viernes, 19 de julio de 2013

VACAGUARE… (VIA-CRUCIS)»




INTRODUCCIÓN JUSTIFICATIVA
La presentación de la obra autobiográfica de Secun-dino Delgado «VACAGUARE (VIA-CRUCISK escrita en 1904 y publicada en Mérida, Estado de Yucatán (Mé-jico),acompañada de una introducción de tipo histórico, trata de completar la visión de tipo biográfico publicada en esta misma editorial por Manuel Suárez Rosales. (1)
Tres objetivos fundamentales se tratan de cubrir en esta publicación:
a)  Completar la delimitación de la figura de Secun-
dino Delgado, situándola en el contexto sociohis-
tórico de su época.
b)      Aportar el contenido -prácticamente desconoci­
do-  de  una  obra  de  carácter  autobiográfico
-utilizando el concepto en sentido amplio- con
un significativo valor histórico y sociológico que
refleja la dinámica social y política de la época
de la Restauración, con las referencias al entra­
mado caciquil y a los comportamientos peculia­
res del pueblo canario.
c)      Destacar esa descripción -con ribetes impresio­
nistas- de paisajes y personas, matices sensibles
que tienen como centros o ejes de su discurso el
amor a su familia, a sus «peñas» y a su pueblo.
d)      Reflejar el contexto de arbitrariedad represiva de
esta etapa de la historia del Estado español, en­
carnada en' la dolorosa descripción de su expe­
riencia de cárcel sin proceso y sin justificación
alguna.
r nsamos que la obra de Secundino Delgado, firmato», «ultimátum» y «tratado de garantía» (2). Los Acuer­dos alcanzados en la Conferencia de Berlín de 1884 y en el Acta suscrita en 1885 son superados de «fació» a par­tir de la década de los años 90. La realidad se imponía: se había terminado el área de «reparto». Se iniciaba la fase de «rapiña», bajo los criterios diplomáticos del prag­matismo más cínico: la «redistribución colonial» entre las grandes y las pequeñas potencias coloniales (3).
La denominada Doctrina Monroe pone en escena la poderosa expansión USA y, con la aceptación explícita inglesa y tácita francesa y alemana, se le adscribe el área continental americana como zona propia, de domi­nio y hegemonía imperial.
POLÍTICA   INTERNACIONAL  ESPAÑOLA  Y  PRO­BLEMA COLONIAL
Como bien señalan diversos autores (4), el estableci­miento de la Restauración a partir de 1876 representa una fase de reactivación económica evidente. Es, sin embargo:
-        desequilibrada y desigual, entre unas zonas y
otras del Estado.
-        dependiente de las inversiones extranjeras (in­
glesas y francesas, preferentemente).
-        no tiene relación ni paralelo comparativo posible
con el «despegue» impresionante de las grandes
potencias industriales en la década de los 70.
De otra parte, el Estado Español es una «potencia» dé-il, con un activo colonial endeble y disperso y una esca-i visión de la política internacional y de los rápidos imbios de la época. Se careció, salvo contadas excep-ones, de políticos con una visión clara que permitiese convencimiento de que la defensa de los últimos en-ives coloniales requería -inexorablemente- de un Pac-internacional. Por el contrario, la política internacional de la Restauración -excepto la realizada por algunos políticos li­berales- viene a expresarnos en la realidad una práctica inexistencia de una tal política:
-        Postura de «recogimiento», de «cerrarse» sobre sí
mismos.
-        «Neutralidad»   ambigua   y   forzada;   fácilmente
perceptible por las grandes potencias.
-        Incapacidad de sacar provecho a la coyuntura
de remisión de la guerra cubana, después de la
Paz de Zanjón.
En tal contexto el «problema colonial» español po­demos concretarlo en los aspectos siguientes:
a)      Absentismos de  la intelectualidad y amplios
sectores de la opinión pública respecto del «pro­
blema» colonial. Según R. Mesa, la no incorpo­
ración al proceso de la revolución industrial y
su tardía y desequilibrada percepción, de una
parte así como la precariedad social, sustentan
esta aparente «inhibición» de la población me­
tropolitana.
b)              Fracaso total de la política metropolitana espa­
ñola respecto al «hecho» sociopolítico cubano:

-        Ausencia de «proyección política» de la Paz
de Zanjón. Rechazo de los tímidos plantea­
mientos autonomistas del  Partido  Liberal
Autonomista Cubano y de la alternativa au­
tonomista de Maura de 1893.
-        Cerrilismo político expresado tanto en esa
repetida frase de mantenerse en Cuba «has­
ta el  último hombre y la última peseta»,
como en la convicción casi unánime (salvo
de Pi y Margail y algunos reducidos secto­
res) del que Cuba formaba parte íntegra e
inviolable del territorio nacional español (5).
En tal sentido, son significativas las pala­
bras de Montero Ríos:
«... Yo, con gran temor de errar, por efecto de mi insuficiencia no era partidario, no lo […]


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