martes, 6 de agosto de 2013

GACETA DE ARTE





1.   gaceta de arfe; la fecunda aventura
QUE DEBE suponerse de curiosa perplejidad la reacción de los lectores desprevenidos o desinformados —entre los que suelen contarse los más conservadores— cuando un buen día de febrero de 1932 encuentran en su quiosco habitual, o en alguna de las contadas librerías de la capital tinerfeña, esta hoja volandera "... con cuatro páginas y formato de periódico, en papel mate con su color blanco muy desvaído hacia el amarillo..." (1) como la describe, muchos años des­pués, uno de sus más conspicuos colaboradores.
Si quien atiende en ese momento el puesto de prensa fuera un joven menudo y moreno que ronda la veintena, no duda­ríamos en afirmar que se trata de Domingo López Torres, un santacrucero más que lleva ese puesto de prensa y exigua librería en la plaza de la Candelaria, en el mismo centro del Santa Cruz costero. Lugar provinciano donde todo el mundo se conoce de diario y donde las reacciones de quien se acerca a comprar prensa son tan declarativas en el gesto y la pala­bra, como indicadoras de posición personal ante una rápida lectura de los titulares. Sobre todo cuando las noticias reflejan cambios políticos en la Península o en su entorno europeo.
Si esta persona fuera Domingo López Torres su mirada intensa se movería con brillo cómplice mientras charla con los clientes habituales, cercanos a él en amistad o pensamiento, o aguardaría vigilante —con su perfil étnico— mientras da una explicación escueta del origen y contenido de aquellos pliegos a quienes sabe desafectos a su mundo. Sus amigos y compañeros saben que el propio Domingo forma parte de aquella hoja volandera: ése será el punto que los anime a comprarla y a despachar las primeras líneas del artículo que aquel amigo de barrio o compañero de ideas políticas dedica en segunda página al "arte social".
Pero no es Domingo quien vende esos primeros ejemplares, aunque sí lo hará con los últimos números de la publicación, cuando lleve, entre 1935 y 1936, una librería-estanco llamada Número Cinco en la misma plaza santacrucera. El gran poeta surrealista ejercía ya de orfebre en otro lugar de Santa Cruz y preparaba sin duda sus primeros versos que aquellas hojas publicarían más adelante.
Tal como deben suponerse de animoso interés las palabras de los amigos de Domingo López Torres que, tras comprar su ejemplar, pasan por el taller a felicitarlo, así hay que suponer airadas las de quienes, por el contrario —ya en sus casas o en algún banco del cercano parque del Príncipe—, reniegan de la peseta que han pagado por el panfleto, una vez han per­cibido el auténtico carácter selectivo y con pretensiones revo­lucionarias de aquella ¿revista?, socavando con su avalancha de novedades literarias y artísticas incomprensibles la pachorra de su habitualidad lectora, aldeana y provincial. A pesar de la suerte que cabe al lector que hemos seguido hasta el banco del parque, inconsciente de su privilegio en un medio social donde sólo un 20% de la población está capacitada para la lectura...
"Lo que no se conoce no se ama", adagio clásico que hubiese rumiado Domingo —de ser él el vendedor ocasional de prensa— pensando contar luego tan diversas reacciones a sus compañeros de redacción, mientras entrega las pesetas con­seguidas en la escasa venta. Pesetas que serán entregadas al dueño de la tipografía Margarit, en la adyacente plaza del Patriotismo, quien les ha fiado parte del costo total de tirada.
La publicación objeto de este documental imaginario que hemos esbozado con la participación acrónica de Domingo[…]

(1) D. Pérez Minik en su Facción Española Surrealista de Tenerife, p. 15 (Bar­celona, 1975), en adelante citada como FEST.

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