[…]contando,
eso sí, con el beneplácito y la presencia contemplativa
de los restantes miembros de la comunidad.
Tal como iremos indicando en las páginas
posteriores, el día de San Juan «se rompía el
verano», tratándose además de una fiesta especial con reconocidos
valores mágicos y simbólicos. Hasta
comienzos de siglo, no faltaba quien se levantaba temprano al objeto de ver bailar el sol. Y hasta
hubo quien tuvo oportunidad de
contemplar la isla de San Borondón:
«Una hermana de mi abuelo fue con sus amigas por la mañana temprano a buscar agua al chorro y al
mirar al mar vio cómo el mar se abría y aparecía una
Isla. No tuvo tiempo de ver detalles
porque en lo que se viró para decírselo a sus
amigas, la Isla volvió a desaparecer. La Isla
apareció por el naciente» (2).
Para otros, era el día en que «se ponían los
papelitos y todas esas cosas», teniendo plena confianza en los
«juegos» o acertijos que cuando jóvenes
acostumbraban a realizar. Resaltaron,
además, su condición de día festivo, razón por la que no iban a trabajar.
También las brujas encendían sus hogueras la víspera
del día de San Juan, sentándose y bailando a su
alrededor. Esa es parte de la información que
hemos tenido oportunidad de recoger en el barrio
de La Vera. Según lo que escucharon contar «a la gente de antes, a la gente mayor cuando yo era niña», el día de San Juan'tiene relación con las brujas:
«La gente ya no cree en ellas, pero yo sé
que hasta que yo tenía diez años habían brujas
por ahí, eran mujeres brujas». Resulta curioso y
hasta sorprendente oír en boca de las personas mayores los relatos o cuentos alusivos a las brujas de antaño,
en ocasiones perfectamente identificadas por
sus convecinas, seres de aspecto normal, «aunque tenían un sobretodo en punta
que le arrastraba por el suelo»:
«Siendo nosotros pequeños, mi madre tostó millo y trigo y tenía que mandarlo a La Orotava para molerlo
y pensó en mi hermano para que fuera, aprovechando que unas vecinas también iban a moler. Muy de madrugada
[…]
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