Desde
tiempos remotos el ser humano ha intentado dar respuesta a los innumerables
fenómenos paranormales del mundo que nos rodea. Hoy, en pleno s.XXI, en un
mundo totalmente tecnificado en el que parece no quedar lugar para este
tipo de fenomenología, se siguen dando casos en los que la lógica y lo racional
no tienen fundamentos para la explicación. ¿Porque buscar una explicación
racional y científica para todo? No es "ver para creer", sino
abrir nuestra mente e indagar en lo más profundo de nuestro
subconsciente.
Mucha
gente esta equivocada sobre el significado y uso de los términos
"fantasma" y "espíritu".
Un
fantasma es el registro psíquico o rutina, es la energía
residual de cualquier ente, incluso de objetos inanimados. Representa una
escena sin tener ningún tipo de fuerza vital. Es la impresión psiquica o rutina
impresa en una determinada área de una determinada acción realizada
repetidamente durante un largo tiempo.
Lo
podemos ejemplificar por ejemplo con las marcas que puede dejar un coche al
pasar por un camino de tierra durante muchas veces. Al final el camino tendrá
las marcas por donde ha pasado el coche en innumerables ocasiones quedando
estas durante un largo tiempo sin que el coche vuelva a pasar nunca más por
este camino. Solo la lluvia y el paso de los años podrà borrar esas huellas,
pero para ello tendrá que pasar un largo período de tiempo.
Las
apariciones fantasmales se pueden percibir con los cinco sentidos dependiendo
de cada situación:
Normalmente
las apariciones visuales, auditivas, olfativas y táctiles aparecen juntas, pero
en ocasiones solo un sentido aparece involucrado. Los olores (flores y otros
aromas naturales o incluso olores característicos de los difuntos) y sonidos
(como por ejemplo de campanas de iglesia o voces) han sido reportados, aunque
son menos comunes que las apariciones visuales. Aun más rara es una
manifestación que involucre el sentido del gusto.
Un
espíritu es la presencia sensible y real, o alma, de
una o más personas que una vez fallecido el cuerpo físico y material permanecen
en nuestro mundo.
Se
cree que hay cuatro razones que obligan al espíritu de una persona a permanecer
en este mundo después de la muerte:
-
La primera es que el espiritu no ha advertido su propia muerte, por causas de
muerte repentina o en muertes violentas, y puede que no sea consciente de lo
que ha ocurrido. El sujeto estaría confuso y realizaría muchos intentos de
contactar con sus seres queridos vivos, con muy poco éxito. Sólo cuando el
espíritu está convencido de que ya no se encuentra entre los vivos cesará la
actividad paranormal, cesarán los intentos de contacto con los vivos.
-
La segunda razón es que el espíritu tiene asuntos inconclusos en el mundo
material. El deseo de completar un asunto inconcluso puede ser la causa de que
una persona fallecida quede atada al mundo físico en forma de espíritu. Solo
ayudando al espíritu a realizar la tarea inconclusa o convenciéndolo de que
esta tarea no es tan importante como el cree para los que siguen vivos el
espíritu cesará su intento de contacto.
Existe
una variante en los casos de asesinato, y es que el espíritu puede intentar
contactar con nosotros para revelarnos la identidad del asesino y no cesar asta
conseguir que este sea identificado.
-
La tercera razón es por el deseo de despedirse de los seres queridos. es el más
común y por lo genberal son los encuentro de menor duración con espíritus. Para
no causar ningún dolor o incluso para no asustar al ser querido, el espíritu en
la mayoría de ocasiones se presenta en sueños, pero también són comunes las
apariciones durante las horas de vigilia.
-
La cuarta razón es una variación de la tercera, y es cuando el espíritu desea
guiar a un ser querido o especial. Una vez transmitida la información, el
contacto espiritual desaparece para siempre. Como en el tercer caso, el
contacto suele realizarse durante los sueños.
El baúl
del monje
Hace algunos
años salió a la luz, gracias al grupo HEPTA comandado por el infatigable padre
Pilón, la sorprendente historia del Baúl del Monje, una curiosa mezcla entre
bazar y anticuario sito en la madrileña calle Marques de Monasterio.
En el edificio de esta calle madrileña, toda una amalgama de fenómenos poltergeist se dieron cita con el fin de desconcertar a propios y extraños. Extraños golpes surgidos de la nada, estallidos de inexistentes cristales, muebles que se arrastran solos por el local o relojes cuyas manecillas enloquecen y giran a ritmos asombrosos y, sobretodo, una de las más extrañas características de los poltergeist: los aportes.
Los aportes son
apariciones de objetos desde, aparentemente, ningún lado concreto, es decir,
materializaciones repentinas de cuerpos sólidos, comúnmente de pequeño tamaño,
como botones o astillas. En este caso, se trata de trozos de cristal que salen
proyectados con tal fuerza que al chocar con el suelo o con los muebles rebotan
con inusitada fiereza.
No obstante, en alguna ocasión, también han sido pequeños trozos de madera ligeramente chamuscada los que han aparecido en el anticuario, dato nada baladí si tenemos en cuenta que lo que hoy es el Baúl del Monje, hace 12 años fue la vivienda de un abogado que murió abrasado al incendiarse el colchón sobre el que descansaba.
Otro extraño
objeto que conmocionó a los investigadores al aparecer inesperadamente cuando
estaban filamando el movimiento de una lámpara fué la cabeza de una antigua
muñeca parcialmente quemada, sin pelo, con incrustaciones de un material
parecido al cristal u algun mineral parecido y con lo que parecía ser la
representación de la marca de un violento golpe en la frente. Este era uno de
los mchos objetos que aparecía y desaparecía en diferentes partes del immueble
sin ningún tipo de explicación lógica.
Por otro lado, sin aparente conexión con la historia del abogado, Paloma Navarrete, la sensitiva del grupo HEPTA, al entrar en contacto con uno de los cristales, afirmó haber tenido la visión de unos niños jugando con ellos en un salón de principios de siglo, lanzándolos con fuerza sin saber muy bien a dónde.
Pero, si hay algo que llamó la atención fue la historia concerniente al extraño busto de un carnero que cogió por costumbre cambiar de posición en la tienda según le viniera en gana y, no contento con eso, cuando los dueños de la tienda intentaban deshacerse de él, volvía a presentarse en la tienda a la mañana siguiente como si de un empleado más se tratara. Un comportamiento, desde luego, poco común para una escultura.
Es por todos
estos fenómenos que los investigadores del grupo Hepta no quieren
asegurar totalmente de que se trate de fenómenos poltergeist, ya que se
incluyen fenómenos muy característicos de casos de casa encantadas, de rituales
"budú" e incluso de influéncias satánicas.
Finalmente los
propietarios, al no poder convivir más con estos extraños
fenómenos, cerrarón el negocio que actualmente se encuentra en estado de
liquidación. Se tendrían que hacer nuevas investigaciones para comprobar si han
cesado los extraños sucesos y sinó, intentar buscar una explicación
concluyente.
El Expediente Vallecas
"Hay
una serie de fenómenos del todo punto inexplicables"
Esta es una de las frases que aparecen en el informe policial
hecho por los miembros de la patrulla que intentaron socorrer del horror a la
familia Gutiérrez Lázaro.
Año 1991. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro realiza, durante
un descanso en el recreo y junto con unas amigas, el mal llamado juego de la
ouija. Una profesora las descubrió, las chicas tiraron el tablero y un extraño
humo que salía del vaso de la ouija penetró por las fosas nasales de Estefanía.
Ya nada volvería a ser igual en casa de los Gutiérrez Lázaro.
Primeros actos
El primer acto de esta tragedia urbana se produjo unos meses antes, cuando terminaba la larga convalecencia del anciano padre de Concepción Lázaro, madre de Estefanía. Acurrucado en su cama, en una de las habitaciones, agredía y amenazaba al borde de la demencia a cualquier miembro de la familia. Poco antes de morir, le dedicó unas palabras a su hija: "Te haré mucho daño en la vida...".
Unas semanas más tarde ocurría algo que, por inesperado, inundó a los Gutiérrez Lázaro de oscuros presagios. Su hija de 18 años, Estefanía, comenzó a mostrarse extraña y huidiza. Al parecer, practicaba espiritismo de forma asidua a través del conocido y mal llamado juego del tablero ouija. La muchacha empezó a sufrir extrañas convulsiones que, en la mayoría de las ocasiones, acababan en patología epiléptica. Una tarde, en el patio del colegio que distaba unas pocas manzanas de la calle Luis Marín, las compañeras que secundaban a la joven en colocar sus dedos índices para que el vaso se deslizase sobre el tablero que ellas mismas habían compuesto con las letras del abecedario, denunciaron a los profesores el estado crítico de la alumna. Según afirmaron todas ellas, un humo extraño y negruzco había surgido repentinamente en el mismo instante en que el recipiente de cristal estallaba en mil pedazos, convirtiéndose en una fina columna de humo negro que ante los gritos y horror generalizado penetró por las fosas nasales de la víctima.
Estefanía Gutiérrez Lázaro entraba así en un estado de coma que
a las pocas horas se convirtió en una catalepsia severa. De ese trance no
volvió a salir. Una noche murió entre convulsiones y gritos en presencia de
toda su familia. En el informe forense elaborado en su día por el doctor Pedro
Cabeza se realiza toda una investigación de las posibles causas de su muerte,
diagnosticada finalmente como parada cardiorrespiratoria, incluso diseccionando
las vísceras y enviándolas para su posterior análisis al Instituto Anatómico
Forense. Al final, nada se clarificó en torno al óbito de la joven y corpulenta
Estefanía. Sin embargo, los padres pusieron durante meses en duda el rigor con
el que se realizó la autopsia. Para ellos había un claro interés por enterrar
el caso en el olvido y que pronto se dejase de hablar del asunto.
Comienzan los fenómenos en casa
Desde el momento en que acontece la extraña muerte comienza el infierno de los Gutiérrez Lázaro. Unos gritos de mujer diciendo en tono muy alto ¡mamá!, ¡mamá!, levantan a toda la familia en plena madrugada. Al abrir la puerta del pequeño aseo comprueban que no hay nadie. Las camas están revueltas, como si alguien hubiese entrado y hubiese zarandeado todos los objetos de esa habitación, que desde la noche trágica había permanecido cerrada a cal y canto.
La noche siguiente, por el pasillo, se oye un soplido que conforme va avanzando hacia la puerta de los dormitorios se convierte en una risa, una carcajada que hiela la sangre a los allí presentes. Todos hablan de la "voz de un anciano".
En pleno día, llegando ya el otoño de 1992, toda la familia comprueva cómo las puertas del salón se abren de par en par y cómo unos puños invisibles aporrean todas las paredes. Es tal la sensación de miedo e inseguridad que deciden, entre todos, colocar un sofá bloqueando la entrada y un pesado objeto de mármol. Cuando parece que todo ha pasado, de ese pasillo angosto y largo surge algo que, como una corriente huracanada, abre de nuevo el pomo y empuja todos los muebles hasta la pared de enfrente, tirando todos los objetos de las vitrinas. Entre ellos destaca uno de gran valor simbólico para la familia, un retrato fotográfico de Estefanía, sonriente, meses antes de su óbito. Con espanto, Concepción lo deja caer de nuevo al suelo. Cuando Máximo Gutiérrez dedice levantarlo extrañado por la reacción de su mujer, comprueba que una llama viva está devorando parte de la imagen ¡por dentro del marco de cristal que tenía puesta la efigie! El fuego imposible, desplazándose por el rostro de la niña, reduce a cenizas parte de la fotografía en un hecho de inverosímil explicación, ya que el cristal, atornillado firmemente, no permitía la existencia de oxígeno. Aterrorizados, los humildes vecinos comprueban, al bajar a la casa, cómo una sombra espigada aparece en el pasillo, fundiéndose con las paredes y penetrando en algunos dormitorios. Ya en el mes de noviembre, Maximiliano, el hijo más pequeño, acude a la cocina para prepararse la merienda. Está solo cuando nota algo que silba en el aire. Se agacha y comprueba cómo una madera con la punta astillada ha atravesado el recinto clavándose hasta el fondo en unos embutidos que cuelgan en la pared.
Hacia
el día 24 de dicho mes, las dos hermanas que comparten una habitación con
literas describen una imagen horrorosa en plena madrugada:
"Se oyó como un silbido por el pasillo, algo que ya habíamos escuchado otras noches. De repente oímos las dos como un lamento muy cerca de la puerta del dormitorio. No podíamos ni subir una ni bajar la otra por el terror. De pronto, en el suelo notamos algo. La luz de las farolas entraba por la ventana y se veía con claridad. Por eso observamos que había alguien más allí con nosotros. ¡Creímos morir! Una cosa larga, con forma de hombre, como si un hombre se arrastrase, con la cabeza toda negra, sin ojos, sin boca, sin nada, iba con el pecho pegado al suelo, deslizándose a lo largo de la habitación. Empezamos a gritar, y justo entonces empezaron las muñecas que tenemos amontonadas en una pared empezaron a ser lanzadas contra el otro extremo con fuerza, una tras otra, y empezó a sonar todo con golpes y gritos. Cuando abrieron la puerta nuestros padres, nos encontraron encogidas cada una en su cama y todas las muñecas tiradas por el sueño, como si alguien hubiera estado jugando con ellas durante horas...".
Intervención policial
"Se oyó como un silbido por el pasillo, algo que ya habíamos escuchado otras noches. De repente oímos las dos como un lamento muy cerca de la puerta del dormitorio. No podíamos ni subir una ni bajar la otra por el terror. De pronto, en el suelo notamos algo. La luz de las farolas entraba por la ventana y se veía con claridad. Por eso observamos que había alguien más allí con nosotros. ¡Creímos morir! Una cosa larga, con forma de hombre, como si un hombre se arrastrase, con la cabeza toda negra, sin ojos, sin boca, sin nada, iba con el pecho pegado al suelo, deslizándose a lo largo de la habitación. Empezamos a gritar, y justo entonces empezaron las muñecas que tenemos amontonadas en una pared empezaron a ser lanzadas contra el otro extremo con fuerza, una tras otra, y empezó a sonar todo con golpes y gritos. Cuando abrieron la puerta nuestros padres, nos encontraron encogidas cada una en su cama y todas las muñecas tiradas por el sueño, como si alguien hubiera estado jugando con ellas durante horas...".
Intervención policial
El 27 de Noviembre de 1992, dos "zetas" de la Policía Nacional parten de la comisaría 04-18 de distrito de Vallecas. En ellos viajan el inspector jefe de policía José Negri, acompañado de tres agentes. Se detienen ante el portal número 8 de la calle Luis Marín, de donde han recibido la llamada angustiosa de un padre de familia envuelta en extraños sonidos y golpes de fondo. Son las dos horas y cuarenta minutos de la madrugada.
A las 2:40, por
el canal 7 de H-50 llama el Z-2 y manifiesta que, una vez se ha entrevistado
con la familia y observado el interior de la casa, según comunica, se le ha
puesto el vello de punta...
Estando sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural...
Momentos después pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono, y concretamente en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas...
En el recorrido que hicieron por diversas habitaciones de la casa observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole el Cristo adherido al mismo...
Que, según manifiesta una de las hijas, tomó el Cristo del suelo y lo adhirió detrás de la puerta de la habitación junto a un póster produciéndose también de forma súbita y extraña, tres arañazos sobre el citado póster...".
Como conclusión, los cuatro agentes certificaban que allí, en la humilde casa de Vallecas, hay una serie de fenómenos de todo punto inexplicables.
Fuente: JIMÉNEZ, Iker. Enigmas sin resolver II, Ed. Edaf. Madrid, 2005.
Estando sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural...
Momentos después pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono, y concretamente en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas...
En el recorrido que hicieron por diversas habitaciones de la casa observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole el Cristo adherido al mismo...
Que, según manifiesta una de las hijas, tomó el Cristo del suelo y lo adhirió detrás de la puerta de la habitación junto a un póster produciéndose también de forma súbita y extraña, tres arañazos sobre el citado póster...".
Como conclusión, los cuatro agentes certificaban que allí, en la humilde casa de Vallecas, hay una serie de fenómenos de todo punto inexplicables.
Fuente: JIMÉNEZ, Iker. Enigmas sin resolver II, Ed. Edaf. Madrid, 2005.
El asesino de Whitechapel
Jack
el Destripador
(Jack
the Ripper en inglés) es el seudónimo dado a un asesino en serie (o asesinos) que actuó en
la empobrecida área de Whitechapel
en Londres en la segunda mitad del año 1888.
El nombre es tomado de una carta a la agencia central de noticias de alguien
que decía ser el asesino, publicada mientras se desarrollaban los hechos.
Las
leyendas que rodean los asesinatos del Destripador se han convertido en un
desorden complejo de investigación histórica, una teoría de
conspiración libremente interpretada y folclore. La falta de una identidad
confirmada para el asesino ha permitido numerosos comentarios de historiadores
e investigadores aficionados (apodados Ripperólogos, "Ripperologists"
en inglés) que apuntaban a un gran número de posibles criminales. La prensa escrita, cuya circulación había
estado aumentando progresivamente en la época, extendió la noticia y aumentó la
notoriedad del asesino debido al salvajismo de los asesinatos y la impotencia
de la policía para capturar al causante de todo,
con el Destripador evitando ser descubierto a veces por unos pocos minutos.
Las
víctimas
Las
víctimas eran mujeres que ganaban un salario como prostitutas ocasionales. Los asesinatos
típicos de Jack eran perpetrados en un lugar público o semipúblico. La garganta de la víctima era cortada de
izquierda a derecha (por lo que, en un primer momentose sugirió que sería
diestro, aunque luego se vio la posibilidad de un corte realizado agarrando a
la víctima por detrás), a lo que le seguía una mutilación abdominal, aunque en algunos
casos dichas mutilaciones se extendían a otras partes del cuerpo. Muchos creen
hoy en día que la víctimas eran estranguladas previamente para silenciarlas.
Debido a la naturaleza de las heridas en varias de las presuntas víctimas del
Destripador, algunas con órganos internos
extraídos, como el útero, se ha propuesto la
idea de que el asesino tuviera un cierto grado de conocimiento de anatomía. Por este motivo, puede ser que se
tratase de un médico, cirujano, o incluso un carnicero, aunque esto, como la mayoría de
las creencias sobre el asesino y hechos sobre el caso, está muy discutido.
Las cinco víctimas generalmente
atribuídas a Jack son:
·
Elizabeth Stride, nacida en Suecia el 27 de noviembre de 1843
y asesinada el domingo 30
septiembre de 1888.
En
ocasiones se ha incluído en la lista a Martha Tabram y Emma Smith,
halladas muertas el 6 y el 11 de agosto de 1888 respectivamente, aunque el
modus operandi no concuerda con el de los otros crímenes.
El
asesino
El
27 de septiembre de 1888,
la Agencia Estatal
de Noticias recibió una nota en tinta roja cuyo contenido era:
Querido Jefe, desde hace días
oigo que la policía me ha capturado, pero en realidad todavía no me han
encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas
hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la
dama en cuestión no le dio tiempo a gritar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso
de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito...
Firmado: Jack el
Destripador
La
mención a "desde el infierno" aparece en la única carta que se
atribuye realmente al destripador. Fue dirigida a George Lusk, presidente del
Comité de Vigilancia de Whitechapel. Llevaba matasellos del 15 de octubre y fue
recibida el día siguiente, el 16 de octubre de 1888:
Desde el infierno. Señor Lusk.
Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado
para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle
el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco.
Firmado:
Atrápeme cuando pueda, señor Lusk
John
Grieve, un ex comisario jefe adjunto de Scotland Yard, hizo el primer retrato robot
de "Jack el destripador" con los testimonios de trece personas que
afirmaron haber visto al supuesto asesino, que estranguló y mutiló a cinco
prostitutas en el este de la capital británica.
Los
investigadores creen que tenía buena conducta además de una capacidad innata
para mezclarse entre la muchedumbre y han llegado a la conclusión de que fue
interrogado seguramente por la
Policía, que lo descartó porque su aspecto normal no delataba
a un sádico como el que buscaban.
Además
de tener conocimientos de anatomía, como se ha señalado antes, el asesino debía
de tener una buena posición económica pues en varios escenarios del crimen se
encontraron uvas, que por aquella época eran muy caras.
Sospechosos
Argumentos como éstos han dado
pie a numerosas teorías
conspirativas que apuntan la autoría de los crímenes al médico de la Reina William Withey Gull, a masones, reputados pintores de la época, o
incluso miembros de la familia real británica, como a Alberto,
Duque de Clarence. La teoría de Stephen Knight[1]
acusa a masones relacionando la palabra "juwes"
de la frase:
« The Juwes are the men That Will not be
Blamed for nothing »
escrita en un muro después del asesinato de Catherine Eddowes, a la
leyenda masónica de Hiram Abif y de sus asesinos: Jubela, Jubelo, y Jubelum, los Juwes.
En la década de los 90 se
publicó el diario de James Maybrick, un comisionario algodonero de Liverpool
donde se declaraba el autor de los crímenes. Sin embargo, el diario es
considerado por la mayoría un fraude.
También se halló un pequeño
reloj de bolsillo de oro donde está grabado el texto “Yo soy Jack” junto al
nombre “James Maybrick", así como las iniciales de las cinco víctimas
reconocidas del asesino: Mary Nichols (MN), Annie Chapman (AC), Elizabeth Stride
(ES), Catherine Eddowes (CE) y Mary Kelly (MK). Dicho hallazgo ha situado a
James Maybrick en el número uno de los sospechosos. Este reloj se descubrió a
mediados de los 90, poco después de la aparición del supuesto diario personal
de James Maybrick, en el que narraba los crímenes que había cometido. Aunque
hasta ahora se creía que tanto el diario como el reloj eran una burda
falsificación para sacar dinero, unos recientes análisis hechos por la Universidad de
Manchester han revelado que el reloj podría ser realmente de la época en que
Jack se paseaba por la calle Whitechapel haciendo de las suyas. Con la ayuda de
microscopios electrónicos se han detectado partículas oxidadas de cobre
depositadas en el fondo de las iniciales grabadas en el reloj y que pertenecerían
a la herramienta con que se hicieron. La Universidad de Bristol también lo analizó y
certificó que podía tener “decenas de años de antigüedad", pero que no se
podía decir con exactitud.
El posible esclarecimiento de
uno de los casos más intrigantes de la historia criminal, tiene a los
seguidores y estudiosos de Jack divididos en dos bandos: los que creen que el
misterio por fin ha sido resuelto, y los que en cambio creen que esto no es más
que una estrategia para ganar dinero.
Asimismo, recientemente se ha
dado a conocer una posible identidad del asesino según documentos de Scotland
Yard, expuestos en el Black Museum. El sospechoso fue un peluquero llamado
Aaron Kosminski.
En el año 2006,
se descubrió en una de sus cartas ADN de mujer, por lo que algunos piensan que
"Jack" pudo haber sido una mujer, aunque en ese caso debió de
tratarse de una mujer lo suficientemente fuerte como para mutilar los cuerpos
de las prostitutas y, lo que es más improbable, con la particular psicología de
un asesino sexual en serie.
Scotland Yard también barajó la
posibilidad de que el asesino fuera Lewis Carroll pues se decía que en su poema
Jabberwocky estaba escrita una declaración
hecha con anagramas.
También
se ha sospechado de Walter Richard
Sickert (1860-1942), un pintor de origen Alemán radicado en
Inglaterra. Patricia Cornwell dedicó una investigación titulada "retrato
de un asesino. Jack el Destripador: caso cerrado" en la que sostiene, tras
varios estudios de la evidencia dejada por el destripador, que las semejanzas
entre Sickert y el asesino eran muchas como para pensar en que fuese
casualidad.
Aun
así, el caso sigue considerandose abierto después de más de un siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario