Esta cita la hago para afirmar que el trabajo de
Pedro de las Casas no se parece en nada a
esta pesimista, pero desgraciadamente cierta, visión sobre muchas
publicaciones de carácter histórico, pues el autor ha trabajado a fondo en
archivos y en toda clase de documentos; en labores de primera mano y rebuscando en todos aquellos lugares donde intuía
podría encontrar información. También ha buceado en los trabajos de otros
investigadores que le han precedido. Ha aprovechado toda clase de
materiales para componer su obra, de forma
paciente y a lo largo de nueve años, en los que ocupó todos los ratos libres
que le permitía su profesión.
Pedro {le las Casas es uno de los grandes médicos
humanistas, que sienten un afecto profundo por conocer su entorno y, en
especial, por los lugares más entrañables de su
vida. Ha sentido la llamada a estudiar la tierra que le vio nacer y
donde vivió sus años mozos y que en la actualidad contempla con los ojos de la madurez.
Desde muy joven conocí a Pedro de las Casas, debido
a mi gran amistad con sus padres, por los
que sentía gran aprecio y admiración. El Dr. D. Pedro J.
de las Casas Pérez, su padre, ejerció primero en Puntagorda, La Palma, y luego se afincó en Adeje, donde además de atender
a las enfermedades de sus vecinos,
se convirtió en valedor de los mismos, en todos los aspectos de la vida del
municipio, cuya historia, en el segundo tercio de este siglo, no se entendería
si prescindiéramos de su extraordinaria figura.
Con su hijo, durante mucho tiempo, tuve un trato
casi esporádico pero manteníamos la amistad, gracias al
fuerte lazo que suponía el recuerdo de su padre,
siempre presente en nuestros encuentros, tanto con él como con sus hermanos.
La relación se ha acrecentado cuando Pedro de las Casas se decidió a hacer'una contribución a su pueblo natal,
donde pasó su juventud, al que tomó
gran cariño, pues aún siendo un muchacho acompañaba a su padre en los largos recorridos en muía para asistir a
sus pacientes hasta los más apartados
lugares del municipio. Ese acentuado sentimiento afectivo hacia su pueblo
le decidió a afrontar la tarea de escribir su historia, aunque tengo la sospecha, aunque él no lo confiesa, que en el fondo
es, sobre todo, una forma de homenaje
a su padre.
Mi primer conocimiento de dicho empeño se produjo en
la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Tenerife, adonde acudió en busca de material para su obra. Luego, en mis fines de semana en el Sur de
Tenerife, cercano a su residencia permanente, iniciamos una relación más
frecuente y estrecha, en la que la gestación de
esta historia se convirtió en lazo de unión y tema de muchas
charlas e incluso de excursiones por las tierras altas de Adeje, en sus trabajos de campo. Ello me ha permitido
seguir casi paso a paso la última fase del proceso de elaboración de la
obra, que al engrosarse más de lo previsto,
se ha detenido a comienzos del siglo XIX, dejando los dos últimos siglos para un segundo tomo, que esperamos no tarde, para que podamos
disfrutar de su lectura.
El autor, con su bonhomía y cordialidad, casi
podíamos decir su innata predisposición hacia las relaciones públicas, ha
conseguido las ayudas más insospechadas,
especialmente a través de muchos pacientes que, agradecidos, se han esforzado en colaborar en la busca de datos
que esclarecieran los diversos aspectos de la trayectoria histórica
de Adeje.
Es para mí una satisfacción y un honor la petición
del Dr. de las Casas para que prologue este libro, aunque se
trata de una obra que no es exactamente de mi especialidad, a pesar de mi
título de licenciado en Ciencias Históricas. La lectura de la misma me ha
producido un gran placer, tanto por lo que
he aprendido de ella, como por las agudas conclusiones de cada uno de los
aspectos tratados, por lo que me siento incómodo al escribir estas líneas, […]
'Julián Marías.- ABC. Madrid 13-1-94
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