Las Canarias o Fortunatae ínsulas (términos que traducen los
equivalentes en griego) fueron objeto de atención y curiosidad por parte de gentes y pueblos tan diferentes como
griegos, latinos, árabes, mallorquines,
genoveses y vizcaínos ya antes de ser absorbidos por Castilla. Lo
fueron también, por razones distintas, de los primeros conquistadores y
pobladores hispanos; las crónicas, relaciones o historias que escribieron Alonso Jaimes de Sotomayor, Juan Rejón, López Ulloa, Gómez Escudero, etc., dan fe de esa
preocupación, y de paso, nos dejan materia etnográfica a través de la
que podemos espigar elementos o aspectos de la ecología prehispana -en la que
ya detectamos el problema del agua-, de la
demografía, caracterización nativa,
divisiones internas y estratos sociales, artesanía, formas sagradas y
lengua. La crónica versificada de Antonio de Viana titulada Antigüedades de las islas de Canaria, publicada por primera vez en 1604 refiere
aspectos de la españolización -aculturación diríamos en Antropología- de los indígenas y nos regala un buen número de noticias
basadas todavía en la tradición oral nativa que aún perduraba al caer la
decimosexta centuria.
El libro que el lector sostiene ahora en su mano implica y hace
resaltar una nueva modalidad de atención, una profunda, intensa y diferente
preocupación por lo canario: la antropológica. El antropólogo en esa espléndida aventura en solitario que es
la investigación de campo, se desplaza a una
comarca y convive, al menos por un año, con los
vecinos de una comunidad desconocida, ajena. Allí y provisto de una sofisticada
tecnología metodológica somete a tratamiento imaginativo la extraña riqueza de toda y cualquier costumbre, faena, rito, valor, intercambio, institución u
ordinario y minúsculo quehacer. A través de
su paciente observación creadora encuentra un pattern
significativo en la aparente superficialidad, en la monotonía. Conoce la realidad antropológica porque
la sabe ver.
Saber ver es una de las principales características
del autor de esta monografía; y porqué él lo
ha captado a través del telescopio histórico y de concentrados cióse ups nos
lo hace visible también a nosotros sus
lectores. Fundamentado en la roca dura de la ecología nos muestra una
fascinante película de la cultura material, de la casa y su significado, de los ciclos de producción y
distribución y de las relaciones laborales. Particularmente interesantes son
las páginas sobre cooperación local, reciprocidad y comensalidad; muy
antropológicas las dedicadas al
análisis de la dialéctica campo/ciudad, de la oposición de los principios
masculino/femenino y de la simbolización espacial; y muy sugestivas, rezumando imaginación visual y auditiva, las que analizan los lloros, el zorrocloco,
la nomenclatura del parentesco y la institucionalización de la envidia. Como
resultado final podemos nosotros también
presenciar, desde nuestra butaca de lectores, la
continuada incidencia del desarrollo del capitalismo en el interior de esta comunidad canaria.
Pero hay algo más. El eco que proviene de estas
páginas va mucho más allá de la relativa
importancia de esta pequeña comunidad, o en otras palabras, de cualquier rural
comunidad en cualquier rincón hispano. El
profesor Galván no nos ofrece aquí en realidad y solamente, un estudio de un
pueblo sino algo más importante: un análisis antropológico de un
problema-tipo, general, de suprema actualidad. Y nótese algo a primera impresión paradójico: precisamente a través de la investigación de problemas empírico-teóricos
a nivel generalizante y generalizable,
podremos detectar y ahondar en lo particular y específico, en lo canario o
local en este caso.
Necesitamos de numerosas investigaciones, y
publicaciones como ésta para comenzar a
conocer algo que ignoramos: qué es lo determinante y preciso, lo clasificatorio
y peculiar, y a qué niveles, de lo canario.
Esta densa y bien articulada monografía servirá, estoy seguro, de modelo, en este magnífico empeño.
Puebla de Alfil dé primavera de 1980.
Carmelo Lisón Tolosana
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