CAPITULO UNO
CANARIAS, EN LA ONU:
EL ABUELO DE AZNAR FRENTE
A LOS ZARPAZOS DEL 'OSO
SOVIÉTICO'
TENTÁCULOS SOVIÉTICOS EN LA PRIMERA Y ÚNICA
REIVINDICACIÓN INDEPENDENTISTA DE
CANARIAS EN LA ONU. LA DEFENSA DEL ARCHIPIÉLAGO POR PARTE DEL ABUELO DE AZNAR.- EL EMBAJADOR LEQUE-RICA SALVA A LAS ISLAS DE LA 'DESCOLONIZACIÓN', A
PESAR DE LAS TORPEZAS DE CARRERO BLANCO.
La lucha por las libertades democráticas durante la
Transición en Canarias no fue patrimonio de una sola persona ni de una única
organización clandestina. Aunque el PCE dominaba casi hegemo-nicamente la pelea política contra la Dictadura,
otros miles de canarios sin adscripción partidaria concreta contribuyeron con sus actitudes o su
rebeldía a impedir que la intolerancia se consolidase en el poder. Los
comunistas fueron los primeros en dominar la calle y el ámbito sindical, los
nacionalistas transformados posteriormente en independentistas se movían en el
exilio europeo y africano, los socialistas se atrincheraron en la oposición
universitaria y pagaron también con el destierro o el exilio, mientras que los liberales,
regionalistas y democristianos que convivían con el régimen se encargarían por último de desactivarlo jurídica y
parlamentariamente desde dentro a la muerte de Franco. Puede que sin la participación de todos
ellos, en mayor o menor medida, el Archipiélago como parte de España, seguiría guiado más por la
caverna que por la razón.
1960 es un año decisivo para Canarias, aunque la mayoría de sus
habitantes y visitantes permanezcan ajenos a lo que se estaba cociendo
entonces en el mundo. Como parte geográfica del continente africano, ese año el general Franco tuvo que
resistir la primera andanada diplomática de la emergente y grandiosa vecina negra, que empezaba a despertarse de
manera autónoma gracias a la evolución de los
procesos de descolonización. En 1960 acceden a la independencia diecisiete
nuevos Estados africanos, en lo que se llamó internacionalmente como "el
año de África". La fascinación por
este fenómeno en la opinión pública mundial era similar al que ahora podemos
apreciar con respecto a los países
asiáticos o del Este europeo, aunque con un claro ingrediente ideológico
añadido que conectaba con los sentimientos de toda la izquierda europea de
forma muy nítida.
Ese otoño, en el curso de la XV Asamblea General de la ONU, se van a sentar las
bases ideológicas e institucionales por las que,
a partir de entonces y de forma acelerada, va a discurrir el proceso descolonizador. El general Franco ya había conseguido que
su régimen fuese reconocido por el resto del mundo y de hecho se le permitió entrar en la ONU el 14 de diciembre de
1955. Pero Naciones Unidas vivía una imparable
fuerza centrípeta en favor de la independencia africana y el 14 de diciembre de
1960 su Asamblea General aprueba entre el
alborozo mundial la "Declaración sobre la concesión de la independencia a
los países y pueblos coloniales" más conocida como la "Resolución
1514".
España se había unido al reducido número de nueve
países que se abstuvieron en la votación, por 89 que la apoyaron. El debate surgió a iniciativa del presidente
soviético Jruschov, que de esta forma se
apuntaba un importante triunfo ante las naciones del Tercer Mundo. En Nueva
York le aplaudieron a rabiar Nehru,
Fidel Castro, Nkrumah, Sekou Touré... mientras los Estados Unidos se lamían las heridas ante el evidente éxito
diplomático de sus entonces adversarios.
El alegato anticolonialista de la ONU tuvo sus
primeros efectos en Mauritania. Fue Marruecos la que se apresuró a pedir su anexión, pero Francia, que llevaba
sesenta años asentada en sus tierras, se
negó y optó por darle la independencia, ante la rabieta del monarca, Mohamed V, padre de Hassan II. El fracaso le animó a desviar su interés hacia Ceuta
y Melilla, planteando por vez primera sus
reivindicaciones territoriales en Naciones Unidas, junto a las del Sahara y el
Sidi Ifni. La presión marroquí sobre las posesiones españolas norteafricanas
era apoyada por ocho países: Siria, Libia,
Indonesia, Jordania, Líbano, Yemen, Sudán y Arabia Saudita. La oposición verbal
de España en Nueva York la sostuvo el embajador
Manuel Aznar, abuelo del ahora líder del PP:
- Hemos
dicho y mantenemos que no existe en los territorios bajo nuestra jurisdicción
ningún
asunto, ningún problema, aparte de los de la justicia y el honor, que no puedan resolverse por
negociaciones bilaterales con los países que estiman tener derecho a una reclamación*.
(Francisco Villar. El proceso de descolonización del Sahara)
asunto, ningún problema, aparte de los de la justicia y el honor, que no puedan resolverse por
negociaciones bilaterales con los países que estiman tener derecho a una reclamación*.
(Francisco Villar. El proceso de descolonización del Sahara)
Las posturas estaban terriblemente enfrentadas, pero
Marruecos se veía sonreído por el clima mundial favorable a las descolonizaciones, sinónimo de libertad y de
liberación del yugo colonialista para la
inmensa totalidad de las opiniones públicas europeas y occidentales. Sin
embargo, dos países se resistían hasta
el final: Portugal y España. El secretario general de la ONU fue desairado por
las dos últimas dictaduras europeas cuando al
alimón desatendieron su petición de información sobre sus tierras africanas, consideradas
"Territorios No Autónomos (TNA)". Los dos países ibéricos rechazaron la demanda porque pensaban, en cambio,
que esos territorios eran "provincias".
Como la discusión se prolongaba, la Asamblea General
decidió crear el "Comité de los 6", que evaluaría las raíces
coloniales de estas posesiones y emitiría un informe. Cuando este dossier se terminó, la nueva mayoría afroasiática aliada con
los países comunistas convierten su discusión en un proceso público a la política colonial española y portuguesa, que
sólo encuentran aliados en algunas naciones
iberoamericanas. En este ambiente enrarecido, el 3 de noviembre de 1960 el delegado soviético Kutchava tercia en la polémica y
durante su intervención en Nueva York señala como colonias españolas "el Ifni, el Sahara y las Islas
Canarias". La delegación española escuchó estupefacta el alegato, que venía nada menos que de una
superpotencia.
Manuel Aznar se puso a la defensiva, debido al tono
que empiezan a cobrar los debates. Nunca antes nadie había osado cuestionar la
españolidad de Canarias y mucho menos en un foro internacional. El diplomático español, arrinconado y
sorprendido por la iniciativa, trató de buscar un equilibrio entre las posiciones ortodoxamente colonialistas del
presidente del Gobierno, almirante Carrero
Blanco y las más templadas del ministro de Asuntos Exteriores, Castiella:
- España no sabe lo que es un TNA y piensa que no
se le puede imponer el envío de información […]
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