Prólogo
De nuevo el Profesor Meco Cabrera ofrece un
resultado positivo y valioso, fruto de sus investigaciones, en el campo de los
estudios paleontológicos pero, en esta ocasión, con la afortunada novedad de
venir estrechamente referenciados, y asociados, a las actividades registradas
por la arqueología.
Desde sus trabajos sobre el jandiense y erbaniense el Dr.
Meco ha dirigido su metodología a aproximar
los resultados a la prehistoria canaria,
el marco de las grandes correlaciones y en los parámetros regionales. Esta situación interdisciplinar le ha
llevado ahora a estudiar los materiales
mastológicos de la Cueva de Villaverde, en Fuerteventura, obtenidos en las
excavaciones sistemáticas que, con también tan buenos resultados, ha dirigido
la Profesora Francisca Hernández de la Universidad Complutense y Doña
Dolores Sánchez Velázquez.
Ya Zeuner (1959) inauguró el estudio científico de
los restos de mamíferos
domésticos asociados a los materiales arqueológicos de Canarias pero, en realidad, los
problemas de fondo sobre la presunta antigüedad y procedencia de la fauna doméstica quedaban por
resolver satisfactoriamente, pues no siempre hay acuerdo sobre los extremos.
De un lado para quienes postulan
un origen remoto y hacen correlacionar procedencias con la presunta
«revolución neolítica» (bien en el íoco tradicional
nilota o en el nuevo hogar sahariana deAmekni), y vía difunsio-nismo justifican su temprana presencia en el
Archipiélago, dentro de un contexto que pudiéramos describir como
«neolítico antiguo». De otro lado, y al
parecer es hacia donde apunta la arqueología última, considerar la
situación que se genera en Canarias, en particular en Gran Canaria en la Alta
Edad media con la posibilidad de aportaciones de contingentes humanos, portadores de una nueva tecnología y, consecuentemente, poseedores de especies domésticas y
agrícolas responsables de la
configuración de una sociedad compleja y profesional que se corresponde con un modelo de producción
hidroagrícola, como el que tipifica el denominado Horizonte Cueva
Pintada, con fechas significativas circa
el año 1000 de la Era.
El
Profesor Joaquín Meco ha hecho gala, en este trabajo como en otros de los suyos, de un completo conocimiento
del tema manejando una información
arqueológica rigurosa y contrastada que le permite rastrear los orígenes de esta problemática de la
domesticación de los animales, en
particular de los ovicápridos, desde la Edad del Bronce en Palestina, 7.000 B.P., pasando por la Ovis
palaeoegyptiaca de El Fayum, 6.500
B.P. a otros ejemplos más recientes que pasan por los ejemplares de
Iheren-Tahilali, en 3.000 B.P. y sus actuales descendientes del Sahel, tal y como ha estudiado Muzzolini
(1987).
Al margen del control osteométrico y el recuento de
los materiales procedentes de la Cueva de
Villaverde, que Meco Cabrera aborda con los
más inflexibles procedimientos de la estadística y la analítica en los capítulo
4 y 5, nos parecen de mayor interés cultural las cuestiones centrales que quedan perfectamente acotadas en el
capítulo 3, adelantando la hipótesis
de la posible conexión de la oveja paleocanaria con la de Tassili. Sin embargo
el cuestionario es tan apasionante y trascendente para la arqueología
prehispánica de Canarias que bien merece un cierto
grado de atención y cautela.
Dentro
del esquema que acepta un poblamiento del archipiélago desde el Holoceno (Guíñense
norteafricano, Holoceno Húmedo) habría que situar los datos correspondientes para Canarias
con los que en el continente han
podido ser datados entre 7.000 al 3.000 B.P en cifras redondas; desde entonces se ha
querido ver en el Húmedo Guíñense el momento
de la expansión del Neolítico norteafricano, y donde los estudios realizados en Ougarta indican unas
condiciones mucho más favorables
que las actuales. Tal y como se infiere de su cobertura botánica representada en los diagramas polínicos con
documentación de Olea, Acacia, Querqus y otras especies propias de un
ambiente subárido que irá, paulatina e
irreversiblemente degradándose hasta devenir en el Árido contemporáneo, con
colmatación de los wadipor aluviones gui-ríenses. Por otra parte sabemos que el Sahara Occidental, a pesar de las
míticas expresiones de su arte
rupestre, no fue nunca un territorio muy poblado. En el Sahara, en general, el poblamiento parece ser más importante en el Achelense que en el Ateriense.
Sin embargo en el Ate -riense y en el Neolítico Antiguo son vanados los
emplazamientos culturales que
registran más de una capa o nivel de ocupación, como se observa en los sitios
de El Khril y Kaf-Thaht-El-Ghar, pero como es lógico (y salvada la
distancia desde la boca del Estrecho a Canarias) estos datos no son generalizabas.
Por otro lado los estudios realizados en la laguna
de Oulidia (Balouch, Bidet, Carruesco et alii, desde 1982), estación situada en
la costa atlántica a unos 70 km. al S. de El Jadida,
pueden servir como elemento de referencia
para entender la evolución estadial, y sus posibles repercusiones dentro de las Islas Canarias. Así
se sabe que:
Estadio I: Antes del 8.000 B.P. Momento en que el nivel marino estaba 20 metros por debajo del
actual.
Estadio II: Del 8.000 al 6.500 B.P. Coincide
con el inicio de la
transgresión mellahiense (fiandriense).
Estadio III: Del 6.500 al 4.500 B.P. Prosigue la pulsación positiva de la transgresión, que
llega a alcanzar 2 metros por encima de la cota O actual. Este máximo maximorum está
documentado en distintos
puntos de la costa atlántica marroquí en torno del 4.500 B.P. […]
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