar de las Canarias, ya que fue llevada a cabo por don Agustín de Herrera y Rojas, primer conde de Lanzarote, sin más ayuda que sus propias huestes. Este hecho, cuya cronología no vemos precisada en ningún historiador de la época ni moderno, tuvo que ser posterior a mayo de 1581, en que el conde moraba todavía en Lanzarote, y anterior a novíembre del mismo año, en que ya la isla estaba pacificada por completo.

Recibidas en Lanzarote las órdenes reales expedidas desde la corte honrando a don Agustín de Herrera con tal comisión y servicio, éste dispuso sin pérdida de tiempo la invasión de la isla de la Madera. Para ello preparó un pequeño ejército, reclutado entre sus propios vasallos y armado y sostenido a sus expensas, y se hizo a la mar con el rumbo indicado.

La isla fué asaltada sin dificultad por los lanzaroteños, y en pocos días sus villas, fortalezas y campos quedaron pacificados y sumisos a su nuevo señor y rey.

Tal hecho salvó casualmente de las garras de los sublevados uno de los mejores galeones españoles de la flota de Indias, que al mando del maestre sevillano Andrés Felipe tuvo que refugiarse malparado en Funchal en el mes de noviembre de 1581. En el acto dispuso don Agustín de Herrera que fuese desembarcado todo el oro, plata y mercaderías que conducía la nao, llamada La Gallega con tal acierto, que a los pocos días zozobraba la embarcación sin posible remedio.

El conde de Lanzarote dio entonces aviso del suceso a la corte, que estaba de jornada en Lisboa, y el marqués de Santa Cruz dispuso al momento que uno de sus mejores capitanes, Juan Martínez de Recalde, se dirigiese a la Madera a recoger el tesoro. Dos galeones de la flota de Bazán hicieron con este fin la travesía hasta Funchal, mas persiguiéndolos la desgracia se vieron batidos, cuando apenas habían zarpado con el oro, por un terrible temporal que los puso en inminente riesgo de zozobrar.

A la capitana se le abrió una vía de aguas y Martínez de Recalde apenas pudo mantenerla a flote desprendiéndose de casi toda su carga, ya que tuvo que echar por la borda la artillería más abundante cantidad de cueros y lanas. En este estado pudo Recalde irse acercando a las Canarias hasta hacer su aparición, destrozado y maltrecho, en San Sebastián de La Gomera en los primeros días de diciembre de 1581.

Esta fué la .estancia en La Gomera de Juan Martínez de Recalde, a la que aluden, con evidente confusión, algunos de los historiadores locales.

Tanto el conde de La Gomera como su gobernador Diego de Cascante se desvivieron por atender a sus huéspedes, iniciándose la reparación de los navíos, que fué larga, difícil, costosa y provisional.

En un principio se creyó imposible llevarla a cabo porque los buques necesitaban no sólo ser reparados, sino carenados y no había disposición para hacerlo en ninguna de las islas, dado el enorme tamaño y tonelaje de los galeones hispanos. En ese sentido escribió a la corte el maestre Andrés Felipe, recomendando en 5 de diciembre de 1581 el urgente envío de naos pequeñas y fuertes para recoger el tesoro. Más, sin duda, Martínez de Recalde supo superarse con la ayuda y favor del conde de La Gomera, ya que logró disponerlos, por lo menos, para ser remolcados. El 28 de enero de 1582 el Rey escribía desde Lisboa, agradecido, al conde de La Gomera anunciándole la partida para convoyarlos de otros buques de la flota española, y le incitaba de paso a reclutar entre sus vasallos el mayor número posible de marineros que, tras de servir en los navíos apostados en su señorío, pudiesen hacerlo luego en la expedición a las islas Terceras, que se estaba preparando.

De esta manera concluyó la estancia en San Sebastián de La Gomera del famoso marino y subordinado de Bazán, Juan Martínez de Recalde, quien partió con los gomeros enrolados en las tripulaciones para servir a Felipe II en la expedición contra las Azores.

En cuanto al mando del conde de Lanzarote en la isla de la Madera, con título efectivo de capitán general de ésta y de la Porto Santo, duró dos años, pues a finales de 1583 se reintegraba a su señorío privativo, al hacer dejación del mando en el nuevo gobernador nombrado por el Rey, Juan de Aranda. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)


No hay comentarios:

Publicar un comentario