DESMITIFICANDO
PEDRO HERNANDEZ CABRON: PIRATA, ESCLAVISTA Y ALMIRANTE DE LOS REYES
CATOLICOS
Eduardo Pedro García Rodríguez
Pedro
Hernández Cabrón fue un gran comerciante de esclavos, regidor de Cádiz, nido de
piratas, bucanero e inteligente guerrero gaditano. Nació en el seno de una
familia prestigiosa y pudiente de la ciudad en la segunda mitad del siglo XV,
que llevaba a gala su linaje y apellidos. Apellidos que fueron desvirtuados
ante las pérfidas actuaciones emprendidas por este personaje gaditano en el
campo de batalla, con las que logró manchar para siempre su nombre hasta el
extremo de convertirlo en el insulto que es hoy: “Cabrón”, en el sentido más
violento de la palabra.
Le llamaban “Cabrón” por su mala sangre y su desmedida crueldad,
fue uno de los piratas más importantes
de Cádiz. Un corsario que trabajó a las órdenes de los Reyes Católicos y que se
enriquecía con las depredaciones de todo tipo, Participo en la invasión y conquista de Tamarant (Gran
Canaria), llevo a cabo expediciones depredatorias contra los imazighen
continentales.
En 1492, cuando la expulsión por orden de los
reyes católicos de los judíos de España, Pedro
monta una flota para llevárselos, partió del puerto de Cádiz con 25
barcos cargados de españoles de raza y religión judía, en un principio con destino a Oran, sin
embargo los judíos nunca llegaron a su destino.
En esta época era corsario, pero
como había sido pirata tenía muchos contactos. Llega a un acuerdo con un pirata
de Orán para llevar allí a los judíos sin trabas oficiales. Tras la expulsión,
los judíos no pueden llevarse sus riquezas. Entonces, Pedro Hernández Cabrón
acuerda con ellos que podría llevarse sus bienes a cambio de un módico precio.
Pero a la hora de la verdad, en
vez de llevarles a Orán, les deja en Málaga y Cartagena, que eran cristianas, y
les roba todas sus riquezas, y además muchos
de los desgraciados judíos son vendidos como esclavos.
¿Alguien recuerda hoy a los judíos arrojados al
mar desde los barcos de Pedro Fernández Cabrón, cuando para más horror sus
esposas, y despojados de sus pocos bienes?
Investigado en los archivos de Simancas, existe
un legajo con fecha 24 de Agosto de 1478 que dice: Perdón a favor de Pedro
Fernández Cabrón, vecino de Cádiz, por sus actividades de corsario en las
costas del reino de Aragón y por su intervención en las disensiones entre el
Duque de Medina Sidonia y el Marques de Cádiz. Este perdón aunque iniciado con
las palabras” Don Fernando por la gracia de Dios”, no puede ser un perdón real,
al menos en su nombre, ya que Fernando solo será rey de Aragón a partir de 1479
hasta 1516. (Juan Manuel Valladares).
Contrato entre la corona castellana y el pirata Pedro Hernández Cabrón
para la invasión de Tamarant, según Buenaventura Bonnet.
“Por último, en un asiento de 12
de enero de 1484 en el Libro de Rentas de la catedral de Burgos, se entrega a
Mateo Pinelo, procurador de Francisco Pinelo, para satisfacer a la Santa Sede, la deuda
que con ella tenía el canónigo de dicha catedral Juan Sánchez de Bilbao,
colector que había sido de la indulgencia pontificia, concedida por breve, que
se conserva original en el archivo, de 8 de abril de 1478 para la conversión de
Gran Canaria. Parece que en virtud del breve ya citado los Reyes escriben al
concejo de Sevilla en febrero de 1479 acerca del cobro de la indulgencia expresada,
la que tenía su origen en Benedicto Xlll, que la concedió a Juan de Béthencourt
y que después constituyó el fondo utilizado para la sumisión y cristianización
de Gran Canaria en la primera fase de la conquista. Así vemos que con Juan
Rejón asiste a la conquista el deán Bermúdez, fiscalizador de los gastos y
representante del clero.
En la segunda fase de la conquista la Iglesia no interviene pecuniariamente.
Los Reyes encargaron a sus
consejeros los doctores Talavera, Villalba y Lillo que concertaran un asiento
con Alonso de Quintanilla, su contador mayor, y con Pedro Hernández Cabrón,
para la conquista. El importe total de los gastos se calculó en 900.000
maravedises, de los cuales la
Corona abonaría por conducto de Quintanilla 300.000 y los
restantes 600.000 se pagarían por Hernández Cabrón, dueño de una pequeña flota.
Este contrato, fechado el 24 de febrero de 1480, estipuló que se darían
100.000 maravedís al mercader que se encargase de las ropas y otras cosas
menudas; que se empleasen en trigo y cebada 200.000 maravedís y otros tantos en
los fletes de las naos. A Pedro de Vera, capitán nombrado para dirigir la
expedición, debían darse 36.000; a Juan Rejón, «el cual ha de ir allá para el
bien del negocio», se le daban 20.000. Para llevar a efecto «tan santo viaje»
se estimó duraría «esta empresa por espacio de diez años... e de las presas
que en ellos se faga placiendo a Dios durante los dichos diez años, e los quintos
pertenecientes al Rey e Reyna sean de ellos e para ellos, en enmienda y
satisfacción e arrisco de sus personas e faziendas...»” (Buenaventura Bonnet,
1949)
El cronista español del siglo XV,
Alonso de Palencia, añade a la historia
de los canarii un importante y honroso pormenor: que Tirajana era con Tirma los
dos refugios sagrados de los canarii, donde éstos habían edificado templos para
sus ritos, ceremonias y sacrificios.
En la decisiva etapa de la invasión y conquista de la Isla Tamarant (Gran Canaria) por los castellanos, Tirajana va a desempeñar un importante papel a todo lo largo de las operaciones bélica.
El 24 de agosto de 1479 una importante expedición
militar invasora, acaudillada por el
obispo de la secta católica Juan de Frías y el citado pirata y capitán de la
mar Pedro Hernández Cabrón, sufrió un
serio descalabro en los alrededores de La Caldera, por obra
de los valientes e indómitos tirajaneros. Los invasores castellanos experimentaron cuantiosas pérdidas en muertos
y heridos; al mismo tiempo que revestía
circunstancias trágicas la difícil retirada.
Según nos relata Marín de Cubas:
“ Andavan los canarios tan descomedidos, y
atrevidos que hacian en los xristianos grandes burlas, y maldades, haziendo de
noche rebatos arma falsa, y a el soldado que veian apartado, o solo le
procuraban matar, y la maior fuerza de ellos estaba a la parte opuesta de la Ysla en unas sierras, y
varrancos agrissimos llamados Tirajana onde viven en cuebas, y grutas altísimas
como las aves de onde las mugeres arrojan piedras, y palos por su defenza y el
almirante con alguna gente suia, y otros veteranos y canarios practicos amigos,
y enemigos de los suios por delitos.
Envarcados en tres navios fueron al fin de la ysla y dia 24 de agosto de san Bartholome llegaron al pueblo que esta al pie de las sierras, y le hallaron sin gente bien proveidos de carne en sesina ganados, cevada, manteca, y miel silvestre en ollas y odres, y higos passados, y recojida la presa queriendo venir a embarcarse ya serca de noche le dixeron a Pedro Hernandez, que no convenia porque havia cierta emboscada de canarios a la retirada, respondio que tenia los navios sin gente, y que havia de dormir en ellos, y no temia a hombres desnudos, iendo de marcha una cuesta arriva agria, y de malos passos, salieron los canarios dando silvos gritos, y pedradas en lluvia, y palos con que mataron 26 xristianos, y mas de cien heridos, y desvaratados caminaron a la marina, y ellos en su seguimiento que fue menester que de las lanchas se disparasen armas de fuego, y ballestas salio Pedro Hernandez con una pedrada en la caveza, y quedo sin algunos dientes, y la boca torsida que no pudo hablar ni comer bien vino renegando de los canarios, de la conquista de tales fieras.” (Marin de Cubas, 1694(1993).
El supuesto fraile Juan Abreu y Galindo nos proporciona
otra descripción de los hechos, aportado otros datos de intrés:
“Acordó el gobernador Pedro del Algaba y el deán don Juan Bermúdez se hiciese una entrada en la banda de Tirahana, pues tenían bastimentos y había gente que había traído el capitán Pedro Hernández Cabrón, el cual pidió esta entrada. Y, tomando parte de la gente que estaba en la conquista y con la que él tenía, se fué la vuelta de Tirahana, yendo en su compañía el obispo don Juan de Frías. Como llegaron, tomaron tierra, no pudiendo hacer presa, porque, como los canarios vieron los navíos, se subieron a los altos y sierras ásperas.
Los cristianos se metieron la tierra adentro en su seguimiento, tomando todo lo que hallaron en el lugar, que fué cebada, higos, y mucho ganado. Y, queriendo salir del lugar con la presa para los navíos, un canario cristiano que había ido con ellos les dijo que no saliesen del lugar donde estaban, porque todos los canarios estaban allí juntos, y había muchas cuestas que descender muy agrias, y en ellas corrían gran peligro; que se estuviesen que dos allí dos días, pues tenían qué comer, y los canarios no tenían ninguna provisión y se derramarían en buscarla, y les sería más fácil la bajada. Mas el capitán Pedro Hernández Cabrón, como no había experimentado ni visto el ánimo y ligereza de los naturales, dijo que él no tenía temor a gente desnuda, y que tenía los navíos sin gente, que habían de ir a dormir en ellos.” (Abreu Galindo, 1977:198-199).
La generosa
nobleza canarii
En esta batalla los canarios estaban al mando del Faicán de Telde e infligieron a los castellanos 22 muertos, 100 heridos y 80 prisioneros los cuales justamente habían sido condenados a muerte, siendo salvados por la generosidad de una maguada, relato que nos proporciona Abreu desde una óptica cargada de tinte cristianos:
“Mientras
las cosas de la conquista de esta isla de Gran Canaria andaban de esta manera,
en discordia y desgracia entre sí los cristianos, el Doramas,
guanarteme de Telde, y su gente, donde andaban recogidos
y alzados en la sierra, tenían ochenta cristianos
de los que habían preso y cautivado por la isla y en la refriega de Tirahana
del capitán Pedro Hernández Cabrón. Y, juntándose a consejo
los doce gayres y el faycag con el Doramas, acordaron por
común consentimiento de todos quemarlos, y que cada uno entregase
su prisionero para este efecto, porque la gente se ocupaba, y les era
impedimento el guardarlos; y también que les gastaban y consumían
los mantenimientos que tenían para su sustento, y dellos no esperaban
provecho, sino impedimento para la guerra.
Y,
estando los cristianos amarrados y hecha una gran hoguera, queriendo poner en
efecto su determinación, salió a gran priesa, dando voces, una canaria
religiosa, tenida entre todos los canarios en gran reputación y veneración de santidad, la cual era como madre de las maguadas; y ésta era madre de un hidalgo gayre,
que tenía allí un cristiano para
quemarlo. Dijo a su hijo que en ninguna manera hiciese daño en los cristianos, que les vendría mucho mal
por ello; que así se lo avisaba de
parte de Acoran, (que era Dios). Los canarios eran muy amigos y recatados de guardar la religión y
obedecer a los ministros de ella; y
así, oída la religiosa, su hijo desató su cautivo.
Los
demás, visto lo que
había hecho el gayre, también desataron los demás que estaban
atados y les dieron libertad que se fuesen, diciéndoles que mirasen lo que con
ellos habían hecho. Llamábase el hijo de esta canaria religiosa Aymediacoan,
cristiano de secreto entre ellos, muy pariente
de los guanartemes de Telde y Gáldar. Este Aymediacoan tuvo una hija
que casó, después de conquistada la isla de Canaria, con Masión de
Betancur, que se llamó Luisa de Betancur, de quien descienden los Betancores de Gáldar. Tuvo también este Aymediacoan
un hijo que llamaban Autindana, de
quien descienden los Cabrejas de Canaria.” (Abreu Galindo, 1977:204-205).
Ejemplos como este de generosidad con el enemigo
vencido en las diferentes islas están
recogido por los cronistas, al contrario que los cristianos que olvidaban sus
precepto de no matarás y os amareis los unos a los otros.
Agosto de 2013.
Fuentes consultadas:
Javier Fornell Fernandez
Llamadme Cabrón
Ediciones Mayi, 2010.
Juan Manuel Valladares
Pedro Fernández Cabrón. Un Pirata necesario
En: www.esefarad.com › Artículos
Buenaventura Bonnet y Reveron
La conquista de Gran Canaria
Revista de Historia
Tomo 18. Año 25. Número 100. Año
1949.
Tomas
Marín de Cubas
Historia
de las Siete Islas de Canaria.
Transcripcion,
introducción y notas de Francisco Osorio Acebedo
Editorial
Globo. ISBN.: 84-8101-311-0
Fr. J. de
Abreu Galindo
Historia de la
conquista de las siete islas de Canaria
Goya
Ediciones, 1977. ISBN.: 84-400-3645-0.
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