domingo, 7 de julio de 2013

VIDA Y DECIMAS DE JUAN BETANCOR






Leer un libro antes de que sea libro, o sea, cuando todavía es manuscrito, es un privilegio que tiene uno cuando el autor es amigo y cuando quiere que ese uno sea el prologuista. Así que, en este caso, escribo de un libro —éste que tú, lector amigo, tie­nes ahora entre tus manos— que no había llegado aún a la im­prenta, cuando todavía era tiempo de enmiendas, incluso de cambio del título, cuando es posible que no todo lo leído por mí haya aparecido ahora impreso, o que, al contrario, esté ahora aquí lo que no estaba entonces en el manuscrito. Un privilegio adelantado, en todo caso, pues ahora el privilegio lo extiende el autor, sin limitación, a todo el que quiera leerlo.
Diré que este libro me es doblemente querido porque conoz­co bien al autor, Manuel González Ortega, y conozco bastante al personaje biografiado, Juan Betancor García. Y a los dos valoro y estimo en mucho por las cosas que diré de ambos. En efecto, llegar a Tuineje de encuesta sobre la tradición oral —eso que al­gunos llaman "en busca de versos y poesías populares"— y pre­guntar por ello, es abrir el conocimiento a la existencia de un nombre: Juan Betancor. Todos señalarán en la misma dirección: "Allí vive". Incluso cuando la pregunta se hace en cualquier otro pueblo de la isla: "Para eso vaya usted a Tuineje y pregunte por Juan Betancor" (yo añadiría otro nombre fundamental: Eulalio Marrero). A mí me había ocurrido en 1988. Y naturalmente hice caso al vecindario. Lo que yo buscaba entonces eran romances, pero de casa de Juan Betancor no se podía salir sin décimas. Y de décimas salí cargado; tantas que ni siquiera he podido contar
las. Di cuenta de unas pocas en mi Romancero de Fuerteventura, las que por su estilo narrativo se acercan al género romance, pero quedaron las más en las cintas grabadas, esperando la oca­sión de salir a la luz. Y la hora llegó de la mano de Manuel Gon­zález Ortega, cuando todavía es tiempo de que su autor, para su regocijo y por primera vez, las vea todas juntitas y en letras de molde, y cuando ya es hora de dar cuenta de un hombre y de una obra poética tan original y tan oculta a la mirada general y tan ajena a los intereses de la crítica.
El mundo de la décima popular es realmente apasionante y se nos presenta como un territorio apenas transitado. Si ya los géneros poéticos populares —el romancero, el cancionero, el adivinancero, etc.— están muy al margen de las preocupaciones de la filología "académica", el género decimal lo está, a su vez, entre las de los estudiosos españoles de la tradición oral. Digo españoles, no tanto hispanoamericanos. Y es que la décima es género poético popular prácticamente desconocido en España. No así en Canarias que en este terreno —también en éste— está a mitad de camino entre el desierto español y la selva hispano­americana, que floresta casi impenetrable por su proliferación es la décima en Hispanoamérica como expresión poética popular. Y Canarias se encuentra así con un patrimonio cultural del ma­yor interés del que apenas se ha dicho nada que haya trascendi­do los límites locales.
Yo mismo me he sentido muchas veces contrariado en mis tareas recopiladoras cuando lo que buscaba era romances y lo que encontraba era sólo décimas, como si éstas estorbaran la presencia de aquéllos, o peor, como si las décimas hubieran inundado el terreno que antes habían ocupado los romances. Entonces no fijé mi atención en la espinela, obsesionado como estaba en llegar a tiempo de poder recuperar los últimos vesti­gios del romancero canario y convencido de la mayor antigüe­dad y rango literario de los romances tradicionales.
Un acontecimiento me hizo cambiar de perspectiva: la cele­bración de un Festival de decimistas, complementado con un Simposio de estudiosos de la décima, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en las postrimerías de 1992. En el Festival y en el Simposio participaron personas y grupos venidos de varios países de Hispanoamérica y de las varias Islas Canarias, y juntos nos dibujaron un panorama tan espléndido que, por desconoci­do, resultó ser mucho más extraordinario. ¿Cómo pudo una reali­dad cultural —literaria, musical, histórica, sociológica, etc.— tan notoria estar al margen de los estudiosos de la cultura?
Bien es verdad que la realidad mostrada por los decimistas del Festival se reducía sólo a una manifestación de las varias que la décima tiene como expresión de la literatura popular, la de ser poesía improvisada, más asombrosa aun en un mundo tan ac­tual, tan prosaico y tan uniforme, tan alejado ya de las viejas for­mas tradicionales. Y que la décima se manifiesta también como poesía elaborada en la soledad del creador para ser después pre­gonada por mil bocas, andando de labio en labio, por los cami­nos de la tradición oral. Aquel Festival y aquel Simposio fueron un importantísimo hito para quienes participaron en ellos, pues tuvieron la capacidad de conmover el interés de muchos investi­gadores y de enseñar y asombrar a todos los que los presencia­ron. Pues en aquel Festival participó también Juan Betancor, como representante más anciano —y mejor— de los decimistas canarios —en calidad de "poeta", no de "verseador", es decir, de creador, no de repentista—, recitando —y dramatizando— sus propias décimas. Y en aquel Simposio participó también Manuel González Ortega con una Comunicación en la que daba cuenta de las décimas de Juan Betancor. Aquello fue el inicio de lo que hoy es este espléndido libro. En aquella Comunicación, Manuel González Ortega logró encontrar el tono con el que mejor dar cuenta del asombro de hombre y de poeta que es Juan Betancor García, metiéndose dentro de él, haciendo que hablara el propio Juan Betancor, relatando en primera persona, metiendo la poesía en la vida cotidiana del poeta. La Comunicación gustó tanto al auditorio que confirmó al autor el camino que debía seguir.
Resulta así que el libro de Manuel González Ortega es mucho más que lo que el título dice. las décimas de juan betancor —que es el título que tenía el original de Manuel cuando yo lo leí— no es sólo las décimas de Juan Betancor; son las décimas, sí, pero también es la vida de un hombre que, por poeta, resulta ser literaria; y es también un libro de antropología social, y de etnografía, y hasta de geografía humana; tan bien están descritos los paisajes y los ambientes en los que la vida y la obra de Juan Betancor se encuadran y se han hecho posibles. Y es, además, […]

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