sábado, 3 de agosto de 2013

OBRA POETICA ESCOGIDA





[2 Tomos]

Las circunstancias obligan, en muchas ocasiones, a que la tarea de selec­cionar material literario y datos biográficos de un autor sea realizada por los familiares (hijos, casi siempre) pues el tiempo y atención que reclaman es difí­cilmente asumible por profesionales y críticos que suelen estar muy ocupados.
Así, esa labor se efectúa con mucho detenimiento, con sumo interés, pero, al coger el bolígrafo para hablar de Ángel Acosta me doy cuenta de cuan arduo resulta escribir de lo que se conoce mejor.
Si la abstracción admirativa hacia este creador es mi adlátere inflexible en las caminatas solitarias, en los días laboriosos y en la noche de vigilia; si un hombre ha sido, además, no ya el motivo para lecturas amenas, sino el amigo; si se ha conseguido entrar en su psique, atisbando en lo hondo de su razón en todos los momentos de su actividad; y si se ha formado parte de su amor como huésped deseado y mimado, entonces, a la calma del constructor de etapas su­cede la cortedad y el titubeo de quien conoce todas las caras de la evidencia.
Se hace la empresa espinosa, amalgamándose la información objetiva de primera mano con una turbación íntima, negando la sinopsis eficaz; ne­cesariamente matiza y limita la exposición de unos hechos, de unas viven­cias, de una semblanza; tal es el caso presente. Pero también es evidente que, en otro aspecto, se enriquece.
Recopilo notas del poeta Ángel Acosta Hernández, mi padre, elijo origi­nales, esbozo el glose, pero a la suma de fechas, composiciones inéditas e hi­tos vitales añado cariño, respeto y la absoluta certidumbre de divulgar su valía.
Entrego la función critica y la exégesis sobre la obra literaria de este artista, desde ahora y con alternancia, principalmente a sus compañeros en las letras, a críticos de relieve, a sus amigos, al autor mismo.
Es probable que algunos datos biográficos nos ayuden a delimitar el perfil de este poeta. A menudo no hacen sino correr paralelos al viaje que emprende en sus creaciones, pudiendo aseverarse que su vida estuvo a la al­tura de su labor literaria y que una y otra se encuentran, efectivamente, tan íntimamente urdidas que es imposible desflecarlas. Fue un hombre que tomó su trabajo creador tan en serio como su vida anímica y sus deberes profesionales.
Su padre, Guillermo Acosta Fuentes, oriundo de Tacoronte, Tenerife, es destinado a Casillas del Ángel, Fuerteventura. «Me contaron luego que cierta vez llegó al pueblecillo un maestro joven, 19 años, que al fin lo llevó al matrimonio aquella muchacha placentera entre tres hermanas...». Su ma­dre, Francisca Hernández Velázquez.
Ángel Acosta nace allí en 1900.
... «La época de niñez, que puede definirse en el hogar como imperio de la luz de vela y toda su seducción familiar», al decir de Acosta transcurre «por el pueblo humilde» y rodeado del «paisaje iluminado» —títulos de dos novelas suyas, remembranzas espléndidas de aquellos años— de la isla, que marcan su psiquis de una especial mesura, de una humilde altivez, mezclada un tanto con la introversión.
De su isla natal, posee la evocación y dice:
«Monólogo del pueblo vehemente:
Soy yo viajeros míos. Os hablo desde mis sagrados montículos nada
ciegos y nada silenciosos, pues que para algo alimento alguna vena de agua reflejadora, mucho cristal partido de antiguas botellas y mi población alta de campanas (amapolas), cuyo repicar continuo vosotros no sabéis gozar».
«Yo, el pueblo, que saluda desde sus mayores cumbres, vergonzosas de entenderse enanas en demasía ante sus algo distanciadas compañeras. To­mad en las retinas mis casucas y granjas, mi única torre, algunos molinos sin parar. ¿Poca cosa? Recojan los viajeros algunos barrancos también. Son surcos extraordinarios que abrió algún labrador poco contento en días de al­gún recuerdo, al ser nuevecitos los siglos más viejos»l.
«Y tomaré ahora de través, cuesta arriba, por en medio del barranco seco, con rirreo de grillos y plantío de piedras. ¡Cómo parecen llorar esos morales de la orilla!2.
«Me callo. Antes me estaba acordando de Anita, su hermana, y él me distrajo. ¿En dónde quedé? ¡Ah, sí!» Tiene unas manos chiquitas... Menos que las mías. Claro. Ella no trae agua ni andará con el burro. Y más limpias; pero digo yo: ¿es que las niñas no juegan con el barro y la hierba? Dentro de un rato habrá salido de su escuela y vendrá a comer. Uvas, uvas... Trayendo su traje azul y los zapatos abrochados a un lado. Me gustan sus zapatos... Me gusta el vestido... Me gusta Anita.. .»3.
Todavía niño, la familia se traslada a Las Palmas, más tarde a Tacoron-te y Santa Cruz de Tenerife; aquí estudiará bachillerato.
De su isla de adopción: («estampas imborrables del Tacoronte infantil, aguadas fiestas de Santa Catalina con el dulzor del buen turrón en los labios, escapadas al barranco de Guayonje, cohetería del Cristo y siempre la escue­la, la querida escuela del siempre querido padre como el mejor norte y guía de su vida»)4.
«Bienquerida ciudad, campo dichoso que eres aún andanza del abuelo, recato de mujer ante el paisaje, reciedumbre en el torso del labriego».
1  De la novela poemática Mujerío. Publicada en enero de 1935, con ilustraciones de A.
Fariña. Sta. Cruz de Tenerife.
2  De la novela corta Por el pueblo humilde. Publicada por Novelistas Canarios, tras un
concurso, con ilustraciones de Juan Ismael. Sta. Cruz de Tenerife, 1-1-1929.
3  De la novela corta El paisaje iluminado. Publicada en la revista madrileña Blanco y ne­
gro, tras un concurso. Ilustrada, Madrid, 1931.
4                     Del artículo «Desde la otra vertiente». De Alfonso García Ramos. En La Tarde. Sta.
Cruz de Tenerife, 22-11-1971. […]


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