TODA vida, toda
existencia, por el mero hecho de serlo, les una ocultación de la persona. No hablamos de misterio, de cosa arcana o recóndita que no se puede
comprender o explicar. Porque la vida de un
hombre, con ser misteriosa en su
profundidad, puede llegar a inteligirse a través de los signos que
continuamente emite. De aquí que sean estos signos la materia de la investigación que puede llevarnos al conocimiento parcial, —nunca absoluto, jamás
completo—, de lo que este hombre es, o ha sido, si ya la muerte física, como es este el caso, ha puesto el punto
final a su capacidad de percepción
del mundo.
Lo que resta, la existencia vivida, la obra ejecutada, sigue emitiendo signos de comunicación que han de ser
interpretados cuando tratemos de acercarnos a
un intento de develar esa posible verdad, si es que, alguna vez,
ésta puede ser alcanzada.
La exhaustividad en el estudio de una historia es imposible. Siempre quedarán parcelas desconocidas que, también
como tales, son signos a interpretar.
Nuestro
trabajo ha de llenarnos de humildad, ya que nunca conoceremos por completo.
Dar una visión del personaje, tal como se le vivió, es la intención de este ensayo, que estará lleno de lagunas, de
oscuridades y de ocultamientos que el
propio actor construyó. […]
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