Sin
lugar a dudas, el mejor de los sistemas conocidos es la República, pero es
necesario analizar en calidad de qué.
Isidro
Santana León
En
el preámbulo de la Constitución
francesa, intitulado “Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano”,
se recogen tres principios de la
Revolución: Liberté, Égalité, Fraternite (Libertar, Igualdad y Fraternidad). Sin embargo, esos
principios universales para el hombre y, en consecuencia, para todos los
pueblos del mundo, la república francesa no los reconoció a las poblaciones de
sus colonias, sino que las sometían –y aún someten– por
la fuerza de las armas y bajo un sistema feudal, quizás más inhumano que el que
repelieron y combatieron en la metrópoli.
En
la historia de las potencias colonialistas jamás se han aplicado sus conquistas
sociales, ni respetado los derechos humanos en las naciones sometidas, pues los
territorios y pueblos coloniales han estado para servir y sufragar el progreso
y bienestar de las metrópolis, pero nunca para beneficiarse de sus avances:
mantener a las colonias en el subdesarrollo es la clave para perpetuar el statu
quo.
El
colonialismo francés fue expulsado de Argelia a fuerza de cuchillos, a pesar de
su revolución social y de ser el referente libertario del mundo. El problema
radica en que los países enriquecidos omiten que existe otro mundo –el submundo–, ante el que cierran los ojos para no ver el vacío de
los derechos humanos, inalienable a todos los pueblos de la tierra, derechos
que sólo se pregonan cuando al imperialismo se le antoja implantar
“democracias” allá donde no le han llamado ni le incumbe, usando y
abusando del poder militar, es claro por qué motivos y para qué fines. Estados
Unidos no luchó por implantar la república en Inglaterra con el fin de que se
respetaran sus intereses y sus derechos, sino que se levantó contra la
metrópoli, forzado por la codicia de sus monarcas, pues éstos no entendían sus
colonias sino como un medio de engordar las arcas del reino y, a sus pueblos,
igualmente, como simples herramientas de producción. Cuando desde Canarias se
plantea que si España estaría mejor con la república que con la monarquía –yo
eso no lo cuestiono–, lo que pongo sobre el tapete es si Canarias saldría
favorecida en ese cambio de sistema o, por el contrario, continuará
perpetuándose la situación colonial del Archipiélago. Si echáramos un vistazo a
la historia, la última consideración es la más objetiva (arriba tenemos los ejemplos
de Francia e Inglaterra), pues ninguna república ni monarquía ha renunciado al
colonialismo y, salvo levantamiento cruento, jamás ha cedido a los pueblos de
las posesiones el derecho a vivir libremente con su soberanía nacional.
Por
mucha república que se alcance, creo que España no tiene remedio y no cambiará
sus vicios porque en sus genes va inherente la mentira, el hedonismo, el
latrocinio, la felonía, el genocidio… ¿Qué tipo de república sería España
dentro del club de mercaderes en el que se halla? Ahí están entreveradas las
repúblicas y las monarquías, desde Alemania a Bélgica, y bajo un régimen
financiero que hace funcionar a ambos sistemas bajo un mismo criterio político,
social y económico. España, antes que nada, ¿no tendría que lograr su soberanía
nacional para convertirse en una verdadera república del pueblo? Si España no
sale del club de los mafiosos, donde los padrinos le dirigen la vida, la
economía, la sanidad, la educación; le controlan y extraen los dineros
generados por los trabajadores… ¿qué extravagancia de república sería?
Repúblicas en la Comunidad
de Mercaderes de Europa están: Italia, Portugal, Grecia, Chipre, Letonia,
Polonia, Hungría… ¿qué diferencia social y política existe entre las repúblicas
y las monarquías europeas? ¿Qué es lo que se pretende cambiar, el nombre del
sistema, o se aspira a cambiar el sistema? No hay venia para la discusión: una
república del pueblo no se puede implantar dentro del marco europeo, hay que
salirse de él. No obstante, visto lo visto, como cualquier apaño vale, tanto
que un Jefe de Estado no haya jurado la Constitución por la que se rigen todos, sino la
lealtad a la dictadura de un fenecido tirano, como que el aparato de la
justicia vele por las delincuentes en ves de por las víctimas, ya nada debe
asombrarnos.
Le
deseo lo mejor al pueblo español: la república, una república soberana. Sin
embargo, a Canarias no le sirve ese vestido de la metrópoli por ser una nación
lejana, “ultraperiférica”, más joven, próspera, con más posibilidades, con más
energía y ganas de que se articule una sociedad de justicia y de bienestar,
porque tenemos medios materiales y humanos para ello, pero necesitamos también
nuestra república: la
República Popular Canaria. ¿Cómo es posible que Malta sea una república independiente y no lo sea Canarias?
No
comprendo por qué, precisando Canarias de organizar su Estado, su República,
para establecer un sistema social justo, algunos hijos de la Patria se alocan por lograr
una república extranjera, evadiendo u oponiéndose a la conquista de la nuestra.
En fin… Cuando la gente con raciocinio nos miran desde fuera de nuestra nación
se preguntarán por qué todo es tan raro en esta malhadada colonia y por qué no
somos un país soberano; elucubro que se resignarán en la incomprensión al ver nuestros
vicios miméticos: éstos nos convierten en “ciudadanos del mundo”
17/04/13
Tomado
de: wwwelcanario.net
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