PRÓLOGO
Soy amigo de Manuel García, y me honro en
haberlo oído hablar muchas veces. Tiene una
capacidad narrativa realmente formidable, y hablar de su Valle Sagrado (Igueste
de Candelaria) es asombrarse de cómo es posible que cada
piedra tenga por lo menos un par de nombres,
y cómo cada recodo del camino guarda por lo menos mil y una historias, tejidas y entretejidas hasta hacerse interminable la más pequeña anécdota, inmenso el más mínimo recuerdo. Y todo es grande en Igueste, todo está lleno de fama y buenos recuerdos...
A mí, personalmente, Manuel García me parece
uno de mis queridos "contadores de historias" del Alto Atlas, en
aquellas también hermosas Montañas Azules,
donde también se usan los "tamar-cos"
y se bajan las escabrosas pendientes con lanzas de puntas de cuerno de cabra, como aquí, en otros tiempos...
Manuel García, mi amigo, cuando habla, "sin querer queriendo", como dice don Juan Manuel García Ramos
que decía otro gran escritor, nos enseña otro modo distinto de hacer
historia, sin la histeria de la exactitud de los datos, y donde lo que más
importa es lo que importa la emoción, el
recuerdo, ese sentimiento tan profundo y extraño de sentirse extraño en el propio lugar de nacimiento, porque mi amigo, Manuel García, hijo del Valle
Sagrado, en cualquier época que le
hubiera tocado nacer hubiera estado fuera de lugar, porque su verdadera patria son sus recuerdos,
hilvanados deshila-chadamente, pero
tan ciertos y exactos como si fueran recogidos por un notario.
Yo,
modesto investigador, me siento muy honrado de ser su amigo, y más, de presentar éstas sus primeras letras en forma de libro.
Que sea para bien, amigo lector, que te hagas amigo de mi amigo, y que a partir de ahora, al pasar en menos
de un minuto, en coche y aprisa, por
la boca del Valle de Igueste de Candelaria, mires hacia el monte, no veas casi nada, y aún así
digas: ¡Que grande es ese Valle! ¡Yo
se lo oí contar a "Cho" Manuel García!
Francisco Osorio Acevedo
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