domingo, 4 de agosto de 2013

JUAN RODRIGUEZ DORESTE







ESTE libro no es propiamente una biografía de Juan (Rodríguez Doreste, sino una aproximación a la misma, ly de ahí su título. No ha transcurrido aún desde su muerte el tiempo necesario para abordar el compromiso con la perspectiva que exige el género biográfico, sobre todo lo que atañe no tanto a la búsqueda de fuentes, como al con­traste de las mismas, que es tarea propia de historiadores. El reto ante el que se nos puso fue tentador, y de ahí que haya­mos sucumbido a la tentación, por otra parte gratificante en la medida que nos ha permitido profundizar en la personalidad de uno de los hombres más representativos de un acontecer colectivo a lo largo de casi noventa años de este siglo.
Ligado a mi biografía personal (como se patentiza desde las primeras líneas que siguen a éstas), Juan Rodríguez Doreste, por su obra escrita y por su vida toda, merece un estudio más amplio y profundo que yo he tratado nada más que iniciar, siguiendo la invitación de aportar mi trabajo al conjunto de otros con el que se trata, en primera instancia, de que no se pierda en el tiempo la memoria de una generación de escri­tores y artistas canarios profundamente relacionados entre sí e íntimamente adscritos al devenir de la cultura europea de este siglo que, en afán clasificador, podríamos denominar la de "nuestro 27", ya que si en una isla, Tenerife, la revista Gaceta de Arte actúa de núcleo fagocitador, en otra, Gran Canaria, es la Escuela Lujan Pérez y el movimiento indigenista que de ella surge por inspiración de otro escritor, Domingo Doreste, precisamente objeto de un estudio biográfico de nues­tro autor, la que lo nuclea.
Mi trabajo, por tanto, no pretende otra cosa que ser una apro­ximación a Juan Rodríguez Doreste, una teoría sobre su vida, que se completa al final con varios apéndices de los que quiero destacar los índices onomásticos de dos de los libros de Juan Rodríguez Doreste más señalados. Cuadros del penal y Memorias de un hijo del siglo, sobre los que se trataba, por mi parte, de contribuir a que fueran algo más que libros de lectura y puedan pasar a ser también libros de consulta con la simple tarea de aportar dichos índices, de los que estuvie­ron ayunos las ediciones de ambos textos, los cuales, de ser reeditados, deberían venir aumentados con tales "addendas". Particularmente, el índice de Cuadros del penal se me antoja como una especie de Cuadro de honor en la medida que aporta clasificados y localizados los nombres de muchos de aquellos que sufrieron internamiento en los campos de la Isleta y de Gando tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, de los que algunos no llegaron a salir jamás con vida... Por lo demás, el índice de Memorias de un hijo del siglo aporta un "totum" iconográfico que revolotea en torno a la vida de un personaje excepcional como fue Juan Rodríguez Doreste en momentos en que a la biología poca cosa más le queda por hacer que recordar, evocar, glosar, esbozar, poeti­zar, que todo eso y mucho más es dicho texto.

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